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Periódico Judío Independiente
Guerras Olímpicas
Por Julián Schvindlerman
Especial para Comunidades

Aconteciendo como ocurrió –mas o menos al mismo tiempo en que los iraníes anunciaron que se reservaban el derecho de atacar preventivamente a Estados Unidos e Israel si éstos continuaban insinuando que demolerían el reactor nuclear de los mullahs, en que los egipcios acusaron a los israelíes de libelos de sangre medievales en las portadas de sus diarios, en que los jordanos estaban comprando alta tecnología misilística norteamericana, y en que los sirios prohibieron a un barco extranjero amarrar en sus puertos por haberse detenido previamente en Israel— el incidente no debería merecer demasiada atención.

No obstante, la decisión del judoca iraní Arash Miresmaeili de abandonar los juegos olímpicos con tal de no enfrentarse a un atleta israelí invita a comentar al menos sobre la incesante batalla árabe/musulmana contra Israel; la que, además de contiendas bélicas, campañas terroristas, ofensivas diplomáticas, boicotts económicos, y difamación mediática, parece haber permeado el campo deportivo también.

El atleta, que además era el abanderado de la delegación iraní, dijo al servicio de noticias de su país “me rehuso a luchar contra mi oponente israelí para simpatizar con el sufrimiento del pueblo de Palestina.” Esto disparó loas inmediatas por parte del establishment iraní (con el cuál la decisión ha de haber estado obviamente coordinada): el presidente de la república islámica dijo que el hecho sería “grabado en la historia de las glorias iraníes”, el vocero del parlamento iraní lo felicitó por su “valiente decisión” la que “promovería su posición en el corazón de los musulmanes”, y el titular de la delegación olímpica iraní recomendó se le otorgara un premio de $115.000 (dólares), cifra equivalente al premio de medalla de oro.

Claro que esta no es la primera vez que atletas israelíes son boicoteados por los árabes y los musulmanes. Franklin Foer documentó algunas instancias en el Wall Street Journal. En 2001, un judoca israelí logró avanzar en los torneos de competición debido al ausentismo de los contrapartes iraníes. Inicialmente Jordania decidió no permitir el ingreso de esgrimistas israelíes durante la Copa Mundial de Esgrima del presente año, pero finalmente cedió ante la presión internacional. En 1962, Indonesia prefirió cancelar los Juegos Asiáticos antes que aceptar participación israelí, así como los libios desistieron de candidatear a su nación como anfitriona de la Copa Mundial de Fútbol para el 2010 cuando la Federación Internacional de Fútbol solicitó garantías de que los jugadores israelíes recibirían visas de ingreso. Recordemos que la Libia del coronel Qaddafi no permitió que ajedrecistas israelíes aterrizaran en Trípoli donde el Campeonato Mundial de Ajedrez tuvo lugar unos meses atrás. En 2002, la Federación Árabe de Fútbol propuso que se prohibiera la participación israelí en todos los partidos de fútbol internacionales. En 2003, Argelia y Arabia Saudita se rehusaron a competir con Israel en fútbol y tenis durante las Olimpíadas Especiales de Irlanda. El mismo año, el tenista saudita Nabil Al-Magahwi rechazó jugar contra su par israelí durante el Campeonato Mundial de Tenis de Mesa en París, razón por la cuál recibió un certificado de Yasser Arafat “del que estoy muy orgulloso”, tal como él dijera.

Por supuesto que todo esto refleja una evolución apreciable desde los tiempos en los que los atletas israelíes eran directamente asesinados en las olimpíadas. Durante los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, terroristas palestinos evitaron a sus hermanos árabes tener que enfrentarse a la decisión de boicotear a sus contrincantes israelíes, al secuestrar y luego matar a la totalidad de la delegación deportista israelí. Y así como hoy los iraníes recompensan materialmente el “heroísmo” de los suyos, en su oportunidad el presidente libio donó $50 millones a la OLP por llevar a cabo la operación y un bonus de $5 millones a los hombres que participaron en ella.

Esta ha sido, pués, la contribución árabe/musulmana a los juegos olímpicos; el más importante encuentro deportivo de la humanidad, una gran ocasión para celebrar la fraternidad universal a través de la sana competencia. El Comité Olímpico Internacional debería sancionar -en lugar de absolver- a Irán y demás naciones árabes y musulmanas por violar el protocolo olímpico al politizar los juegos. Aunque quizás esto sea mucho pedir a oficiales que por años han permitido a los asesinos de atletas israelíes enviar su propia delegación de deportistas a desfilar orgullosamente durante la inauguración de las olimpíadas en representación de un estado inexistente.

25 de Agosto de 2004 - 8 de Elul de 5764
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