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Periódico Judío Independiente
EFECTO... BOMBA
Por Lic. Eduardo Alberto Chernizki
Hay hechos, que al producirse, marcan un antes y un después pues afectan de manera tal a quienes lo vivieron que modifican –entre otras cosas - su manera de vivir.
En Argentina y en todo el mundo existen infinidad de ejemplos que avalan lo que afirmo, los que por ser conocidos me abstendré de enumerar, excepto unos pocos que considero validos para el momento que estamos atravesando.
Cuando hace treinta años, el 11 de marzo de 1973, la ciudadanía argentina votó mayoritariamente al doctor Héctor Campara para que ocupará la presidencia de la Nación nadie preveía que cien días después se produciría un hecho que marcaría un antes y un después en la historia política argentina: el 20 de junio; el enfrentamiento armado entre quienes esperaban el arribo del indiscutido líder justicialista Juan Domingo Perón.
El 11 de septiembre del 2001 es otro de los hitos que marcan un antes y un después. La concepción de la invulnerabilidad del territorio estadounidense quedo hecha trizas y por más que Thierry Meyssan, en su libro “La Terrible Impostura” ponga en duda lo ocurrido, en especial respecto a quienes planificaron los atentados, nadie puede negar que la población estadounidense a partir de ese día vive con el constante temor de que pueden volver a atacarlos.
Pero también puede llegar a suceder que no percibamos que debemos hacer cuando este tipo de hechos ocurre. Un ejemplo lo tenemos en nuestra propia comunidad judía. El atentado que destruyó el edificio de la Embajada del Estado de Israel, el 17 de marzo de 1992, no fue debidamente valorado. La explicación de que los terroristas atacaron un objetivo israelí, sirvió como un bálsamo para no tomar conciencia de debíamos proteger los edificios comunitarios sin ningún tipo de concesiones. Los que trabajábamos en el edificio de la AMIA, al igual que los dirigentes y los miembros de la comunidad que concurrían al mismo, sabemos por propia experiencia que pese la prohibición de estacionar en la cuadra de Pasteur al 600 no cumplía en las semanas previas al 18 de julio de 1994.
Los atentados que asolaron Madrid el 11 de marzo pasado, a setenta y dos horas del comienzo de un acto electoral, no sólo produjeron el luctuoso resultado de 200 víctimas fatales y más de 1.400 heridos, sino que también influyeron activamente en el resultado de la votación.
Hasta el miércoles 10 la discusión entre los encuestadores era si el partido gobernante triunfaría obteniendo la mayoría absoluta o si necesitaría conformar una coalición para elegir al Presidente del Gobierno.
La obstinación de responsabilizar a la ETA por parte del Gobierno de Aznar cuando desde el primer momento existían dudas sobre quienes eran los responsables de los atentados provocó en la ciudadanía española una reacción contraria a la que se buscaba. A la indignación por lo ocurrido se le sumó la “bronca” por lo que consideraron una burda manipulación de la información y el sábado fueron muchos los que se apersonaron a los comités del Partido Popular para denostarlos y exigirles que digan la verdad.
El domingo a la noche, al conocerse el resultado del comicio se comprobó que Aznar y su gente había sido castigado por el voto popular, el que se volcó en apoyo de las huestes de Rodríguez Zapatero.
España desde la Guerra Civil vivió convulsionada por la violencia, y en los últimos cuarenta años los atentados de la ETA la golpeaban periódicamente, pero lo ocurrido en 11 de marzo marca un antes y después, pues el “Efecto Bomba” se extendió a la elección del domingo modificando todas las previsiones previas.
Pero este “Efecto Bomba” también afectará a quienes se dedican a organizar actos terroristas. Los asesinos responsables de los grupos que utilizan este tipo de ataques se darán cuenta que su actividad puede beneficiar o perjudicar, según el caso, a quienes están en el poder y no faltaran los inescrupulosos que desearan utilizarlos en su beneficio para conquistar o consolidarse en el poder.
Lo ocurrido en España suma a la cuestión de cómo combatir a las organizaciones terroristas, en especial las fundamentalistas, otra mucho más complicada: evitar que “asesinos de guante blanco” los utilicen para influir en el accionar de los gobiernos.
Sabemos que más de un país ha evitado enfrentarlos en el pasado a fin de evitar que su territorio se convierta en el lugar en donde actúen. En nuestro país el fallecido canciller del gobierno menemista, el doctor Guido Di Tella, consideraba que no había que tomar medidas contra Irán, consecuencia de su presunta participación en los atentados a la Embajada y la AMIA, a fin de evitar que se produjera un tercer atentado.
Una pregunta que por el momento no tiene respuesta es si los que planificaron los atentados de Madrid se conformarán con que Rodríguez Zapatero retire las tropas españolas de Irak o si al tener en cuenta que su triunfo se debe en una medida nada desdeñable al efecto que causaron no le exigirán otras concesiones.
Otra es cual será la actitud del líder del Partido Socialista Obrero Español si esa presión se le hace sentir.
Ambos interrogantes son consecuencia directa del “Efecto Bomba”, que si bien por ahora no nos afecta en cualquier momento nos puede llegar a tocar.

17 de Marzo de 2004 - 24 de Adar de 5764
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