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Periódico Judío Independiente
CORREO DE LECTORES
Reflexiones en voz baja
El espanto, por muy tremendo que sea, no deja de incorporarse a la rutina. Hemos de acostumbrarnos a todo si pretendemos sobrevivir. No digamos ya no enloquecer, porque no puede ser muy cuerdo, estar en sintonía con el mundo, que no es precisamente cuerdo, pero sí sobrellevar una alienación en consonancia, por lo menos, con la que porta el vecino y el conjunto social por extensión.

Uno, sólo uno, de cada uno de los inmigrantes ilegales, o los que aspiran a serlo a riesgo de sus vidas, debiera conmovernos al extremo. Cada una de estas caras, cada historia individual, cada drama, debiera parar las rotativas. Pero no, uno se sienta frente al diario, se pone contento porque por fin va a jugar Messi, triste porque perdió algún tenista compatriota, saltea sin siquiera una mueca los titulares de atentados, al fin de cuentas es la cuota diaria, (son números, son ellos, otros, lejos, no nos contamina), se entera de la última patraña de cada nacionalista, etarra o quienes ahora roban titulares, mira de soslayo alguna foto de bebés traídos en pateras, todos ellos saben que mueren más de los que llegan, será entonces tal vez su propia culpa, quizás se lo buscaron.

El notidiario muestra videos de cámara infrarroja de centenares lanzándose a traspasar las vallas en Ceuta y en Melilla, tiroteados de ambos lados, con bolas de caucho o balas de verdad, según cada cual toque, pasaron años vagando por el África, impulsados por el hambre y el terror, utilizados y forreados por varias clases de negreros, caer del lado bueno, los más, algunos para siempre, otros se levantan y volver a huir, si antes de los malos, ahora de los menos malos. Heridos, golpeados, pasados por el hambre y la intemperie, escondidos que estuvieron meses en los bosques aledaños, donde sólo les acercan alimentos algunas ONG caritativas, que muchas veces involuntariamente denuncian su posición a la policía, en el lado bueno hay por lo menos un tazón caliente y curación para sus manos lastimadas. Hay agua, tanta, que hasta brota asombrosamente en las letrinas, cosa de blancos. Los más, ellos lo saben, serán devueltos a su origen, previo paso por otros campos, previo alojamientos temporarios, donde se come, eso sí, todos los días y eso no es poco.

Si cuento que voy a referir lo que en la revista de El País cuenta Maruja Torres no estoy cometiendo plagio. Cuenta lo que a ella le cuenta Herberth North del Independent de Londres, donde un señor, un tal Manuel Bravo, ha decidido poner fin a sus pesares y se quitó la vida. Éste por lo menos tuvo un nombre, su historia personal está reflejada en los periódicos y en esta trascendente nota, que también tiene sus fieles. Me recuerda esa triste canción de Joan Manuel (y claro, Serrat, ¿o es que hay otro?)... se llamaba Manuel, nació en España otra historia de suicidio. Pero, este Manuel no era español y ni siquiera blanco. Huyó de Angola, donde sus padres fueron asesinados y él mismo por activista corría peligro (ojo, no sé ni quiero saber, activista de qué era, me da absolutamente igual, pensara el occiso lo que pensare o todo lo contrario). Pidió refugio en Inglaterra donde vivía de modo ilegal. Entre tanto su mujer regresó a Angola y fue detenida, aunque luego recibió asilo en otro país. Bravo fue confinado a un campo de refugiados de los muchos que hay por la civilizada Europa y su hijo dado en guarda a una familia inglesa. Cuando le llegó la orden de deportación para él y para su hijo, Manuel sacrificó su triste vida para que su hijo pueda seguir viviendo en Inglaterra, por lo menos hasta los 18 años, en que podrá pedir asilo. Las leyes de inmigración de Tony Blair son duras... (a éste, Tony, te lo cargaste, andá llevando cuenta).

Así que cuando ese otro tipo mirando fijo a la cámara, quizás porque no sabía si de ella provendrá otro peligro, o si eso que le apunta también dispara, cuando dijo “si me vuelven a Marruecos me suicido”, caray, pues yo le creo.

Esto va mal, pero podrá seguir empeorando.

Curiosamente, repasando las soluciones que los ocurrentes decidieron, veo una que me parece razonable, mejor aun que elevar las vallas, mejor que poner 600 efectivos y sus perros entre ambas alambradas, mejor que pedir al cómplice gobierno marroquí que los frene antes (cuestión de imagen, señores, barran ustedes su basura), mejor aun que patrullar los mares (estos tipos se quieren venir hasta nadando). La encuentro en un diario reputado como de derechas, si es que hoy esos términos definen algo. Quizás haya llegado el tiempo de dejar Ceuta y Melilla, se plantea el periodista. Claro, negociemos algo a cambio, protejamos los intereses españoles, pero desde la misma publicación que se rasga vestiduras por el desmembre que los catalanes se proponen, proviene esa colosal idea de abandonar esos reductos coloniales. Pero no ha tenido repercusión, nadie responde, ni yo siquiera. Tal vez, en el fondo, muchos se estén beneficiando con el estado actual de todas estas cosas.

Pedro Klinger
Ibiza, España

Octubre de 2005
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