Comunidades


Periódico Judío Independiente
El 9 de Ab en nuestros días
Por Rabino Yerahmiel Barylka (Jerusalén)
Escribo estas reflexiones en la ciudad de Yerushalaim, a pocas cuadras del Monte del Templo, en el día del Ayuno del Cuarto mes. A escasos días de la gigantesca manifestación que hicieron quienes se oponen al desalojo de los residentes israelíes de la Franja de Gaza, contraviniendo los permisos policiales. Marcha que terminó mejor que lo que había comenzado. Este es día de reflexión. Cuando me deseaban tzom kal, un ayuno liviano, en un día de mucho calor, contestaba, tzom mashmauti, que tengamos un ayuno significativo. Que trascienda la abstención de la ingesta.

Estoy perturbado por la animadversión que sienten quienes están a favor de las decisiones del primer ministro Ariel Sharon contra sus oponentes y de estos a los primeros. Cuando comenzaba a percibir que el resentimiento entre observantes y no observantes estaba amainando, el conflicto por la salida de la Franja de Gaza, avivó las llamas de esta lucha que aunque atraviesa las barreras de la fe, le da un tinte de enfrentamiento entre dos escuelas, la religiosa y la atea. Enfrentamiento que trasciende la controversia y se convierte en odio. Es muy triste, pero, aún no hemos aprendido a respetar el pensamiento del otro, y tampoco hemos cultivado la tolerancia, para poder criticar con altura a quienes están en desacuerdo con nosotros. No se pueden arrancar las cintas azules, no se pueden arrancar las anaranjadas, que permiten identificarse con uno u otro bando, pero, se arrancan o se colocan sin pedir permiso de los propietarios de los automóviles, muchas veces dañándolos. Los publicistas de ambos bandos consiguieron pintar colores en la paleta del odio, como si tuviesen un significado mayor que su propio espectro. Hasta hay personas que han quitado de sus guardarropas los colores del conflicto y diseñadores que se apuraron a pintar con colores nuevos el taled ritual. La pasión es tal, que muchos han olvidado el motivo de la controversia. Niños y niñas son usados por ambos bandos, en una escuela que si se llevara a cabo con más cuidado sería una maravillosa muestra de civismo. Pero, no es así. La escuela de civismo nada tiene. No se puede hablar de “ellos” y “nosotros”, cuando, el presente y el futuro del país están en juego. Un país no puede vivir así. Una sociedad no puede desarrollarse cuando, enfrascada en dicotomías, cae en el odio gratuito. No se puede llamar a la desobediencia civil, no se puede manifestar contra la ley. No se pueden organizar marchas para provocar contramarchas. No se puede obligar a los soldados a golpear a sus familias, ni las familias pueden exigir la desobediencia enviando a sus hijos a provocar a sus hermanos, tíos y primos que visten el uniforme. A la intolerancia de la derecha le corresponde la intolerancia de la izquierda, igual que ayer y que anteayer, la de la izquierda se enfrentaba con la de la derecha, como si nada hubiera sucedido en los casi 2000 años que contamos después de la destrucción.

Todos los israelíes somos responsables. Todos los judíos somos garantes, como solidarios son, sin percibirlo, todos los seres humanos, con el odio gratuito que provoca tanta muerte y destrucción.

Las faltas que se cometen en la Tierra de Israel son más graves que las que se hacen en el destierro y por ellas se paga un precio terrible, si no se enmiendan totalmente. Es el odio gratuito el que destruye. Es el amor gratuito el que resana.

La lectura de la Torá que hacemos en el Ayuno del Quinto Mes, Tisha Beav, nos previene contra las acciones que pueden producir el destierro: “Cuando hubiereis engendrado hijos y nietos, y hubiereis estado largo tiempo en la tierra, y os corrompiereis e hiciereis esculturas a semejanza de cualquiera cosa, e hiciereis lo que es malo a los ojos de H’, tu D’s, para enojarlo, pongo hoy por testigos a los cielos y a la tierra de que bien pronto os extinguiréis de sobre la tierra adonde vais”… (Deuteronomio, 4:25). Es un cruel recordatorio en un día particularmente difícil en el que perpetuamos una serie de tragedias que nos han ocurrido en la historia: La pérdida del Primer y Segundo Templo, la destrucción de Betar, la exclusión de los judíos de Inglaterra por el Rey Eduardo I, y la expulsión de los judíos de España, entre los más conocidos.

El exilio que provoca desarraigo y la pérdida de la cultura y la identidad, no se reparan mágicamente. Se llevan, se arrastran, aún cuando se regrese físicamente a la Tierra Prometida, si uno continúa comportándose enajenado, viviendo en el destierro espiritual.

El Segundo Templo fue destruido, pese a que los judíos de la época observaban muchos preceptos, porque en esa época había odio gratuito. Pareciera ser raro que alguien pudiera odiar sin causa. Lo que sinat jinam desea significar, es que no había causa suficiente para odiar al prójimo, aún cuando uno no estaba de acuerdo con él o si le había provocado algún daño o si se enojaba con él. Odio es otra cosa.

El Jazón Ish, solía decir que ¿acaso es tan fácil elaborar las cualidades, la arrogancia, los celos, el deseo, que cada uno pide que el otro las procese, pero no él mismo? Uno se juzga benévolamente a sí, y critica acerbamente a su prójimo. Y me permito agregar, odiamos irracionalmente.

No se puede plantar un árbol usando un hacha que lo corta de sus raíces, ejemplificaba un pensador, al referirse a que pedimos Su ayuda todo el día, pero, no hacemos nada por lograrla.

“Cuando te vieres en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, entonces en los postreros días volverás al Eterno, tu D’s, y le obedecerás. Porque H’, tu D’s, es un D’s misericordioso, no te dejará caer, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que juró a tus padres” continúa la lectura matinal del 9 de av. Y, los actuales son días de angustia. Son días de muertes gratuitas. De desconexiones, que no deben ser desuniones, y que deben imperiosamente convertirse en enlaces nuevos. Son días del obligatorio cumplimiento del pacto. ¿Pero, como pedir que se cumpla si no aprendimos cumplir con nuestra parte?

La tarea no es fácil, pero, tampoco es imposible. De nosotros depende que se cumplan las profecías de Zejariá en el capítulo 8: “Así ha dicho H’ de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, se convertirán para la casa de Iehudá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz”.

Amemos la paz y la verdad dice el profeta. Amemos la paz con el prójimo amándolo aún cuando no estamos de acuerdo. Es hora de reconstruir el Templo. Debemos comenzar por componer nuestro Hogar. Quiero alcanzar a ver los ayunos convertidos en fiesta en nuestros propios días. En gran parte depende de nosotros.

Agosto de 2005
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