La Voz Judía


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ESTADO JUDIO, ESTANDARES JUDIOS

Muchos norteamericanos no están de acuerdo con los límites de velocidad y no declaran todas sus ganancias; pocos sugieren que como resultado de esto, las leyes de seguridad vial o la DGI deberían ser abolidos
En su intento de mantener su identificación como estado judío, Israel siempre ha incorporado elementos de la tradición religiosa en su funcionamiento. Los alimentos kosher, por ejemplo, son servidos en las fuerzas armadas y en las asambleas de gobierno; el calendario nacional reconoce los días festivos. Y temas de status personal, como la conversión, el matrimonio y el divorcio son determinados según la halajá, supervisados por el rabinato oficial del estado.
Esta política, parte del “status quo religioso” iniciado con el nacimiento de Israel, funcionó bien y sin protestas durante más de medio siglo. Pero en los últimos años las leyes de conversión y matrimonio fueron asediadas por una coalición formada en su mayoría por abogados norteamericanos – para avanzar los intereses de los movimientos religiosos judíos no ortodoxos, que actualmente tienen poco seguidores en Israel.
La política de “status judío personal de Israel” es resultado de una decisión cuidadosamente considerada por los primeros líderes de Israel. Un patriota como fue David Ben Gurion, quien fue el primer primer ministro de Israel, escribió que era la única manera de evitar, “que Di-s no lo permita, la división del pueblo judío en dos”.
Un número de argumentos fueron presentados para deshacerse de esta política, especialmente respecto al matrimonio: Algunas parejas judías se ofenden por el hecho de estar obligadas a realizar clases y ceremonias religiosas de matrimonio. Los matrimonios que involucran judíos no permitidos por la ley religiosa judía, no pueden realizarse en Israel. Los israelíes pueden, y lo hacen, esquivar la ley casándose fuera de Israel. La persuasión es mejor que la coerción.
Pero los judíos – de cualquier afiliación – que están realmente comprometidos con el bienestar de la comunidad judía y no sólo con el avance de una causa en particular deberían examinar con cuidado y de manera objetiva cada uno de estos puntos.
La política del status quo religioso requiere, de hecho, que las parejas judías comprometidas se sometan a una ceremonia judía, con un rabino, testigos y la escritura de un contrato matrimonial (ketuba). Y las parejas tienen que participar de clases. ¿Pero en un estado que reclama una identidad judía, una ceremonia judía y un superficial aprendizaje de los requerimientos halájicos, realmente “privan a los ciudadanos de sus derechos humanos básicos”, como han sostenido varias veces los abogados?
Respecto a las leyes israelíes que se niegan a reconocer matrimonios prohibidos por la halajá, es un país extraño que no pone límites legales sobre el matrimonio. Todos los estados en Norteamérica prohíben el matrimonio entre parientes cercanos; el 24 prohíbe que los primos se casen; el 6 requiere análisis de sangre. Estas cosas, también, incomodan a algunos individuos, pero uno no ve a aquellos que asedian las leyes matrimoniales israelíes, basadas en la halajá, haciendo campaña contra los estatutos de salud o de consanguinidad norteamericanos.
Es verdad que algunos israelíes sortean las leyes israelíes haciendo viajes fugaces al exterior del país para casarse. Pero la idea de que las leyes o estándares pueden ser evadidos deberían ser anulados no son generalmente aceptadas. Muchos norteamericanos no están de acuerdo con los límites de velocidad y no declaran todas sus ganancias; pocos sugieren que como resultado de esto, las leyes de seguridad vial o la DGI deberían ser abolidos.
Más aun, la ley – cumplida o no – es un maestro, que le comunica al público ideales. Hay un considerable valor judío en un estado judío que consagra, mediante estatutos, las expectativas judías indiscutibles.
Además: es apenas poco común que los niños de familias no ortodoxas, incluso acérrimos seculares, adopten la observancia de la halajá. Algunos secularistas israelíes se pueden ofender por las leyes matrimoniales de su país, pero imagínense el dolor de una mujer que acaba de convertirse en observante que, a causa de que estas leyes fueron socavadas por activistas norteamericanos, se encuentra a sí misma inhibida por su religión para casarse con el hombre que ha elegido.
Finalmente, el tema final no es la coerción versus la persuasión. Es sobre el hecho si el estándar judío tiene lugar entre las leyes del estado judío.
Caracterizar un estándar judío profundo y respetado a lo largo del tiempo como algo malévolo no es justo. El lenguaje incendiario sobre los “derechos humanos” y un “monopolio matrimonial” ortodoxo, sólo sirve para alejar a los judíos israelíes aun más de toda conexión que pueden tener con su herencia religiosa y la comunidad judía en general. ¿Acaso nosotros los norteamericanos hablamos de instituciones que producen normas como la Administración de Drogas y Alimentos o la Junta de Reserva Federal como “monopolios” siniestros? ¿Acaso las regulaciones de seguridad o los ajustes de la tasa de interés, a pesar de las incomodidades que pueden generar en algunas personas, constituyen un cese de los “derechos humanos”? Un estado judío necesita un estándar judío para el matrimonio y el divorcio, y la halajá – el denominador común judío más elevado – es la opción más lógica y sin mencionar, auténticamente judía.
Si los simpatizantes norteamericanos del matrimonio civil en Israel pasarían una fracción de su energía y de los fondos que gastan en burlarse de nuestra mutua tradición judía, explicando y reclamándola, menos israelíes quedarían alienados de nuestra tradición, la halajá sería más respetada y el pueblo judío sería guiado hacia un futuro más unificado.
Los judíos norteamericanos pueden elegir con seguridad apoyar una separación entre estado y religión en Israel. E Israel, también, puede elegir descomponerse como un país que respeta la tradición religiosa judía. Pero – particularmente en un momento en el cual la existencia del estado judío se encuentra asediada por asesinos internos y locos genocidas a distancia (pero dentro del alcance de las armas nucleares) - ¿estas metas deberían ser un tema sensible para los judíos?

 

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