Más allá de la retórica desplegada tanto por Hezbollah como por sus patrones iraníes, en los círculos militares de Teherán las muestras de exitismo han dejado lugar a la preocupación. Obligados a mostrar sus cartas en una circunstancia que no era la prevista, las críticas a Nasrallah empiezan a hacerse oír, pero en silencio.
Búsqueda frenética.
Al momento de escribirse estas líneas -primeros días de setiembre-, se sabía que Hezbollah estaba embarcada en una frenética cacería de espías israelíes, reales o supuestos, luego de descubrir que la inteligencia israelí había implantado redes en el Líbano. Una de ellas fue detectada en el barrio de Dahya (sector chiíta de Bairut), y otra en distintos poblados del sur del país. Estas redes habrían suministrado información precisa acerca de la ubicación de los misiles Zelzal , con los que Hezbollah amenazó a Tel Aviv (y a la central nuclear de Dimona, aunque esta posibilidad no se difundió en los medios). La mayoría de estos misiles -situados en refugios subterráneos blindados- fueron bombardeados y destruidos en los primeros minutos de la guerra. También, se cree, aportaron datos sobre el complejo de bunkers existente en las cercanías de la frontera israelo-libanesa, entre otras informaciones.
Desde los últimos días de agosto, los arrestos estuvieron a la orden del día en Beirut y el Valle del Bekaa. Los agentes de seguridad interna de Hezbollah tenían sospechas de que estas no fuesen las únicas redes, y que incluso el cuartel general de la organización pudiese haber sido infiltrado: al menos uno de los detenidos, un libanés chiíta llamado Faisal Mukleid, sería un alto oficial de la organización terrorista. En medio de la histeria, Hassan Nasrallah habría suspendido su propio de festejo de cumpleaños por temor a que el Mossad supiera de sus movimientos.
Pero esta no es la única preocupación. Hezbollah quedó muy golpeada por la guerra. Tuvo 530 muertos confirmados en enfrentamientos directos con tropas israelíes -es decir, una relación de 5 bajas propias por cada baja enemiga-, y un número no precisado de víctimas que quedaron bajo los escombros en sur libanés. Las imágenes de los rescatistas en lugares como Bint Jubail, utilizando barbijos ante el irrespirable hedor de los cadáveres de los terroristas muertos, hablan de una cifra mucho mayor. Por otro lado, el stock de cohetes y misiles de todo tipo, amasado pacientemente a lo largo de una década, se redujo en 30 días a menos de la mitad. El complejo de bunkers subterráneos en las adyacencias de la frontera (unos 140 en total), destinados a que Hezbollah librara una guerra de guerrillas al estilo Vietcong, fue descubierto y desbaratado. Los medios de comunicaciones y guerra electrónica, en algunos casos superiores a los israelíes, fueron puestos en evidencia, al igual que el sistema de defensa de costa, basado en misiles antibuque de origen chino. Y por último, el malestar de los libaneses hacia la organización terrorista está creciendo en la misma medida en que se evidencia la magnitud de los daños sufridos en la infraestructura civil, con la consiguiente amenaza de romper el precario equilibrio político alcanzado en el Líbano, tras 15 años de guerra civil.
Tensa atmósfera en Teherán.
El propósito de los iraníes al robustecer a Hezbollah no era sólo el de agredir a Israel, sino también el de crear una fuerza capaz de comprometerlo en un frente activo, de modo tal de distraer sus fuerzas en caso que su país fuera atacado por Occidente. En Israel se consideró esta posibilidad más de una vez, en especial durante la Guerra de Irak, en la que también se creyó posible una embestida de Hezbollah en apoyo de Saddam Hussein, la cual finalmente no ocurrió.
Según estimaciones occidentales, los iraníes invirtieron en Hezbollah unos 45 mil millones de dólares en el lapso de 20 años, mayormente en la última década, la cual supuso un enorme drenaje de divisas para la economía persa. Gran parte de esta inversión se evaporó en unas pocas semanas.
Los iraníes quedaron decepcionados con el "escaso" número de víctimas civiles israelíes: ellos esperaban centenares de muertos en Haifa y otras ciudades norteñas a raíz de los bombardeos, pero incluso la mediocre infraestructura de defensa civil de Israel logró reducir esta cifra a poco más de 50. Tampoco se hacen ilusiones respecto a los "éxitos" de los equipos de cazacarros de Hezbollah: simplemente, explotaron la falta de coordinación entre las fuerzas acorazadas y las tropas de infantería del Tzahal; pero los israelíes ya demostraron en el pasado que pueden diseñar e implementar tácticas nuevas con notable rapidez.
En Teherán, están convencidos de que los militares del Pentágono han analizando detalladamente las experiencias de Israel en el sur del Líbano. Ellos creen que si Washington planteara la opción militar para resolver la cuestión nuclear iraní, los aliados europeos no van apoyarla. Pero sí tendría el apoyo, aunque silencioso, de ciertos países árabes. Concretamente, prevén una acción conjunta israelo-norteamericana; frente a esta posibilidad, deberían a recurrir a la inestable voluntad siria para abrir un segundo frente en el Líbano -o en el Golán-, puesto que ahora ya no cuentan con la fortaleza de Hezbollah, tal como sí ocurría antes de la guerra. Una posibilidad más ominosa surge de la siguiente pregunta: ¿qué puede ocurrir si los norteamericanos llegan a la conclusión, basada en la experiencia israelí, que una campaña aérea no es viable?. Las alternativas son tres: no hacer nada, lanzar una costosa y difícil guerra terrestre...o bien aplicar el poder nuclear propio contra los objetivos estratégicos iraníes. Teniendo en cuenta que estos objetivos serían unos doscientos, estaríamos hablando de la terminación definitiva del milenario pueblo persa...
Conclusiones.
Como quien barre la suciedad para ocultarla bajo la alfombra, los estrategas iraníes intentan ocultar bajo la fachada del supuesto éxito los graves problemas a los que se enfrentan. Uno de ellos es la fuerte degradación de la capacidad militar de Hezbollah -más allá de la retórica-, aunque los israelíes tengan la percepción de que fracasaron.
En cambio, juegan a su favor el descrédito de la administración Bush, la escasa o nula voluntad de lucha de la elite política europea -que insiste en las inútiles fórmulas del apaciguamiento chamberlainiano-, y la increíble inoperancia del gobierno israelí, algo que los iraníes no esperaban.
La última palabra aún no está dicha...
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