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Periódico Judío Independiente
Rosh Hashana: ¿Dónde está la luz…?
Por Rabino Mordejai Maarabi,Uruguay
Asoma un nuevo año y por entre las hendijas del calendario se filtra un pequeño e incipiente haz de luz. Cada día de cada semana, cada día de cada nuevo mes, nace en la plenitud de una noche, mezclada con luces de estrellas y una luna que coquetea con sus formas aun no definidas.
Sólo basta con poder elevar nuestra mirada para percibir que todo ello tiene lugar en nuestro mundo. En nuestras vidas. Sólo con mirar y detener nuestros ojos en posición “cielo” para comprender que algo ha ocurrido en nuestro entorno. El más próximo. El más sentido.

“HaShem Orí veIsh’í, ¿mi-mí irá?” canta el rey David en su Tehilím 27. ´D´s es Mi Luz y Mi Salvación, ¿de quién he de temer? parece ser un llamado a cada uno de nosotros, atrapados a veces en sinuosidades impensadas y en situaciones que superan la imaginación…
Nuestros sabios nos pidieron que un mes antes del inicio del nuevo año, leamos este salmo dos veces al día. Una receta simple para atender el dilema espiritual que acomete en lo cotidiano a primera vista.
Decimos a primera vista porque son pocos lo que entiendan la dimensión de leer un salmo, intentar comprenderlo para después, lograr traspasar la delicada trama que escribe el ‘otro’ para hacerla mía…
Ese es el ejercicio que nos propone la lectura. Poder leer y poder leernos. Intentar avistar entre palabras viejas y sentimientos siempre nuevos, algo nuestro. Sólo nuestro. Y dos veces al día. Durante las mañanas y por las tardes, de acuerdo a la sabia usanza ashkenazita.

Porque la vida de cada uno tiene mañanas y tardes. Y entre amaneceres y atardeceres transcurre el quehacer, nuestro decir, nuestro pensar. Nuestro vivir. Y que hermoso resulta que entre los claroscuros que propone la naturaleza exterior –los cuales pintan en muchas ocasiones los de cada uno de nosotros-, que hermoso resulta decíamos, poder ‘ver la luz’, alcanzar a divisar ‘la salvación’…al decir del rey David.
Necesitamos ¡cuánto necesitamos! Un poco de luz entre tanta confusión. Necesitamos, ¡cuánto necesitamos! Algo que nos rescate de entre tanta oscuridad e indiferencia.
Allí, cuando podemos descubrir a D´s, al D´s que amaron sus padres y que intentan amar sus hijos, es cuando podemos pronunciar lo que sigue. “HaShem es Mi fortaleza, ¿a causa de qué tendré miedo?”. Sentirnos fuertes en medio de nuestras debilidades. Superar el conflicto interior que me sume en angustias y noches, para poder vislumbrar la plenitud y alcanzar el nuevo día.

Se nos habla de crisis y de abandonos. Leemos una profusa literatura que anuncia un fin precipitado de la sociedad y en extensión del mundo. Las dificultades económicas inundan el pensamiento del levantarse cada mañana, y los imposibles parecen ser la realidad que conjugan nuestros sueños… ¿Dónde estará el refugio? ¿Cómo se vuelve a tejer la esperanza? ¿Qué nos espera en el nuevo año? ¿Más incertidumbre y desasosiego? Preguntas y más preguntas que parecen no tener fin. Ni finalidad creemos…
Así transcurre este bello salmo 27 en sus primeros versículos. Describiendo una realidad no deseada. Viendo como pasa la vida y sus avatares delante de mí, llevándome, irremediablemente hacia una parálisis. A detenerme casi sin fuerzas ya en un camino que sólo me ofrece encrucijadas cuando no laberintos…
Sin embargo, el rey David puede ver más allá. “Veatá iarum roshí al oibai sevivotai…”. ‘Ahora me hará levantar mi cabeza por sobre los enemigos en derredor’. Estoy rodeado por las circunstancias, es cierto. Pero se impone una primera tarea: ‘levantar cabeza’…Aquí la primera acepción –por qué no la real- de esta frase ya popular, a nuestro humilde entender.
El ejercicio inicial es poder ver. Como decíamos al principio. Porque cuando puedo reconocer a ‘mis enemigos en derredor’, entonces sé lo que debo enfrentar. Lo que puedo enfrentar. Y medir mis fuerzas. Aún cuando siento debilidad…Tolstoi decía “uno no se cae por ser débil, sino por creerse fuerte…” ¡y cuánta verdad le asistía!
Este mundo, querido lector, ¡está lleno de fuertes! Tal vez, algo más que fuertes ya… ¡De violentos! Y cuando ellos están, no hay tiempo de ‘levantar cabeza’…Porque en un mundo de violentos lo único que cabe es la sumisión. Es la cabeza gacha. Es el hombre vencido por el propio hombre. Es la esclavitud que recobra su espacio. Es la libertad la que ha sido hecha añicos…

Comenzar un año es primero eso: levantar la cabeza. “Unetanjá HaShem leRosh...” leemos en la antesala del Año Nuevo en nuestra Torá. ‘Te pondrá D’s por cabeza’. Así como ella está allí, arriba de todo, nosotros, también. Apreciar lo que comienza es, de una u otra manera, adquirir la sabiduría del diario vivir.
Y allí, en el ‘Rosh’ estarán los ojos ávidos por ver. Ansiosos por captar esa Luz que intenta hacerse camino, ante todo, en nosotros mismos. Si es que la podemos ver. Pues cuando la luz se hace presente y se torna visible, es posible apreciar, discernir, comprender y sentir que un nuevo camino se abre a nuestro paso. Que todos los caminos trazan un recorrido inmenso, y que todos ellos, nos tienen por protagonistas activos de los mismos. ¡“Lej lejá...”! ¡“Col hadrajím sheljá”! ¡“Col haolam sheljá”…!

Hay un llamado para caminar. ‘Vete para tu bien’. ‘Todos los caminos te pertenecen’. ‘Todo el mundo es tuyo’. Así lo definía una hermosa canción que parafraseaba las decisiones de nuestro anciano y eterno patriarca Abraham. Y cuando comienza el nuevo año, esas palabras cobran renovado sentido. Tanto como para el Abraham bíblico, quien partía a sus setenta y cinco años en busca de su cielo, de su luz, de su palmo de tierra....Es por ello, tal vez, que Abraham ocupe el escenario de los días de cada Rosh HaShaná. Porque supo del Cielo. Supo mirar, pudo escuchar, alcanzó a comprender.

“Jajám einav beroshó” afirmaba Shelomó, el rey. ‘El sabio tiene los ojos en la cabeza’. Y hoy, al comenzar un nuevo año, debemos ser más sabios que nunca. Caminar este mundo sabiendo dónde y cuando mirar. Qué observar. Para qué y por qué...Llenarnos de preguntas para lograr, en su transcurso, regalarnos las respuestas...Nada más hermoso que eso. Nada más genuino. Nada más humano diría. Para ello es que se nos regala el poder estar a la cabeza. Para intentar hacer de lo primero, lo primero...Y no seguir postergando las cosas. Dejando para después. Después en el mundo de la creación, puede llegar a ser nunca…

Cuando las primeras luces del nuevo año comiencen a parpadear, será nuestro tiempo de ejercicio. Ejercitar la esperanza, ‘Tikvá’, esa línea fina, extensa y prolongada que une los puntos más distantes y los hace posibles, los torna cercanos, haciendo vibrar en cada uno de nosotros, el sentido de la vida cotidiana...Un entretejido mágico de líneas de esperanza, que al mirar el cielo nos hace girar el rostro en derredor y darnos cuenta, de cuánto tenemos, de quienes amamos, por quienes luchamos y para quienes vivimos...
Así al menos concluye nuestro increíble salmo: “Kavé el HaShem, jazak veiaametz libeja, vekavé el HaShem…” –‘Ten esperanza en D´s…Que se anime y se fortalezca tu corazón, ¡y ten esperanza en D´s!!’.
La esperanza tiene lugar dos veces. Quiere decirnos el rey David, que será cuestión humana hacer de la esperanza una constante en los días de la vida…

Que el nuevo año, vestido de ‘rosh’, esté confeccionado a la medida de la ‘tikvá’ –nuestra esperanza-, delicada trama humana que necesita de los mejores artesanos en la especialidad: usted, yo, nosotros, todos... ¡Shaná tová umborejet! Que en el año que comienza Nos bendiga El Creador con la fuerza de erguir nuestras cabezas y elevar nuestras miradas, para que en la conjunción de nuestros ojos con el Cielo, la esperanza dibuje la señal del diario vivir y luchar...


Rabino de la comunidad judia de Montevideo, Uruguay

Numero 402
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