Hace algo mas de un año el 20 de Setiembre del 2004 en un desfile militar para conmemorar la Guerra Sagrada que enfrentó a Irán e Iráq, entre 1980 y 1988, se leyó un mensaje que no dejaba lugar para suspicacias: "El régimen sionista ha transformado un pequeño territorio en un gran arsenal de armas nucleares, químicas y bacteriológicas. Israel, el hogar de las armas de destrucción masiva, debe ser borrado del mapa". Y como demostración de esa voluntad se exhibían los misiles Shahab I, II y III; éste último con un alcance de 1700 kilómetros. Kamal Kharrazi, en aquel entonces ministro de Relaciones Exteriores de Irán, en un encuentro con Javier Solana, jefe de Política Exterior de la Unión Europea, declaraba que "Irán es un país poderoso en el campo nuclear y no negociará bajo la presión de ningún otro país poderoso". En ese mismo encuentro Solana respondió que "la Unión Europea desearía una respuesta positiva sobre la cuestón nuclear con Irán". Y agregó que "Irán tiene (tiempo) hasta Noviembre para convencer a la Comunidad sobre sus intenciones pacíficas en la materia". Pués bien, ha pasado mas de un año, ha pasado el plazo dado por Solana para demostrar "sus intenciones pacíficas en la materia" e Irán se ha convertido en el máximo quebradero de cabeza, no solo para Estados Unidos e Israel sino también para Europa Occidental. Muy hábilmente, Irán ha entretenido con argumentaciones bizantinas a los negociadores de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), mientras acrecentaba cada vez mas sus posibilidades nucleares. Luego de meses de negociaciones infructuosas entre la Unión Europea e Irán, ya resulta poco probable que las divergencias entre Occidente y el régimen de Teherán por el programa nuclear se resuelva con alguna fórmula "equitativa" para las partes. La fecha clave ahora es el 24 de noviembre, día en el que la OIEA debe presentar su nuevo informe sobre las capacidades nucleares de Irán. De no encontrar respuestas positivas y convincentes, la OIEA podría recomendar al Consejo de Seguridad de la ONU la imposición de sanciones a Irán o, inclusive, otras resoluciones aún más duras tomando en cuenta que las palabras que acompañan a ese programa atómico del régimen de los ayatholas ha dejado de lado los eufemismos: "Hay que borrar a Israel del mapa"; "Muerte a Israel, muerte a América"; "Si Dios quiere, seremos testigos de un mundo sin Estados Unidos y sin la entidad sionista", que por cierto no ayudan a aventar los temores crecientes de Jerusalem y Washington. A eso hay que agregar las últimas manifestaciones del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, en las que defiende enfáticamente el derecho de su país a seguir adelante con sus proyectos nucleares, diga lo que diga Occidente: "Irán proseguirá las actividades en las instalaciones de Isfahan. No se admiten dudas. Los occidentales no podrán arrebatar al pueblo iraní lo que ha conseguido con sus esfuerzos", dijo Ahmadineyad ante un grupo de Basij, la milicia paramilitar formada por estudiantes. Parecería que el presidente Ahmadineyad hubiera querido aprovechar el momento de debilidad por el que atraviesa el inquilino de la Casa Blanca y reafirmar una posición fuerte en su programa nuclear atacando a los mayores oponentes al mismo, EEUU e Israel. Pero ha cometido un error y su canciller Manouchehr Mottaki tuvo que salir a aclarar que las expresiones vertidas correspondían a la retórica para consumo interno del régimen y sin ningún propósito de atacar a Israel. Pero Bush no está tan debilitado como él pensaba, y ni Bush ni Sharon se darán por satisfechos ahora con las rectificaciones, púes ambos saben que la debilidad es peligrosa objetivamente y como percepción por los demás. Porque cuando no se disuade, se alienta.
A ésta altura del partido los Estados Unidos e Israel se han convertido en algo más que una pareja de hecho y se han vuelto a estrechar la mano. Los acontecimientos confirman que se necesitan mutuamente. EE.UU. e Israel no están dispuestos a cruzarse de brazos y refuerzan su cooperación militar. Israel nunca ha reconocido y, tampoco negado, ser la única potencia nuclear del Medio Oriente, pero todo indica que está determinada a seguir siéndolo, y ser la única garante de la estabilidad de la región; y ésta visión está compartida por los Estados Unidos. Tanto el gobierno israelí como el de Washington, están empeñados en poner fin a la carrera atómica iraní. Los servicios de Inteligencia israelíes y norteamericanos y sus responsables militares trabajan juntos en el diseño de un plan de acción inmediato para, llegado el caso, lanzar ataques quirúrgicos relámpago contra las instalaciones nucleares de Irán.
Israel cuenta con 5.000 bombas anti-bunker inteligentes de 250 y 500kg dirigidas por satélite israelí, de las cuales 500 son Blu-109 de una tonelada de peso y capaces de destruir centros atómicos bajo tierra o atravesar paredes de cemento de dos metros de espesor. Un ataque por el estilo fué realizado por la aviación israelí en junio de 1981 contra la central nuclear de Osirak, cerca de Bagdad, pero ese tipo de estrategia no es repetible pués ese precedente ha sido tomado en cuenta y las instalaciones nucleares iraníes están diseminadas en bunkers por todo el país. Aún así, la opción militar es cada vez más real. Siendo que para muestra basta un botón, el ministro de Defensa israelí, Saúl Mofaz, que es de origen iraní, y habla en farsi por radio en ondas que se captan en Teherán, ha anunciado que su país tomará las medidas necesarias para que, en caso de lanzar ataques relámpago y quirúrgicos, la población civil no resulte dañada.
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