La Voz Judía


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Comunitarias
Mis vivencias de los Iamim Noraim en nuestras colonias de Entre Ríos.

Por Pablo Roitberg

La colonización judía en Argentina ha sido una extraordinaria gesta, que la modernización y el paso de los años hacen que muchas veces perdamos la noción de lo que fue, es por eso que publicamos estas vivencias de Pablo Roitberg, en las que rememora el espíritu con el cual celebraban los Iamim Noraim

Conocidas son las leyes que emanan de nuestra Torá y el compromiso de cumplirlas, y hacerlas cumplir, que cada judío lleva grabadas en su alma, por el transcurso de toda su vida, como las de enseñarlas é imponerlas a su descendencia.. Esta inquietud, ha llevado a la dirigencia de nuestro pueblo, a la constante creación de innumerables escuelas donde aprendimos entre otras cosas, las costumbres rituales de nuestra grey.
Este logro, adquiere mayores kilates, si tenemos en cuenta la precariedad de los medios con que se contaba en aquella época, en poblaciones casi inhóspitas y porqué no decirlo, rodeados de otras, casi nómades. La escuela hebrea de la colonia, estaba siempre emplazada, contigua a la escuela castellana y entre ambas formaban un punto de referencia en aquel paisaje solitario.
En estas reflexiones, se me ocurre pensar que la adolescencia ni la juventud actual tienen la más mínima idea del sacrificios que hemos tenido que afrontar los entonces niños, de aquellas primitivas colonias, que de a pié o a caballo, y muchas veces a campo traviesa, concurríamos a la escuela sin faltar un solo día, con el único é inalterable fin de aprender.
Para ello voy a remitirme a las vivencias en mi colonia, situada en “La Gama”, distrito Alcaraz 2º, departamento Paraná , en mi bienquerida provincia de Entre Ríos, hace más de 75 años, cuando la inmigración y la colonización estaban en plena etapa de asentamiento, de la que recuerdo tantas vivencias, que me alcanzaría para escribir varios volúmenes.
Mis padres, Zijronot Lebraja, provenientes de hogares religiosos, impusieron a sus hijos. la férrea costumbre del respeto a la tradición de nuestro pueblo y en esa ruta hemos caminado durante toda la vida, con inconfundible é inalterable concepto de la FE.
Con el pasar de los años, se creó la escuela provincial Nº 47 y casi inmediatamente se creó la escuela hebrea, cuyo primer maestro fue el señor Alpert z’l y tras su alejamiento, fue reemplazado por el señor David Lederman z’l; a ambos, nuestro ferviente recuerdo. Otro referente inolvidable fue el Inspector, Sr. Efron z’l (padre de la muy conocida Paloma Efron) que una vez al año venía desde Buenos Aires, a tomarnos el examen de práctica.
Como honroso recuerdo debo decir, que muchos de aquellos colonos de rústicas manos y semblantes curtidos por mil soles, estaban habilitados para ocupar el púlpito, pues casi todos eran excelentes Baalei-Tefilot, como también Baalei-Koré que conocían las profundidades de la “letra chica”...!
Entrado el mes de Elul, ya la colonia comenzaba a respirar un aire festivo. Se pintaban las viviendas de los colonos con pintura a la cal, como preparándose con pulcritud para asistir ante el Supremo Tribunal del Rey de Reyes, é invocar misericordia y absolución de sus pecados.
Los días previos a las fiestas, se enviaba a faenar las aves a lo del Shojet y las chimeneas de los hornos de sus cocinas a leña, humeaban intensamente, dando cuenta de los manjares que se estaban horneando, como para acentuar el Shaná Tová Umetuká.
Llegada la fiesta, caminábamos cinco, seis y más kilómetros, para llegar al shil a orar. Al finalizar el Musaf, regresábamos a casa, siempre a pie, volviendo luego para Minja y Arbit del mismo modo. No olvido que vecinos más cercanos al Templo, nos invitaban con un convite de Kidush, para repetir sus fervientes y recíprocos deseos de felicidad.
El día anterior a Iom Kipur, a hora muy temprana, se efectuaba la Capará con las aves que debían ser sacrificadas, especialmente un gallo que se ofrecía en sacrificio y que nuestras madres preparaban los alimentos tan sabrosos, que aún hoy siento su fragancia. Para qué recordar aquellos dulces que llamábamos “varenie” hechos de uva de nuestras parras, ó de pétalos de rosa mosqueta, que nunca más he vuelto a saborear...!
Con el mismo rigor recibíamos cuatro días mas tarde a las festividades de “Sucot”, en cuya finalización nos encontramos con “Simjat Torá” que celebrábamos con inusitada alegría.
Cuántos valores se han perdido de nuestras milenarias costumbres...! Que hermoso ejemplo de familia la de aquellos hogares paternos, tan humildes pero tan llenos de sabor judío como las de las colonias que patrocinara la entonces J:C:A (Jewish Colonizatiòn Asociatión) Cuantos hermosos recuerdos y gestos de humildad que hacían mas respetuosa la convivencia humana...! Qué feliz me siento hoy, por haber aprendido en aquella incómoda infancia, los valores de la dignidad de ser judío, el respeto por los demás , que fue parte de mi conducta señera y que logré imponer en la conducta de mis nietos...!
Vaya en estas palabras, mis mejores deseos de un venturoso y próspero Shana Tová 5771.-

 

La tribuna Judía 33

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