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UNA HISTORIA QUE SALVO VIDAS
Por Benjamín Kaminsky
Cuando Ivica Elias tenía 23 años llegó a Italia para trabajar. Pero la Segunda Guerra Mundial ya había empezado, y la iglesia de su país natal, Croacia, le pidió que ayudara a los compatriotas que estaban en los campos de concentración y en las cárceles italianas, bajo el régimen nazi-fascista. Terminó liberando a quince personas, entre ellas judíos, además de asistir a miles de refugiados con comida y ropa por algo más de tres años. Hoy, a los 84 años y despúes de vivir 54 en Mendoza, cree que llegó el momento de contar su historia.

Apenas puso pie en Mendoza, Ivica (o Juan, como lo llaman en la actualidad) se dio cuenta de que éste era “su lugar para vivir” junto a su esposa y sus hijos. Ahora elige a Los Andes para rememorar su tarea humanitaria durante la Segunda Guerra.

Corría 1942 cuando llegó a Italia para incorporarse a la embajada de su país en Roma con el objetivo de ser ayudante de prensa. Siempre supo que quería salir de Croacia -con su título de bachiller en mano- pero nunca imaginó cuál sería el rumbo de su trabajo.

Después de trabajar un año, la embajada tenía otro destino para él. “Fue entonces cuando renuncié, no quería irme de nuevo a otro país”, recordó Ivica, quien no dudó en afirmar que a partir de esa renuncia “comenzó toda la historia”.

Con una altura de 1,90 metro y porte íntegro, Ivica mantiene la calma mientras recuerda -en su casa del pasaje Kelesis, de la ciudad de Mendoza- cómo la iglesia croata lo contacta al saber que se había quedado sin trabajo.

En marzo de 1943 el arzobispo de la ciudad de Croacia (Zagreb), monseñor Stepinac, intervino para que Ivica no se dedicara a otra actividad y se encargara de ayudar a los croatas que estaban en los campos de concentración y en las cárceles de toda Italia. “Pero después la ayuda se extendió a judíos, eslovenos, franceses y a todas las víctimas que encontraba”, aseguró el hombre.

Para las autoridades de guerra, Ivica estaba oficialmente respaldado por el Vaticano y la Cruz Roja Internacional. “Pero en realidad el arzobispo de Zagreb era quien enviaba el dinero para los croatas. Después el Vaticano y los representantes de los otros países me hacían llegar ropa, comida y dinero para el resto de los refugiados”, rememoró el “Schindler croata”.

La tarea no fue fácil y se extendió hasta setiembre de 1946.

En aquellos años la situación de todos los pueblos europeos era difícil, por eso Ivica necesitaba la autorización de cada cárcel y campo de concentración para ingresar y poder constatar la presencia de croatas (ver aparte).

El operativo

Por más de tres años la ayuda humanitaria que este hombre realizó tuvo diferentes facetas. Una de las más arriesgadas fue la de recorrer las cárceles italianas con el objetivo de sacar gente. En total pudo liberar a quince personas de distintas nacionalidades. “A los judíos no los podía sacar como judíos, todos salían con documentación falsa”, aseguró el hombre.

El paso siguiente era darles un pasaje de colectivo y que salieran del país rápidamente. Después de esto perdía todo contacto con los prisioneros. “También liberé a croatas y franceses. Después de muchos años algunos me escribían, pero ahora he perdido contacto con todos. El último murió hace diez años en Brasil, era judío y se llamaba Gustavo Zwiback”, explicó Ivica.

Desde Croacia llegaban vagones de alimentos que se repartían directamente en los campos de concentración. “Pero todo llevaba el sello del Vaticano y la Cruz Roja Internacional para que no se supiera el origen real de la ayuda”, contó Ivica.

Además, alrededor de diez mujeres croatas -entre las que se encontraba la esposa de Ivica, Nevenka Baucer (81)- armaban cajas de alimentos que después enviaban por correo a las cárceles y campos de concentración.

“Tenían el tamaño de una caja de zapatos y mandábamos de 200 a 300 por día. Poníamos carne envasada, arroz, fideos y galletas. También iba una estampita de Pío XII”, explicó Nevenka, quien se casó con Ivica en Roma en setiembre de 1943.

La guerra continuaba y la tarea de este hombre se fue ampliando. En 1944 es nombrado consejero de la delegación de la Cruz Roja Internacional en Italia y secretario general de Asistencia Pontificia, del Vaticano.

La Segunda Guerra terminó en 1945, pero Ivica estuvo en Italia hasta setiembre de 1946, ayudando a los refugiados que se escapaban del comunismo.

Finalmente, el 28 de setiembre de 1946 embarcó hacia la Argentina porque en su país todos escapaban del régimen comunista. Llegó a Buenos Aires con su esposa y su primera hija, y trabajó en la construcción del aeropuerto de Ezeiza. Tres años después ancló en Mendoza (1949) y nunca se fue. “Hoy, a tantos años de aquella dolorosa Italia, creo que no le solucioné el problema a nadie, pero por lo menos ayudé”, concluyó Ivica.

17 de Diciembre de 2003 - 22 de Kislev de 5764
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