La Voz Judía


La Voz Judía
¿Qué me trajiste?
Por Rab Daniel Oppenheimer

La mamá fue al supermercado a hacer sus compras. Apenas llega a casa, su hijo mira todas las bolsas repletas de nuevas adquisiciones y sale a saludarla (los que aún lo hacen) abnegadamente: “¿Qué me trajiste?”
Si la mamá se aprecia y no quiere un berrinche, pues mejor que se haya acordado y le haya comprado algo a su bebé.
¿Tiene que ser así? Obviamente, el hijo no deja de ser parte de una sociedad consumista que lo “educa” y que crea continuamente nuevas necesidades, despreciando las viejas posesiones (y, para peor, a la gente) con una patología obsesiva de lo nuevo. La vida tal como es sin condimentos parece ser simplemente “aburrida” y requiere dosis diarias de aditamentos que la saborizen para que no se vuelva completamente “tediosa”.
Así, poco a poco, se pasa la vida del ciudadano mediocre, por siempre infeliz, pues nunca lo que tiene es suficientemente bueno. Hace muchos años, me acuerdo haber visto un dibujo de un niño que se paseaba montado sobre su burro sosteniendo un palo largo en sus manos. En el borde delantero del palo, había colgada una zanahoria que el burro miraba ansiosamente y caminaba continuamente para alcanzar. Pero, evidentemente, a medida que avanzaba el burro, también se alejaba la zanahoria que el burro nunca llegaría a comer...
El burro tampoco entiende por qué la zanahoria lo elude y se le va más y más. Por algo es burro. ¡Cuántos entre nosotros actuamos igual, sin biológicamente ser burros! De todos modos, dejemos esto para más tarde.
Esta semana se celebró una fiesta poco conocida para muchos judíos. Se llama “Tu (15) b’Av). En la Mishná se comenta que no había fiestas alegres como Ion Kipur y Tu b’Av...
¿Qué sucedió en esta fecha como para que requiera una consideración especial? Se mencionan distintos acontecimientos históricos de diferentes épocas relacionados con la fecha.
Durante la travesía por el desierto, el Todopoderoso decretó sobre la generación que salió de Egipto y desconfió de la posibilidad de ingresar en la tierra de Israel, que habría de morir durante los años restantes hasta concluir 40 años de caminar. En todo este período de tiempo, D”s no le dirigía la palabra a Moshé. En Tu b’Av se enteraron que se había acabado de cumplir el decreto y que el pueblo restante entraría a Israel.
En el libro de Shoftim (Jueces) se relata acerca de una cruenta guerra civil entre la tribu de Biniamin y las tribus de Israel, quienes juraron no dar a sus hijas en matrimonio a los hombres de Biniamin. Más tarde, el resto del pueblo decidió que no quería que se perdiera una tribu y encontraron la manera de permitir que Biniamin tomara hijas de otras tribus de Israel.
D”s le encomendó a Ieravam ben Nevat hacerse cargo de diez tribus para castigar a los descendientes de la corona de Shlomó. Para impedir que las tribus del reino de Israel quisieran volver a integrar y someterse al reino de Iehuda motivados por las visitas anuales al Bet HaMikdash en las fiestas, Ieravam estableció puestos de idolatría que impedirían cumplir con dicho precepto. Fue recién en la época del último rey del norte de Israel, Hoshea ben Eilá, que se permitió al pueblo visitar Jerusalén. Esto fue causa de regocijo.
En la época de Bar Kojvá, los judíos se levantaron en revolución en contra del imperio romano dados los impedimentos en la observancia de las Mitzvot. Bar Kojvá cometió varios errores judaicos graves y fue derrotado. Los muertos en la batalla por la última ciudad, Betar, fueron numerosísimos. Los romanos, por muchos años, no permitieron que se les diera sepultura, fuente de gran vergüenza para los judíos. Cuando finalmente se los pudo enterrar, se percataron de un gran milagro. En todos esos años, no se habían descompuesto.
En todos los acontecimientos que se conmemoran, nada “nuevo” recibimos. Lo que ocurrió fue que volvimos a la situación “normal” (con los “tzures”) de antes. Y entonces... ¿qué se festeja? Es que la situación “normal” de día a día también es causa de alegría porque estamos, existimos, tenemos desafíos, podemos acercarnos al Todopoderoso mediante las Mitzvot, y no son en absoluto “aburridas”. No es necesario mirar zanahorias que andan ante nosotros, ni sentirnos molestos por nuestras ganas de comerlas. Y, cuando el niño pregunte: “¿qué me compraste?” enseñémosle a disfrutar lo que ya tenemos... si nosotros mismos también lo hacemos.

EL SINDROME DE LA IDISHE MAME
Por si Ud. no supiera qué significa la Idishe Mame, le explico: “Idishe Mame” significa lo que era la mamá de antes (y que en muchos casos existe hasta el día de hoy, en que aun la sociedad no inventó un modelo mejor de mamá). Entre otras virtudes y slogans, la idishe mame opinaba que siempre era mejor “que sobre y no que falte”. Es decir, si por ejemplo, el hijo se iba de campamento, entonces la mamá le mandaría cinco pullóveres - por si acaso (uno se puede ensuciar, uno se puede perder, uno se lo puede haber prestado a un amigo, y uno... por si acaso que haya mucho frió y tenga que ponerse dos). Dentro de todo fue o es un buen sistema, que al menos funciona (en todo lo relacionado a pullóveres, aunque se queje el hijo).
El problema comienza cuando se quiere extrapolar el síndrome a todos los demás órdenes de la vida. “Mejor que sobre y no que falte...” ¿Cual será el limite de este refrán? Aquel que, a D”s gracias le va bien, que trabaja y vive de su trabajo, paga las cuentas, atiende bien a su familia, ahorra para cualquier contingencia de la vida... debe, en algún momento, decir “basta”? ¿cuándo? ¿Existe algún límite al momento de amasar fortunas? (Si Ud. lee esto y piensa que, como está lejos de llegar al punto en el que “sobre”, el tema no le incumbe, léalo igual, pues uno nunca sabe y, en una de esas las cosas se dan vuelta, empiezan a ir bien y, como dicen: “más vale prevenir que curar”. No obstante, lo más factible es que si verdaderamente le vaya bien algún día, a Ud. ni le parezca que es así, porque va a estar mirando a otros a quienes les va mejor y se siga sintiendo un pobre hombre...
Pues entonces, Ud. lee la Parshá de esta semana y encuentra que tantas veces se menciona el tema de la Brajá (bendición) de D”s para aquel que obedece Su palabra. ¿Qué significa Brajá... que haya abundancia? Pues tenga cuidado porque en muchos aspectos la abundancia no es muy positiva que digamos. La grasa acumulada en nuestro cuerpo, si no me equivoco, es el resultado de comer en abundancia (“con Berajá”, como dirían algunos), una reserva que guarda nuestro cuerpo por cualquier contingencia de escasez, pero esos kilitos no son de nuestro agrado...
El médico recetó un medicamento para el niño y debe tomar del mismo cierta dosis por día. El niño vomita. La dosis que le dieron fue excesiva porque le dieron cucharas soperas en lugar de cucharaditas de té...
El Midrash cuenta que dos ovejas querían cruzar el río. A una la habían esquilado y a la otra no. La corriente del río era muy fuerte y, como resultado, una oveja pudo cruzar pero a la otra se la llevó la corriente... ¿Quién dijo que más, es mejor?
Una persona tuvo un lamentable accidente y no pudo caminar bien como lo hacía antes. Primero necesitó de la ayuda de un bastón, luego comenzó a usar un trípode. Mas tarde consiguió un andador y después cambió por una silla de ruedas. Al final tuvo “suerte” y le obsequiaron una silla de ruedas electrónica muy cara en dinero y de último modelo “exclusiva” (con solo pensarlo, la silla se movía como él quería). ¡Que sentido tendría coquetear por las calles con su nuevo chiche, si lo que más hubiera deseado este buen hombre es caminar, correr y saltar como lo hacía antes del accidente! ¿Quién dijo que más es mejor?
Ud. me entiende, pero aun no está convencido, simplemente porque es lo opuesto a lo que estamos acostumbrados a pensar y “uno no vive en una isla”...
Es verdad, no va a ser fácil cambiar un estilo de vida de manera tan radical y de un día para el otro. Tampoco lo pretendo, solo que, por el momento, detengámonos a pensar un poco sobre lo ridículo y contradictorio de las cosas que decimos y hacemos.
De todos modos, ¿qué es Brajá (si no es abundancia)? Brajá es la Asistencia Di-vina a Quien invocamos para tener los medios para cumplir con nuestra función. En los recursos que recibimos de D”s, nunca puede “sobrar” porque D”s es Perfecto y en lo perfecto no falta ni sobra nada, sino que es todo exacto y justo.
Toda esa lana o grasa que pretendemos y ansiamos no es necesariamente beneficiosa para nosotros. De comer mucho, la gente se empacha. Eso es precisamente lo que nos advierte la Parshá: “Llegarás a un país nuevo, prosperaras, construirás casas, plantarás arboles... y se elevará tu corazón y te olvidarás de tu D”s... Quien es Aquel que te dio las fuerzas para prosperar... y dirás: fue mi fuerza y por ser laborioso que logré esta posición...”
“No hay nada nuevo bajo el sol...” El peligro de aquella época no es distinto al de hoy. Cuando las cosas van bien, acecha la tentación a ser soberbio (no a todos les afecta de la misma manera, mucha gente sabe y puede “quedarse en el molde”, pero son los menos). Para no ser falsos, asimismo debo aclarar que si las cosas van mal, tampoco se debe atribuir las pérdidas a su propia “falta de fuerza”, porque eso también conduce a la falta de fe en D”s.
¡Tantas Mitzvot tienen que ver con este tema!. El sentirse agradecido a D”s en general, y el agradecer después de haber comido en particular, me recuerdan Quién es el que me da el alimento. El Shabbat de todas las semanas (y el Shabbat de la tierra de Israel cada siete años) me da espacio de quién me creó y con qué objetivo. Los Bikurim (primicias de las frutas) que se llevaban al Bet HaMikdash permitían al judío mirarse en la perspectiva histórica desde el momento que llegamos a Egipto, desde que fuimos liberados e ingresamos a la tierra de Israel... para tener un vínculo distinto con D”s y obedecer Su ley.
“Mejor que sobre y no que falte” es una ilusión óptica. A nadie lo hizo más feliz, pero nos cuesta entenderlo. Por eso están estas Mitzvot y otras para aprender, si las observo en sus leyes y también en el significado de lo que me vienen a enseñar. Y esa es una tarea de por vida.

 

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