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Periódico Judío Independiente
Tan solo una cuestión de perspectiva
Por Julián Schvindlerman
Especial para Comunidades

Cuando una mujer belga se inmoló en un atentado contra tropas estadounidenses cerca de Bagdad el pasado mes de noviembre, la prensa belga estaba muy sorprendida. ¿Por qué habría una ciudadana belga de enredarse en terrorismo-suicida en el lejano Irak? Cuando jóvenes franceses de los barrios periféricos de París se alzaron en una ola de violencia y destrucción contra el estado galo desde fines de octubre a mediados de noviembre, la prensa francesa parecía estar totalmente desorientada. ¿Por qué protestaban tan furiosamente en este momento los marginados de siempre? Cuando ciudadanos ingleses de ascendencia paquistaní hicieron estallar subtes en Londres el último julio, la prensa británica reaccionó con similar aturdimiento. ¿Cómo explicar que ingleses atentaran contra sus conciudadanos?

La raíz del problema aparente yace en la típica incapacidad de la prensa occidental en identificar claramente el componente islámico presente. Muriel Degauque, la belga arriba mencionada, además de haber nacido en Bélgica era una conversa al Islam, y fue en nombre de Alla que se mató a ella misma para matar a otros en Irak. Los famosos “jóvenes franceses” de la intifada parisina eran mayoritariamente musulmanes, además de haber nacido en Francia. Y los terroristas de Londres, además de ser ingleses eran musulmanes. Como también lo era Mohammed Bouyeri, el musulmán nacido en Holanda que asesinó a puñaladas en la vía pública y a plena luz del día al cineasta Theo Van Gogh el año pasado. Y como también lo eran los terroristas que atentaron en Madrid, Nueva York, Netanya, Chechenia, Sharm el-Sheikh, Ammán y en otras partes. El común denominador a todos ellos es su religión (islámica) independientemente de su nacionalidad (marroquí, saudita, palestina, iraquí, etc).

Parte de la confusión se debe a un enfoque distinto entre occidentales y musulmanes en torno a la organización de los grupos humanos en la actualidad. Tal como lo explica el orientalista Bernard Lewis en su libro La Crisis del Islam, en Occidente vemos al mundo dividido en naciones dentro de las cuales conviven diferentes religiones; mientras que los musulmanes ven al mundo dividido en religiones dentro de las cuales habitan distintas nacionalidades. Así, uno es primero musulmán y luego holandés, francés o belga. En Occidente se tiende a ver el asunto al revés: uno es holandés, francés o belga y luego musulmán, (o cristiano o judío, etc). De ahí la gran incomprensión en Occidente a propósito de las motivaciones –inexplicables desde esta perspectiva- de los terroristas islámicos. Sin la adición del elemento religioso resultaría prácticamente imposible entender racionalmente el hecho de que individuos de tantas y tan disímiles nacionalidades se vean cada vez más enredados en actos de terror anti-occidental.

Richard Reid es un británico que ocultó explosivos en la suela de sus zapatos con el objeto de hacerlos explotar durante un vuelo París-Miami. Steven Smyrek es un alemán reclutado por el Hizbullah para atacar a israelíes. Domenico Quaranta es un italiano condenado a veinte años de prisión por incendiar una estación de subte de Milán e intentar atacar templos griegos en Sicilia. Clement Rodney Hampton-el, es un norteamericano que participó del plan de hacer estallar el World Trade Center. Pierre Richard Robert es un francés condenado a cadena perpetua por haber planeado atentados terroristas en Marruecos. Lo que tienen en común todos ellos no es su nacionalidad (el hecho de que sean alemanes, franceses, norteamericanos, etc, que de hecho no la comparten), sino su religión (pues todos ellos son conversos al Islam). Es decir, son miembros de una sola grey, la Fe musulmana, independientemente de que sus pasaportes hayan sido emitidos en tal o cual país. Advirtiendo entonces la existencia de un común denominador que los aglutina en una religión única -religión que parece estar en colisión con el resto del mundo y muy especialmente con los occidentales- vemos pues el hilo conductor que enhebra los atentados en Medio Oriente, Europa, EE.UU. y otros lugares en una misma red de violencia global. Los perpetradores de todos estos atentados cometieron sus actos de terror no por ser ingleses, holandeses o italianos, sino por creer firmemente en las consignas jihadistas del Islam fundamentalista.

Así es que cuando nos enteremos de próximos atentados (¿que duda cabe que los habrá?) lo primero que debemos observar es la religión de los partícipes, al margen de su nacionalidad. Si resultara que la absoluta mayoría de ellos comparten la Fe, y si resultara que dicha Fe es la islámica, y si resultara que este patrón se viene repitiendo ya por varios años, entonces deberíamos tener la voluntad de remover los velos que cubren nuestros ojos (y en el caso de los periodistas, los burkas que cubren la totalidad de sus cerebros) y reconocer que detrás de todos estos atentados-suicidas que cada vez con mayor estupor presenciamos se encuentra una cuestión de religiones –y no de nacionalidades- enfrentadas.

Se podría decir que es tan solo una cuestión de perspectiva. Más se trata de una perspectiva vital si aspiramos a comprender la dimensión terrorista de la realidad geopolítica actual.

Diciembre de 2005
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