“En la noche de ayer un auto que circulaba a gran velocidad por la calle Acoyte, embistió a otro en la intersección con Antezana. Después de arrastrarlo varios metros se incrustó contra un volquete estacionado en la vereda. En este último viajaba un matrimonio con su hijo de 11 años. La mujer murió en el acto, el esposo y el hijo, se encuentran internados. Su estado es de gravedad. El conductor del otro vehículo, un joven de 17 años, conducía alcoholizado. Se encuentra detenido en la Comisaría Nº 39 de esta ciudad.”
Leí la crónica en el diario y con triste cansancio, doblé el matutino, lo dejé en la mesa y empecé a caminar como un perro enjaulado dentro de la cocina. No sé porque lo hacía. Quizás quería sacudirme la angustia que me había producido, tal vez para no llorar. No demoré mucho en darme cuenta que me sucedía. No podía quedarme quieta frente a esas noticias, hacer de cuenta que no pasa nada. Pero... ¿que podía yo modificar frente a tanta pérdida de control, frente a esa falta de cuidado de si mismos, de irresponsabilidad frente a los demás?
De pronto, la imagen sonriente de mi hijo apareció nítida en mi mente. Con su mochila a cuestas, llena de proyectos e ideales; con sus mil preguntas; con su adolescencia brotando por los poros. Él, con esa fuerza envidiable y su fresca juventud llena de calladas dudas e inquietudes. Él, con su amor incondicional por sus amigos. Mi hijo, tan ambivalente cuando enarbola su impetuosa independencia y luego en silencio se arrima pidiendo ayuda.
Entonces la respuesta se hizo presente, sentí que la tarea de educar a mi hijo con amor era necesaria, imprescindible, pero insuficiente frente a estos hechos. Y entonces me sentí sola e impotente.
Hasta que de pronto pensé en vos, ¡sí, en vos papá colega! Sentí que yo sola soy un eslabón, en cambio vos y yo juntos vamos formando una cadena. Tus ideas, tu fuerza, tu realidad se enlazan con la mía y la de otros tantos padres que pensamos en nuestros hijos, en que vivan su pubertad, adolescencia y audaz juventud con plenitud. ¡A vos! Que te esforzás por ayudar a tus hijos a crecer marcando pacientemente los límites, haciéndoles sentir que estás, quizás en silencio, pero ¡PRESENTE! Y les trasmitís valores tratando que puedan pensar que es lo mejor para ellos sin hacer daño a los demás. ¡A vos! Que los escuchás cuando tienen ganas de hablar y les das espacio para que puedan crecer, aunque ello a veces te produzca miedo. Que les enseñás que sus acciones no se analizan sólo midiendo el daño ó placer que les produce a sí mismos.
En una palabra, mostrarles el camino para que puedan generar un PENSAMIENTO CRÍTICO. Si no logramos eso, poco de todo lo que hayamos transmitido acompañará a nuestros hijos cuando caminan por la vida, estarán sólo rodeados de lo que la sociedad quiera venderles, de lo que las circunstancias le presenten y de lo que piensan sus amigos...... PENSAMIENTO CRÍTICO.
Yo te necesito y creo que vos a mí.
Querido papá colega, no seamos eslabones aislados, por el contrario, compartamos nuestras inquietudes, nos confortará saber que coincidimos en muchas, intercambiemos la información que tenemos, no nos sintamos solos, formemos la cadena.
Si eso hubiera sucedido en el caso del joven que conducía alcoholizado, quizás ninguna familia se habría visto truncada .No debemos confundir la alegre energía vital de nuestros jóvenes con la irresponsable inconsciencia.
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