Comunidades


Periódico Judío Independiente
Demasiado Silencio
Por Dr. Alberto Jorge Rotenberg
Luego del genocidio nazi del siglo pasado, todo parecía indicar que el ser humano había cruzado el límite de la locura, y que además se había percatado de ello. Como consecuencia, parecía impensable que algo similiar pudiera volver a ocurrir, o que aquellas personas que aun intentaren sostener o predicar esa nefasta ideología -si es que alguna osare hacerlo-, no sólo que no iba a generar ningún tipo de apoyo, sino que recibiría las más enérgicas condenas de todo el espectro político y social.
Pues los que pensaron así, se equivocaron.
En Alemania se ha registrado un creciente apoyo a los partidos de extrema derecha, que han resultado exitosos en las recientes elecciones realizadas en Sajonia y Brandeburgo. Por otra parte, se está verificando en aquel país una extendida difusión y transformación de la simbología nazi en una moda juvenil, a partir de la imagen de Hitler. Por ejemplo, la marca de diseño de pullovers y chaquetas “Thor Steiner” utiliza distintivos de las unidades especiales hitlerianas de los “lobos feroces” y otros por el estilo. Se observa una forma de protesta extendida y de vida juvenil que se conoce como “cultura pop dark”, en la cual antiguos dioses germanos de la guerra, imágenes y símbolos nazis, la misma figura de Hitler, se convierten en vestimentas y música rock.
Frente a estas expresiones, los grandes partidos, la prensa, los intelectuales y la opinión pública alemanes no atinan a reaccionar en forma unidireccional; mientras algunos tienden a minimizar los acontecimientos, entendiendo que se trata de un fenómeno “frágil” que se agotará en algún momento, otros advierten que se trata de insinuaciones peligrosas que es necesario combatir hasta que desaparezcan.
Para los judíos en especial, estos acontecimientos producen estupor y escalofríos. ¿Por qué? En primer lugar por los millones que desaparecieron asesinados por esos criminales. En segundo lugar, por la forma calculada y cruel en que se perpetró la masacre.
Por su parte Francia, país que muestra un elevado nivel de antisemitismo, acaba de dar un claro mensaje de discriminación e intolerancia legislando acerca de la prohibición de usar determinados atuendos que denotan una profesión religiosa. ¿Cómo imaginarse que en un estado europeo culto y avanzado algún día un judío puede meterse en problemas por el solo hecho de llevar su kipá?
El primer ministro israelí exhortó a la comunidad judía francesa a abandonar el país y emigrar a Israel. Es importante cuestionarse cuántos judíos franceses pueden sentirse afectados por el peligro que representan los reiterados ataques antisemitas que ocurren allí, y también cuántos necesiten abandonar su lugar de residencia si se ven impedidos de usar su kipá.
En ocasión de los actos de Rosh Hashaná el presidente de la AMIA exteriorizó su preocupación por el elevado índice de casamientos exogámicos, que en Buenos Aires puede alcanzar al cincuenta por ciento de las parejas, y en el interior aún más. Y además reconoció el propio fracaso de las autoridades de la institución para revertir esta tendencia.
Los judíos que se asimilan no son deportados en trenes atestados, ni son sometidos a trabajos forzados, ni encerrados en cámaras de gas, ni arrojados a fosas comunes. Ellos “desaparecen” de la vida judía por su propia voluntad. Tampoco se angustian frente a una eventual prohibición de andar con su kipá puesta, ya que raramente la usan.
¿Cómo reaccionamos frente a estas desapariciones? ¿Las aceptamos mansamente, porque su causa no es provocada de afuera? ¿Nos limitamos a reconocer su existencia, sin actuar?
Hay quienes luchan contra este “genocidio silencioso” de la asimilación, y con buenos resultados: la cantidad de gente que se acerca al camino de la Torá también es cada vez mayor. Por citar sólo dos casos, Jabad Lubavicth desde hace varios años viene ocupando “lugares institucionales” que van quedando vacíos, es decir que, además de sus propias sedes, asumen la conducción de entidades que han dejado de funcionar, o están en crisis, o simplemente se movilizan en busca de los miembros de nuestra comunidad que necesitan desde comprar matzá hasta colocarse tefilín, sin olvidarse de su propia editorial. Otro modelo de crecimiento vertiginoso es la Comunidad Sucath David, con múltiples propuestas para cada miembro de la familia, con cursos para hombres y mujeres, estudio de Torá a domicilio, almuerzos empresarios, edición de revistas, libros y juegos infantiles, y que además acaba de inaugurar un nuevo salón de rezos para albergar a las cientos de personas que concurren allí diariamente: no es fácil encontrar ni siquiera en Eretz Israel una institución con la cantidad de minianim diarios como hay en Sucath David, es decir que desde bien temprano en la mañana cada diez o quince minutos se van conformando grupos de al menos diez personas que posibilitan “hacer tefilá con minián”.
Por esto mismo, las autoridades de la AMIA deberían implementar, sin demoras y sin temores, políticas de claro apoyo a las insitituciones que trasuntan el camino de la observancia de nuestros preceptos. Si en vez de centrar la mirada en el déficit económico se enfocara el déficit espiritual, los porcentajes de asimilación serían notoriamente inferiores. Y este cambio debería comenzar “en casa”, es decir, sus decisiones y actividades deben tener en cuenta el respeto de nuestros libros sagrados.
Hay que tomar conciencia que el “genocidio silencioso” parece que duele menos, pero mata igual.

20 de Octubre de 2004 - 5 de Jeshvan de 5765
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