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Periódico Judío Independiente
El “Séder” de Pesaj, una Clase-Modelo
Por Moshé Korin
Nuestros sabios imaginaron la noche del ”Séder” a modo de clase escolar, con su propio orden, que despierta interés y contiene elementos dramáticos, suspenso, juego y también humor. “Vehigadta lebinjá” (y le contarás a tu hijo), en todas las generaciones.

El propósito primordial de la noche del “Séder” es transmitir la narración del Éxodo de Egipto a la generación joven, a los menores y a todo aquél que ocupe su lugar alrededor de la mesa. En la Torá, en el Libro de “Shemot”, también conocido como “Éxodo”, capítulo XIII, leemos: “Y en aquel día contarás a tu hijo, diciendo: Es a causa de lo que hizo conmigo el Señor, cuando salí de Egipto”. El precepto (la “Mitzvá”), que debe cumplirse, es el de contarles a los hijos, y de ahí también la palabra “Hagadá” (narración, relato). Podemos afirmar que la función del celebrante en la noche del “Séder”, es equiparable a la de un maestro: ocuparse de que los partícipes en la clase recuerden bien lo que aprendieron en ella, y puedan a su turno transmitirlo a los jóvenes.

¿Cómo asegurarse de que esta vivencia pedagógica rinda sus frutos? Resulta interesante observar, cuando examinamos los distintos elementos que componen la noche del “Séder”, que ya los sabios de la Mishná, del Talmud y de los textos medievales, procuraron organizar la noche del “Séder” basándose en consideraciones educacionales y didácticas que bien pueden aplicarse a nuestros días.

Cada uno de nosotros pasó alguna vez por una fuerte vivencia educativa; tuvo la suerte de participar en una clase, o de escuchar a un maestro que aún hoy recuerda con emoción. ¿Cuáles fueron los componentes de aquella clase tan singular? Por lo general, aprendimos en ella cosas nuevas, interesantes; formulamos preguntas, fuimos partícipes activos, pusimos en juego todos nuestros sentidos. Aquella clase estuvo organizada: hubo en ella suspenso, humor o elementos dramáticos: sentimos que significaba en nuestras vidas, todo eso y tal vez mucho más.

Y héte aquí que los elementos citados aparecen en la celebración del “Séder”. Citaré algunos ejemplos:

“¿Má nishtaná halaila hazé...?”

(¿Por qué es diferente esta noche?). La narración y el estudio empiezan con un interrogante, expresado en 4 preguntas. En tanto estas no sean formuladas por los hijos o por algunos de los presentes, no puede comenzar el relato.

El hijo, o el joven participante, interroga, se asombra, siente curiosidad y le interesa aprender. Y entonces se le responde. También nosotros sabemos que la curiosidad y la sed de conocimiento son la base del aprendizaje.

Nuestros sabios comprendieron que, para que surjan interrogantes y haya motivos para preguntar, antes deben producirse cambios en la situación de las cosas comunes.

Y en efecto, en la noche del “Séder” disponemos modificaciones: comemos “Matzá” (harina sin leudar) y no “Jametz” (harina leudada); mojamos los bocados de verdura antes de ingerirlos, nos sentamos en forma especial (recostados en nuestros asientos).

En el transcurso de la noche, ponemos en juego todos los sentidos: narramos, hablamos y explicamos, pero también nos deleitamos con las comidas de significación simbólica (“Maror”, hierbas amargas; “Jaroset”, mezcla de manzana, nuez, canela, vino, miel y otros ingredientes); señalamos lo que se encuentra en la fuente “Kehará” y damos ejemplos; entonamos canciones; le abrimos la puerta de entrada a nuestro hogar al Profeta Elías (“Eliahu Hanaví”).

En la tradición de algunas comunidades, el “Séder” incluye elementos dramáticos, tales como la teatralización del Éxodo de Egipto: portando bolsos con “Matzot”, ciñendo fajas a la cintura, empuñando bastones, caminar alrededor de la habitación como nuestros antepasados en medio de la noche. De este modo, el relato del Éxodo cobra nueva vida, y tanto los adultos como los niños disfrutan participando en él.

Hay también en el “Séder” suspenso y juego: en su comienzo, se esconde parte de una “Matzá” (de las 3 dispuestas para la celebración, la que va en el centro). Es la llamada “Afikomán” (o “Afikoimen” en la versión ashkenazí). Y cuando el final se aproxima, los niños la devuelven a cambio de un regalo. A ellos, en primer lugar, les está destinado el juego, para que permanezcan despiertos a lo largo de la celebración. Sabemos que un buen maestro trata de introducir en su clase cierto grado de suspenso y de juego, para que la atención de lo educandos no decaiga.


¿Por qué se llama “Séder” (orden)?

¿Por qué se trata de una celebración “planificada”, que debemos conducir según un orden fijado con anterioridad? Nuestros sabios se preocuparon, incluso, por elaborar tablas mnemotécnicas rimadas, que permiten seguir ordenadamente, sin confusiones, la preparación de los ingredientes y el cumplimiento de los distintos pasos. También como docentes y como alumnos, sabemos que una buena clase requiere una organización adecuada.

El “Séder” es una creación colectiva. En su preparación ayudan familiares, amigos y huéspedes. A su mesa se sientan varones y mujeres, adultos y jóvenes de edades variadas. Cada uno de ellos participa en la medida de sus posibilidades. Es un modelo de aprendizaje colectivo en el que se pasa del rol de maestro al de alumno, y viceversa.

Y algo más. En la “Hagadá” se menciona a los 4 hijos con sus diferentes preguntas: el sabio, el malvado, el simple y el que aún no sabe preguntar. Esto nos remite al hecho de que es necesario adaptar la enseñanza a quien la requiere: cada uno de los 4 hijos formula una pregunta diferente y aprende a su manera; y el maestro debe hallar para cada uno la respuesta adecuada, la que le sea más comprensible. Como maestros y como alumnos, sabemos que el citado método mantiene su vigencia. Hoy lo llamamos “enseñanza personalizada”.

En todas las generaciones

La “Hagadá” contiene una frase muy citada: “Bejol dor vador, jaiav haadam lirot et aztmó keílu hu iatzá mi-Mitzráim”. (En cada generación, le incumbe al hombre considerarse a sí mismo como si él hubiera salido de Egipto). ¿Qué significa esto? Por un lado, parecería que deberíamos rememorar el Éxodo en su sentido histórico, identificándonos con nuestros ancestros, que fueron esclavos y alcanzaron la libertad. Pero hay aquí una exigencia más. Debemos preguntarnos qué es el Éxodo de Egipto para nosotros, para nuestro tiempo, nuestro ámbito, nuestra generación; hallarle un significado moderno y actual, de modo que nuestra “clase” no consista sólo en recibir conocimientos pasivamente, sino que también nos conmueva y apele a nuestro sentimiento.

Y para terminar: muchas veces nos sentimos fatigados en la noche del “Séder”, a causa de los preparativos y del largo texto de la “Hagadá”. Tal vez, si recordáramos que nuestros sabios quisieron transformar la noche del “Séder” en una clase interesante y entretenida, y si empleáramos los medios que ellos nos propusieron, el “Séder” pasaría a ser para nosotros una vivencia instructiva y emocionante.


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