La Voz Judía


La Voz Judía
La nueva luna
Por Rabino Daniel Oppenheimer

¡¿Cómo es que la luna pasó de ser grande a pequeña?!
Responde pues, el Talmud, que inicialmente D”s creó a ambas grandes, pero luego la luna objetó: “¿Cómo es posible que dos reyes compartan una misma corona?”
La respuesta de D”s fue contundente: “¡Pues vé, y disminúyete!”
D”s ya había enviado nueve plagas sobre Egipto.
Nuevamente le dirigió la Palabra a Moshé. Sin embargo, esta vez no era para transmitirle un mensaje al Faraón.
En esta oportunidad aparecía el primer precepto para el pueblo de Israel.
Esa primer Mitzvá sería la de Kidush haJodesh.
Para fijar mensualmente el calendario hebreo - y todo lo que de él depende - el tribunal supremo del pueblo, debería en el futuro consagrar cada nuevo mes cuando dos testigos trajeran su testimonio de haber avistado el momento del nacimiento de la luna.
Los miembros del Sanhedrín eran expertos astrónomos, y al escuchar el testimonio sabrían si efectivamente los declarantes habían visto la luna, o si se trataba de una ilusión óptica, o de una artimaña de engaño. Es así, que nos cuenta el Talmud (Rosh haShaná 24.) que Raban Gamliel tenía múltiples ilustraciones de la luna en diferente posición dibujadas en la pared del tribunal, y con ellas podía controlar los manifiestos de los testigos.
Una vez que el tribunal había determinado la veracidad de las declaraciones, se santificaba y anunciaba inicio del nuevo mes.
Si esto sucedía el 30º día del mes que fenecía, entonces ese mismo día se convertía en el 1º del mes entrante, dejando al mes vencido con solo 29 días.
Si no llegaban a acudir los testigos durante el transcurso de ese día, entonces el mes pasado tendría 30 días, y recién sería Rosh Jodesh el día siguiente.
De acuerdo a aquella determinación, se establecían las festividades judías que acaecían en el mes que se estaba consagrando – y todas las leyes que de ellas dependen – con toda la trascendencia que esto implicaba.
Puesto que en los lugares distantes no se podían enterar de qué día había sido declarado Rosh Jodesh – el 30º o el 31º - entonces debían festejar cada festividad de la Torá dos veces, al igual que lo hacemos hoy en toda la diáspora (a pesar que el calendario ya está estipulado en forma fija a partir de la decisión del último Sanhedrín hace más de 16 siglos, y tampoco faltan hoy medios de comunicación, se mantiene vigente esa disposición).
El hecho de que el movimiento de la luna tenga tanta importancia para el quehacer ritual de los judíos, es llamativo.
Si preguntáramos a un científico qué es la luna, su respuesta sería algo así como: un cuerpo celeste (el más cercano), único satélite natural de la tierra, que está a distancia aproximada de 384.400 km. y que el volumen de ese cuerpo rocoso es una cincuentava parte de la tierra.
También nos podrá contar que la traslación (órbita) de la luna alrededor de la tierra es de 29 días, 12 horas, 44 minutos y aproximadamente 3 segundos (lo que ya supieron con exacta precisión los Sabios del Talmud, sin tener telescopios y computadoras como las nuestras), y que también gira sobre sí misma una vez al mes, o sea, que presenta a la tierra constantemente el mismo hemisferio (le vemos siempre la misma cara, o, al menos, la parte de ella que está iluminada por el sol).
Si seguimos escuchando, nos sabrá decir que la luna tiene un efecto sobre la tierra: las mareas, que se sienten en los movimientos del agua del mar (pleamar y bajamar) que suben y bajan dos veces cada día (esto es muy superficial, pues los detalles de las mareas son muy complejos).
¿Y qué hay en la luna?
También podrá decirle, que durante mucho tiempo, los habitantes de la tierra han estado fascinados por aquel astro que veían noche tras noche, y que cambiaba de tamaño, creciendo y menguando, a través del mes. De hecho, la luna forma parte de la mitología y de la idolatría, motivo por el cual está prohibido hacer imágenes de la luna.
En tiempos modernos, los humanos lograron salir de la atmósfera mediante cohetes. Así comenzó la carrera por llegar a la luna.
Finalmente, en julio de 1969 una nave de la N.A.S.A. llegó hasta la luna tripulada por Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin Aldrin, y dos de ellos alunizaron sobre ella por primera vez (Armstrong dijo: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”, Aldrin, en cambio, dijo Tehilim...) ante un mundo entero que los observaba estupefactos desde las pantallas.
Sin querer ofender a la misión de Apolo XI y a todas las que le siguieron, no trajeron de la luna más que rocas, que están a disposición de quien las quiera ver.
Sin embargo, para los judíos, la luna tiene totalmente otro significado.
Aparte de ser el medio más importante por el que se fija nuestro calendario, vemos a los hombres salir de noche una vez por mes para recitar una bendición a D”s sobre la luna que creó.
Y si bien no tiene tanta prensa como la bendición que se recita sobre el sol (pues ésta última, solo se dice una vez cada 28 años...), la bendición de la luna tiene una relación íntima con la esencia de nuestro pueblo.
Antes de analizar la Brajá que recitamos, trataremos de estudiar un párrafo del Talmud sobre la luna.
LA LUNA DISMINUIDA
Lo que sigue es un Midrash que se menciona en la Guemará, y que – como todos los Midrashim – se debe entender en el contexto de los mensajes educativos que contienen las palabras de los Sabios, y no leerlo en forma literal.
El Talmud (Julín 60:) se extraña porqué hay dos pasajes de la Torá que parecieran contradecirse: Por un lado dice (en referencia a la creación de los astros que nos iluminan) que “D”s creó las dos grandes luminarias” (Bereshit 1:14 – el hecho que diga la palabra “dos”, es innecesaria en el idioma hebreo para definir un plural, salvo que nos enseñe que esos dos elementos son idénticos, al igual que en los dos chivos expiatorios de Iom Kipur – Gaón de Vilna).
Sin embargo, inmediatamente después sigue diciendo que: “la gran luminaria (el sol) para brillar de día... y la pequeña luminaria (la luna) para alumbrar de noche”.
¡¿Cómo es que la luna pasó de ser grande a pequeña?!
Responde pues, el Talmud, que inicialmente D”s creó a ambas grandes, pero luego la luna objetó: “¿Cómo es posible que dos reyes compartan una misma corona?”
La respuesta de D”s fue contundente: “¡Pues vé, y disminúyete!” (no solamente es la luna más pequeña en tamaño, sino que todos los meses disminuye su tamaño hasta desaparecer).
Sin embargo, la luna no estuvo tranquila: “¿acaso por preguntar adecuadamente recibo esta respuesta?”
D”s entonces la sosegó: “Sin embargo, a diferencia del sol, tú iluminarás tanto de día como de noche (hay veces que vemos las luna de día y otras de noche)”.
El razonamiento de la luna no era “egoísta” como parece ser a simple vista, pues efectivamente no pueden gobernar dos autoridades de un mismo rango, y sería perjudicial para la humanidad, por lo que D”s la compensó (Mahara”l).
No obstante este argumento, la luna insistió: “¿De qué sirve, acaso, encender una vela de día? (la luna no agrega luz cuando brilla el sol)”
Nuevamente D”s le respondió: “Tu presencia (de día y de noche) servirá a Israel para contar los días y los años (cumplirá un rol trascendente, pues los judíos te utilizarán para calcular el calendario)”.
La luna aún no estaba sosegada: “No todo el calendario se calcula según me avisten, pues las Tekufot (estaciones del año) se computan según el movimiento del sol, y eso determina que se torne un año en bisiesto (agregando un segundo Adar para mantener las fiestas en su estación correspondiente. El calendario hebreo es “luni-solar”, y depende de las órbitas de ambos astros)”.
D”s, pues, la apaciguó con otro argumento: “Grandes Tzadikim se llamarán pequeños como tú, p.ej. Iaacov, David y Shmuel”.
O sea, la luna en su tamaño disminuido es símbolo de modestia, que es lo que caracterizó a los grandes hombres de todas las épocas.
A pesar de eso, la luna no se consoló y, por lo tanto, D”s decretó que se traiga una ofrenda de expiación en Rosh Jodesh (día del novilunio), para aquietar a la luna por haberla disminuido.
¿Qué significa esta historia?
La luna representa al pueblo de Israel (Iaacov) que calcula su calendario según ella y que brilla de día y de noche (incluyendo el Mundo Venidero), mientras que el sol personifica a las naciones (Eisav) que se rigen por el calendario solar (y cuya existencia se limita a este mundo físico).
La disminución mensual de la luna simboliza el Galut (exilio) al que está sujeto el pueblo de Israel para expiar sus pecados, y para sobrevivir el castigo gradualmente (en lugar de haber sido castigado por D”s con un solo golpe que lo hubiese hecho desaparecer).
La luna representa al pueblo judío y es el pueblo judío, que se queja a D”s que ha creado a Eisav como el gemelo de Iaacov, lo que le da el mismo poder.
Si a Eisav, que está conspirando para hacer el mal en lugar de cumplir la voluntad de su Creador, se le concede igual fuerza que a Iaacov (es decir, “dos reyes que comparten la misma corona”), entonces no hay ninguna garantía de que Iaacov prevalecerá. Al contrario, como vemos en el pecado del becerro de oro, Eisav y las fuerzas del mal pueden prevalecer sobre Iaacov y el poder del bien.
D”s respondió a la queja del pueblo judío: “¡Hazte más pequeño!”
Esto alude al hecho de que los judíos serán castigados por su pecado, con el exilio.
La luna entonces discutió e insistió que su preocupación era válida - ¡es Eisav quien debe reducirse al mínimo, para evitar el triunfo del mal, mientras que nada bueno se logrará por la reducción de la luna!
D”s respondió nuevamente: “Tú reinarás de día y de noche!”
Con esto, D”s aseguró al pueblo judío que el Galut no acabará con ellos, ni permitirá que triunfe el mal, sino, por el contrario, así Él asegurará su supervivencia y su victoria final.
Es así que precisamente debido a los efectos expiatorios de la Galut, es que eventualmente el pueblo de Israel reina tanto “de día y de noche” - en este mundo, y en el mundo venidero, como dice el Midrash.

Mencionamos antes el hecho de que todos los meses recitamos una bendición sobre la luna creciente.
Acerca de esta bendición, los Sabios señalan que se debe decir de pie (Sanhedrin 42.) pues equivale a “recibir a la Shejiná” (dar la bienvenida a D”s), y ese es el mismo motivo por el que salimos al exterior vestidos de manera distinguida para darle forma real a aquella salutación y recepción.
¿Por qué esa significación?
Por un lado, la luna recuerda la creación del mundo.
Asimismo, como veremos en el texto, estando en el exilio demostramos con ese acogimiento anticipado, que creemos en la redención final, y que estamos anticipándola.
KIDUSH LEVANÁ
La bendición inicial que está aquí al comienzo, es común para todos. El resto son textos agregados que guardan relación con esta ceremonia. Las reflexiones están extraídas del Sidur comentado por R. Sh.R. Hirsch sz”l.
Las reflexiones están extraídas del Sidur comentado por R. Sh.R. Hirsch sz”l.

En la bendición, señalamos que la constancia en el cambio y la regularidad con la que se alternan las fases de la luna, constituyen la revelación más clara y más brillante del Creador, Soberano y Legislador del Universo.
Por lo tanto, a principios de cada mes, cuando observamos la luna, que vuelve a aparecer y su luz que se va haciendo más fuerte, salimos a verla para pronunciar la Berajá de homenaje a D”s.
Bendecimos a Aquel cuya palabra de la Creación y de la Ley brilla en el cielo estrellado y Quien a través de los cuerpos celestes que - con alegría obediente - nunca se desvían de sus órbitas asignadas, nos ha mostrado un modelo de lo que debe ser nuestra actitud, es decir, que también nosotros debemos completar nuestro ciclo de servicio en la vida sobre la tierra, mediante la obediencia serena y leal dentro de esos caminos que se nos ha asignado D”s.
A diferencia de la inconstancia que caracteriza al mundo terrestre, los fenómenos celestes están marcados por la estabilidad y continuidad, de modo que es posible - incluso para un hombre mortal, mediante observación y cálculo - predecir la ocurrencia y la repetición de estos fenómenos, con antelación.
Esta continuidad que es siempre predecible de antemano, es la imagen de “emet” (la verdad), constante e invariable, que a su vez es la creación del Creador inalterable, Omnipotente, que es el “po’el emet”, y por lo tanto Su obra es perfecta: “pe’ulató emet”.
Al mismo tiempo, la luna sirve como un símbolo de la nación de D”s que, al igual que la luna, se mueve a través de continuos vaivenes y altibajos, a lo largo de la historia de las naciones.
Cuando el pueblo judío entró por primera vez en la órbita de la historia del mundo, D”s le dijo: “Hajodesh hazé lajem” (esta luna nueva será para ustedes – Shmot 12:1).
Con estas palabras, les prometió que sería el destino inalienable de Israel surgir una y otra vez desde la oscuridad en su trayectoria hacia la luz, y, asimismo, asignó a Israel la tarea eterna de luchar desde las tinieblas del error, hacia la luz de la verdad.
Desde el mismo comienzo de su existencia como nación, le ha sido encomendado a Israel con una tarea y un destino muy definidos.
Continuamente renovada y renaciendo, al igual que la luna, los judíos han de servir como instrumentos en Manos de D”s para Su Gloria y para el establecimiento de Su Reino en la tierra, en virtud de su trayectoria, que siguen en medio de la gesta de los pueblos.
Al mirar a la luna, nos acordamos de D”s, que formó y la diseñó, y Quien, como Amo, hace que la luna sirva sus propósitos en la naturaleza y en medio de la humanidad, y Quien la ha creado exclusivamente para esta forma, para este diseño y para este servicio .
Lo recordamos ahora, para que, asimismo, podamos rendirLe homenaje como Creador nuestro, Quien nos diseñó también a nosotros.
Una alusión a esta noción se encuentra en la disposición de las palabras “tu Creador, tu Amo, tu Generador, tu Formador” en sucesión de tal manera que sus iniciales forman el nombre de Iaacov, lo que implica que el Creador y Líder de la naturaleza y la humanidad, ha dado a nuestro patriarca Iaacov un lugar en la historia de las naciones comparable al de la luna sobre el horizonte.

Al mismo tiempo, confiamos en que a pesar de los esfuerzos que invertimos tratando de elevar nuestros cuerpos de la tierra para tocar la luna, siempre será en vano. Asimismo, ningún enemigo podrá alcanzar a perturbar la órbita y el curso del deber de nuestra vida, siempre y cuando nosotros, como la luna, nos mantengamos firmes en la constancia por el camino asignado por nuestro Creador.

Del mismo modo en que nuestros padres marcharon a través del mar y transitaron por el desierto por orden de D”s (Shmot 15:16), y allí D”s extendió el escudo de Su temor protegiéndolos, así también, Su gobierno y la orientación, se hará evidente y nos protegerá aún hoy en nuestros propios viajes a través del oleaje creciente y los páramos desolados de la historia del resto de las naciones.
Según el Talmud (Rosh Hashaná 25.) este – “David, rey de Israel vive y permanecerá para siempre” - fue el mensaje en clave mediante el que Rabí Iehudá Ha’Nasí había pedido a Rav Jia que le notifique que había cumplido el Kidush Hajodesh (santificación y declaración del nuevo mes) que se le había encomendado.
Pues de David se ha dicho (Tehilim 89:38) que el curso de su vida, al igual que el curso de la luna, sería un proceso de cambio constante y que, en ocasiones, al igual que la luna, parecería desaparecer de la vista de todos también David, como la luna que es eterna, también vive y permanecerá para la eternidad.
Y así como la luna siempre será un testimonio fiel del poder omnipotente de D”s en los cielos, así también David, será para siempre, un testigo leal del gobierno de D”s y de la meta y el destino del hombre en el concierto de las naciones.

La confianza con que esperamos la renovación y el renacimiento de nuestra propia prosperidad prometidos por D”s, una confianza que se despierta en nuestros corazones cada mes cuando nuestros ojos miran la luz de la luna nueva, también nos vuelve conscientes que todos nuestros hermanos tienen la mismas esperanzas y aspiraciones que nosotros apreciamos, y nos impulsa a incluir a nuestros semejantes en el futuro pacto de paz.

La reivindicación de nuestra confianza en el cumplimiento definitivo de la promesa de D”s, no es una cosa del lejano futuro.
Sin embargo, más allá de las montañas y las colinas de tiempo que aún se interponen entre nuestro presente y aquel futuro, aun así un sonido de aquel lejano día ha encontrado su camino hacia nosotros, incluso ahora, y nos enseña la cercanía de D”s, que sólo el corazón y el espíritu pueden percibir, pero que está muy presente en nuestros hogares, y de Su Ojo Bondadoso que mira y cuida hasta los aspectos más recónditos de nuestras vidas.
Hasta aquí la bendición mensual.
Claramente, la luna es mucho más que un satélite rocoso, o un cuerpo celeste para despertar la imaginación de los hombres.
Aún no conocemos si los descubrimientos que se han hecho al alcanzar la luna, tendrán algún provecho para los habitantes de la tierra en el futuro.
Más allá que los secretos de la Creación son insondables para nosotros los humanos, obviamente todo lo creado tiene su razón de ser.
Los Sabios nos ayudan a tantear algunos de los motivos de la existencia de nuestro satélite, que no posee luz propia, pero refleja la del sol:
“No fue creada la luna (que nos brinda luz de noche), sino para estudiar la Torá oral” (al no haber luz del sol - Eruvin 65.).
En otro pasaje, también hace mención al significado de este astro: “la presencia de la luna, es para que los judíos establezcamos las fiestas y calendario” (Midrash Rabá Bereshit 6:1).
La próxima oportunidad en la que, en la oscuridad de la noche, podamos recitar la Brajá de la luna, recordemos los mensajes de humildad, el gran presagio que significa para nosotros, y permitámonos sentir que salimos al encuentro de la Presencia Di-vina.

 

La tribuna Judía 41

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