Don Eliezer Kliksberg, con más de noventa años de edad, y más de medio siglo de incesante actividad en nuestro ishuv, es símbolo y ejemplo de una generación de hombres y mujeres que llegaron del shtetl de la Europa oriental con el rico bagaje del respeto a las tradiciones judías, la devoción por la organización de la vida comunitaria y el acervo cultural.
En lo material eran pobres, pobrísimos en algunos casos. Pero esa riqueza del espíritu sería siempre su gran capital.
De aquella realidad de sus primeros años, nos va a contar que su padre, un ieshive bújer (alumno de academia talmúdica) de aquel shtetl —Biala Podlaska— había sido su primer maestro. Un maestro que había pasado años comiendo cada día en otra parte y durmiendo en un duro banco; incluso calzando el único par de zapatos durante diez años, aunque los pies crecieran y los zapatos comenzasen a apretar. Pero las energías estaban puestas en el estudio de la Torá.
Estudiar la Torá no sólo importaba más que comer o dormir, sino que era la más grande delicia a la que se podía aspirar. Porque el estudio de la Torá brindaba el sentido de la vida, y en su aprendizaje descansaba toda la Humanidad.
Ese aprendizaje es el que su padre le transmite a él, en un cuarto con cinco habitantes y en una cama que de niño debió compartir con sus progenitores. Poco tiempo le quedaba al niño Eliezer para dormir, ya que la noche era el momento en el que su padre le impartía las primeras enseñanzas del Talmud, de la Mishná, de la Guemará y hasta de la Cábala.
Ya desde muy niño comenzaron sus lecturas —textos que no se podía comprar, sí pedir prestados en la biblioteca del pueblo—; en idish y en polaco, a un promedio de diez libros semanales. Así, es ya en la juventud un “folkintelligent”, literalmente “intelectual del pueblo”. Ese gran patrimonio, esa vigorosa y ascendente riqueza espiritual sería su bagaje excluyente al llegar a Latinoamérica.
Formó aquí una familia ejemplar en todo sentido. Su esposa Clara* (z“l), escritora y poetisa, cuyo lema era “firme y adelante”, sus hijos, todos profesionales de renombre y requeridos incluso por organismos internacionales de la talla de las Naciones Unidas; sus nietos, también fieles al legado familiar en el ishuv.
Un nuevo libro
Don Eliezer Kliksberg nos entrega ahora un nuevo libro de su autoría. Se trata de sus reflexiones sobre un tema capital: “¿Cómo recuperar el sentido de la vida?”. Aquí la mirada que interroga se posa sobre los temas más diversos: desde las históricas acusaciones de la Iglesia Católica contra los judíos hasta la autocrítica del Papa Juan Pablo II; desde la falta de lógica en hechos de la historia que cambiaron el rumbo de la misma hasta el exabrupto antisemita de Zhirinovsky; desde la lógica de Aristóteles al altar de Voltaire; desde las falencias comunicacionales de la televisión a la prolija redacción del “Forward” (periódico norteamericano en idish); desde la persecución al Pueblo Judío, pasando por la Shoá y la inmigración a Latinoamérica hasta el atentado contra la AMIA; desde Spinoza y Shabetai Tzvi hasta Tolstoi y Dostoievski.
Como nuestros Profetas, también Don Eliezer nos hace llegar la advertencia junto a la promesa. Nos advierte del peligro de la medianía de la hora y de la cotidiana complicidad con un exacerbado materialismo. En una época en que la bulliciosa multitud parece haber ensordecido, la voz de este lúcido y comprometido autor suena como advertencia profética, como voz en el desierto.
El mundo no puede existir –es el mensaje de Eliezer Kliksberg— sin fe en Dios, y sin un temor reverente por Él. Pero el hombre ha de obtener la ayuda divina, siempre que se empeñe por mejorar y perfeccionarse. Hay un orden divino que es secreto, y Dios encamina a la Humanidad del mismo modo que encomienda su misión al Pueblo Judío.
Para que la vida tenga sentido –nos enseña el autor–, es necesario merecer la ayuda de Dios.
En síntesis: Reb Eliezer nos entrega un libro de compromiso y riqueza espiritual.
(*) Desde hace varios años, el Depto. de Cultura de la AMIA realiza el Concurso Literario para Jóvenes “Clara Kliksberg”, a nombre de la fallecida esposa de Don Eliezer Kligsberg.
La familia Kliksberg dona el pasaje a Israel, que se entrega al ganador del 1° Premio del Concurso.
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