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Periódico Judío Independiente
Sorprendentes revelaciones a dos años de la guerra
Sombras en el Líbano

Por Alejandro Wenger, especial para Comunidades

Han transcurrido dos años de la Segunda Guerra del Líbano, pero su final aún sigue abierto. Mientras los terroristas de Hezbollah festejan lo que ellos llaman "victoria" con un canje de cadáveres (los de los soldados secuestrados Regev y Goldwasser), a cambio de criminales vivos, en Israel y en toda la región se presiente que un nuevo round de la guerra puede comenzar en cualquier momento.

Si bien se ha hablado mucho de las causas que dejaron sabor a fracaso en el Israel, y a éxito en Hezbollah, algunas de ellas todavía siguen apareciendo como resultados de las investigaciones que toman paulatinamente estado público.





Los problemas de la inteligencia israelí.


Israel dio por sentada durante décadas la superioridad de sus servicios de inteligencia por sobre la de sus enemigos árabes. Sin embargo, esto parece haber cambiado. Hezbollah articuló eficaces redes de inteligencia en el estado hebreo sobre la base de dos pilares: la colectividad árabe-israelí y los narcotraficantes.

Los árabe-israelíes que más intervinieron en el espionaje a favor de Hezbollah son los que viven en el norte del país, divididos en musulmanes, drusos y cristianos; sólo los primeros se han visto involucrados. Los narcotraficantes tienen diversos orígenes, pero Hezbollah es el principal proveedor de drogas de Israel. Las drogas que se contrabandean desde el Líbano consisten principalmente en hashish y heroína. De entre ambas, la heroína (conocida en Europa como "muerte blanca") es sumamente peligrosa debido a que causa una dependencia absoluta tanto física como psíquica respecto de la sustancia. Si bien aún no han aparecido estudios acerca del impacto estratégico del consumo de drogas entre los israelíes, en la 2da. Guerra del Líbano tuvo efectos tácticos. Un teniente coronel retirado de origen beduino, llamado Omar El-Heib, transfirió invaluables secretos militares al enemigo chiíta; a este hombre, descubierto más tarde por el contraespionaje israelí, le fue encargada la misión, durante la guerra, de obtener datos acerca de las bases militares hebreas. Recibió a cambio grandes cantidades de drogas (mayormente heroína) que entregó a drogadictos a cambio de información. Se cree que los datos recolectados por El-Heib permitieron a Hezbollah hacer impactos precisos sobre instalaciones de alto valor, como por ejemplo la estación de rastreo del Monte Merón, entre otras.

Se ignora si los narco-espías al servicio de Hezbollah provocaron aún más daño, pero no sería raro que así fuera. En Israel estaban conscientes de los riesgos de filtración; por tal motivo, limitaron la divulgación a los jefes de brigada del plan de batalla, elaborado durante años, y conocido como "El concepto de combate de Hezbollah" (un informe minucioso de unas 130 páginas). Así, esta precisa información táctica no llegó nunca a los jefes de batallón y otros oficiales subalternos, complicando enormemente el desarrollo de las operaciones.

Hezbollah, por su parte, se jactó de ser una organización "imposible de infiltrar". Es por ello que no dan a conocer los nombres de sus cuadros, mantienen la organización fuertemente compartimentada, y disponen de un organismo específico para tareas de contrainteligencia. Pese a todo, el Mossad sí logró infiltrar a la entidad terrorista, en lo que constituye uno de los logros más espectaculares del espionaje israelí. Durante la guerra, Israel supo en todo momento dónde se almacenaban los misiles de largo alcance de los terroristas, así como también del stock disponible. Todos ellos fueron destruidos.





La guerra electrónica.


Hezbollah no sólo burló los intentos israelíes de neutralizar sus comunicaciones, sino que incluso se cree que logró descifrarle las claves, permitiendo conocer con antelación las órdenes que los mandos superiores le daban a las unidades de combate. Es posible que el ataque contra la corbeta Hanit haya sido parcialmente exitoso por este motivo . Los chiítas emplearon para ello equipos de guerra electrónica de última generación, y líneas de transmisión de datos subterráneas tendidas con cables de fibra óptica -muy difíciles de neutralizar- todos ellos provistos por Irán. Es por ello que la destrucción de las redes de telefonía fija y celular no bastaron para enmudecer las comunicaciones de Hezbollah. Tampoco fue posible silenciar la cadena televisiva Al Manar, que siguió transmitiendo durante todo el conflicto.

Luego de la batalla de Qantara, fuerzas israelíes encontraron en búnkers subterráneos los cuerpos de 3 oficiales iraníes muertos, junto con avanzados equipos electrónicos para interferir radares, computadoras y materiales de encriptación de origen persa. En Bint Jubail , los israelíes descubrieron con estupor que los equipos de comunicaciones, a prueba de interferencias, eran más avanzados que los propios. También encontraron mapas detallados de Israel y una guía de teléfonos y direcciones de ciertas personas en el interior del país.

De esta forma, Hezbollah logró mantener activo el tráfico de información desde su cuartel general -en la Embajada de Irán en Beirut- y el frente de combate, y entre ésta y los mandos políticos en Teherán y Damasco. El nivel de tecnología empleado era tan avanzado que despertó la inquietud de los mandos militares estadounidenses, que ni bien cesaron las hostilidades, enviaron personal propio para evaluar con sus propios ojos los hallazgos hechos por Israel.





Las tácticas de combate.


Las tácticas usadas por los chiítas son en esencia una versión aggiornada de aquéllas que emplearan los comunistas contra las fuerzas norteamericanas en Vietnam. También adolescen de sus mismas limitaciones. Los terroristas atacaban a los israelíes en grupos pequeños -secciones de 4 hombres o pelotones de 12- en la periferia de sus refugios, valiéndose de armas livianas, camuflaje para bosques y bicicletas cross-country, con la sola orden de maximizar el número de bajas judías. Aplicaron planes estudiados y ensayados meticulosamente, pero eran incapaces de improvisar nada. Al igual que el Vietcong, padecían de falta de movilidad estratégica (algo que se hizo notar en el sorpresivo ataque israelí a Baalbek), pero, a diferencia de ellos, gozaron de una gran abundancia de recursos. Fueron absolutamente incapaces de neutralizar el poderío aéreo israelí, y eran incompetentes en el combate a distancia corta.

Se exageró mucho la eficacia de las secciones anticarro de Hezbollah, debido a que el mayor número de bajas israelíes se produjo entre las tripulaciones de tanques (algo que, dicho sea de paso, ha sido una constante en todas las guerras de Israel desde 1956). Hezbollah empleó una bazooka rusa, conocida como RPG-26, así como misiles anticarro Metis-M y Kornet, del mismo origen. Varias de estas armas, aún con grabados iraníes, fueron capturadas y su video puede verse en YouTube. Debido a al diseño de la cabeza de combate, eran parcialmente capaces de atravesar el blindaje compuesto de los tanques Merkava de Israel, así como de otros vehículos más ligeros. En rigor, los hombres de Hezbollah hicieron 46 impactos en tanques y 14 en vehículos blindados, pero sólo lograron 15 penetraciones; el resto de los disparos, rebotó.

El orden de batalla de Hezbollah sigue siendo un misterio. En términos generales, operan como si fueran una división de fuerzas especiales al estilo soviético, pero con un esquema de mando relativamente descentralizado, con la única orden de causar la mayor cantidad de bajas posibles. Ellos, por su parte, se muestran dispuestos a absorber muchas bajas sin quebrarse, aunque extrañamente algunos combatientes fueron capturados ilesos por Israel (no ocurrió lo mismo a la inversa). Sus efectivos son seleccionados a partir de la escuela primaria, en mérito a sus aptitudes intelectuales y físicas, y se los adoctrina y entrena desde pequeños . No obstante, se sabe que en los últimos meses debieron recurrir al reclutamiento forzoso entre los pobladores del sur del Líbano.





Conclusiones.


El conflicto planteado por Hezbollah es una guerra sucia, y una guerra sucia nunca se gana sin mancharse. Debido a que la población civil libanesa chiíta apoya a la milicia, y no sólo en lo moral, sino principalmente en la logística, es imposible que infringirles bajas, y muchas. Es algo que la sociedad israelí deberá empezar a entender, sin importar lo que diga la prensa internacional. Una próxima guerra con Hezbollah no será un "conflicto de baja intensidad", como la Segunda Intifada, sino de alta intensidad, más parecida a la Guerra del Yom Kipur; por lo tanto la lucha propagandística sólo tendrá un efecto marginal. Lo importante es que la prensa israelí no actúe como agente de propaganda enemiga.

Israel también deberá comprender que hay lujos que Estados Unidos puede darse, pero Israel no. La guerra aérea, a distancia y sin bajas propias, es una fantasía impracticable. Por último, ciertos vicios que contaminaron a la sociedad israelí en los últimos años, fruto tal vez de la quimera pacifista, deberán abandonarse definitivamente. Israel nunca va a ser un país "como cualquier otro": es un país judío.

Número 443
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