Comunidades


Periódico Judío Independiente
Bernardo Kliksberg,
Premio AMIA 2004.

Por Moshé Korin
Transcurrimos nuestros presentes en un mundo donde es imposible no ver el dolor de la miseria. Este dolor se palpa al caminar por las calles de nuestra ciudad y al cruzar nuestra mirada con los ojos desesperados de niños pequeños que nos piden una moneda. Aquellos ojos nos muestran la tristeza más cruel: no pueden mirar al futuro. Aquellos diminutos ojos sin rumbo que vemos diariamente, suman una cifra que no puede más que dar escozor: pertenecen al 75% de los menores de 18 años que están debajo de la línea de pobreza.

Menos visibles y más sigilosos, son los pasos de otros padeceres: la clase media empobrecida, aquella a la cual se ha denominado “nuevos pobres”. Son aquellos que producto de la década de los 90 han visto oscurecida su posibilidad de progreso y realización, cuyo impacto en nuestra comunidad, ha sido imposible desconocer.

¿Cómo no indignarse? ¿Cómo no buscar por todos los medios los modos de cambiar la tristeza de este escenario? ¿Cómo no intentar develar y proponer resoluciones urgentes al “enigma”? Tales han sido las preguntas que habitan los libros, las palabras y el espíritu de un hombre que ha abocado su vida a transitarlas y dar respuesta a ellas: Bernardo Kliksberg.

En uno de sus libros, ha escrito alguna vez las siguientes palabras que testimonian la interrogación que ha guiado sus pasos:

“¿Seguiremos en esta pasividad culpable frente a tanto sufrimiento o pondremos en marcha la indignación que pregonan los textos bíblicos frente a las grandes injusticias éticas?”.


Este hombre, a la impotencia frente al desolador espectáculo diario de la pobreza y la desigualdad, le ha opuesto la potencia del pensamiento; a las anónimas cifras que brinda una economía que se pretende objetiva, le ha opuesto la inclusión en sus cifras de algo que no es mero número, ni variable sino la condición del análisis económico: lo humano.

Este hombre que ha alcanzado cinco títulos universitarios, entre ellos dos Doctorados en Ciencias Económicas y Ciencias Administrativas, que ha sido asesor de organismos tales como la ONU, el BID, UNESCO, UNICEF, OIT, OEA y La Organización Panamericana de la Salud, al que tanto le debemos por su imprescindible aporte al área de Desarrollo Social dentro de la AMIA, que ha escrito cerca de 40 libros, ha dedicado sus días hechos de estudio, palabras y letras, a sembrar y fortalecer los valores humanos contenidos en el judaísmo, en cuyo seno radica la potencia que podrá saldar las deudas éticas que poseen nuestros tiempos actuales.

Tal como afirma Kliksberg “en el mundo hay sed de ética” y a aquella sed, su pluma y palabra responden con el manantial de la ética bíblica y con la claridad y pureza que brota de nuestros maestros. Aquella sabiduría nos hace saber que la pobreza no se reduce a un problema socioeconómico, sino que atraviesa una hebra fundamental de un deber humano: la equidad y la justicia. Nuestro hebreo posee una palabra para enunciar este deber: tzedaká, cuya raíz tzedek, refiere la raíz de los actos judíos: la justicia. Aquellos actos no responden jamás a una sobreprotección, o victimización del otro quitándole dignidad, sino que aquello que nutre los actos judíos es precisamente ofrecerle al otro las posibilidades para que pueda valerse por sí mismo. Si el Talmud nos dice que los hombres somos responsables el uno por el otro, es precisamente porque somos responsables de otorgarle por todos los medios a nuestro alcance -que no incluyen tan sólo los materiales, sino también espirituales- las condiciones para que el otro pueda autosostenerse.

A introducir actos que reflejen este imperativo ético, ha dedicado sus días Bernardo Kliksberg.

En su libro “Más ética, más desarrollo”, interpela al lector con estas palabras:

“ La voz de los profetas se levanta en la Biblia para exigir: “No habrá pobres entre vosotros” (Deuteronomio, 15:4). No es una voz de oráculo, sino una exigencia moral. Está señalando: depende de la comunidad organizada y de cada persona, eliminar la pobreza.”


Pero Kliksberg no solamente se ha abocado a reintroducir el pacto ético con el otro, tal como nos lo ha legado la Biblia, en tanto valor en sí mismo, sino que ha demostrado a partir de minuciosos análisis e investigaciones que es el medio privilegiado para el desarrollo económico.

Emprendiendo así, un embate humanista y científico contra la visión economicista y reduccionista que caracteriza al hombre como un ser egoísta, individualista que tan sólo busca su máxima ganancia. Imagen que ha quedado cristalizada en la legendaria figura del Homo Economicus, concepción que tilda todos los aspectos humanos tales como la solidaridad con el prójimo, la cultura, la ética, como resabios románticos de un sentimentalismo utópico ajeno a la realidad.

La obra que ha labrado Bernardo Kliksberg posee un signo singular, mas no enigmático: el pensamiento judío, la ética judía y la tradición judía, no se circunscriben a los problemas de su pueblo, sino que a partir de aquella savia ha hecho proliferar y multiplicar el mensaje judío a la humanidad toda. Ha trasmitido las voces que anidan en nuestras raíces, para hacerlas oír y aplicar a lo humano en su conjunto, sembrando así un preciado tesoro capaz de cambiar el rumbo de la historia presente y futura.

El mundo ha inaugurado desde hace poco un nuevo milenio, sin embargo las cifras de la desigualdad, de los conflictos armados, de la pobreza, en pocas palabras: las cifras del sufrir humano, han ido en aumento. Éstas nos advierten una verdad fundamental de cuya sordera se deberá rendir cuenta a las generaciones futuras: el olvido de la ética sólo nos conduce al retroceso.

Haciendo entrega del Premio AMIA 2004 se ha querido resaltar y agradecer el pensamiento y la acción de este hombre que incesantemente brega por otro futuro posible, recordándole al mundo que el olvido de la ética, es el olvido del progreso.

En un emotivo y concurrido encuentro se hizo entrega del Premio AMIA 2004, hicieron uso de la palabra el Obispo Jorge Casaretto, Presidente de Caritas Argentina; Dr. Daniel Filmus, Ministro de Educación de la República Argentina; Lic. Jorge Telerman, Vice Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; Lic. Abraham Kaul, Presidente de AMIA y el Homenajeado.

Enero de 2005
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