La Voz Judía


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EROSIONAN LOS LAZOS QUE NOS LIGAN

La reciente decisión de la Corte Suprema de Israel de reconocer, para los fines de la Ley del Retorno, a las “conversiones” llevadas a cabo dentro de los Movimientos Reformista y Conservador, ha sido recibida con gran alborozo por parte de esos movimientos. Sin embargo no les está resultando tan fácil conseguir aumentar el número de adeptos – la meta tal vez más relevante de quienes se consideran un movimiento religioso.
En Israel, cualquier gentil que se acerque a los Reformistas o a los Conservadores con la intención de formar parte de sus congregaciones, tiene las puertas abiertas para realizar su “conversión”, contando con sus auspicios. La decisión de la Corte Suprema no ofrece ningún incentivo espiritual para las “conversiones” , el incentivo es meramente económico, dado que se refiere a los derechos que brinda la Ley del Retorno.
No queda muy claro quién gana con todo esto, pero sí quienes pierden: todos los judíos de Israel, sean seculares o tradicionalistas, que aún se sienten orgullosos de llamarse a sí mismos judíos. La Corte Suprema a través de esa medida lo que está haciendo es vaciar de todo contenido el término “Judío”.
Si bien los judíos tienen diferentes criterios respecto a muchos temas, hasta hace poco tiempo estaban de acuerdo en uno de ellos: se puede considerar parte del judaísmo a todo aquel descendiente por vía materna de quienes estuvieron presentes en el Monte Sinaí. Los no judíos pueden convertirse al judaísmo a través de revalidar la entrega de la Torá en el Sinaí y de aceptar acatar sus mandamientos. El Rambam lo expresa con claridad: “Después de que un gentil se sienta deseoso de avenirse al pacto y de cobijarse bajo las alas de la Divina Presencia, y acepte someterse a los mandatos de la Torá, entonces deberá pasar por un Brit Milá y una inmersión...” La aceptación de las mitzvot es una precondición para todos los procedimientos posteriores.
La decisión de la Corte es una cachetada a 3.500 años de entendimiento.
En base a los términos de dicha decisión no resulta claro quién es judío y, peor aún, no se sabe quién está autorizado para convalidar el judaísmo de otro. El Movimiento Reformista mismo carece de un criterio uniforme para realizar conversiones y deja librada a la modalidad de cada “rabino” la forma de establecerla. No existe nadie que no pueda encontrar en algún lugar algún “rabino” que quiera convertirlo –siempre y cuando se pongan de acuerdo con el precio.
Los mismos “rabinos” que hacen publicidad ofreciendo sus servicios de “conversión” por un monto determinado de dinero, y los “rabinos” que realizan ceremonias mixtas conjuntamente con sacerdotes y pastores, están hoy habilitados por las medidas de la Corte Suprema a otorgar certificados de conversión.
Resulta imposible establecer un marco centralizador de creencias y de prácticas que reúna al Judaísmo de la Torá con los movimientos heterodoxos. Israel reconoce 16 clases de cristianismo diferentes que se practican en distintas comunidades; sin embargo ellas están muchísimo más cerca entre sí que lo que podría estarlo el judaísmo de la Torá y los movimientos conservador y reformista. Este punto está ampliamente admitido por los líderes más honestos del movimiento reformista. Alexander Shindler, el último presidente del movimiento Reformista en los EE.UU., lo expresó muy suscintamente: “O bien aceptas la Halajá o bien estás afuera. Nosotros hemos optado por estar afuera.”
W. Gunther Plant, un intelectual dirigente de la Reforma, lo manifestó claramente: “Ni D”s ni la Torá pueden ser considerados como fuentes directrices universales para la Halajá de la Reforma”.
Jacob Petuchowski, el primer teólogo del movimiento, una vez comparó a la Reforma con el Cristianismo Paulista en cuanto al rechazo de la Ley y en su intención de retrotraer al hombre a su estado previo a la Revelación del Sinaí.
Los intelectuales del movimiento Conservador no son tan explícitos sobre su rechazo de la Halajá. No obstante, han convertido a la Revelación del Sinaí en algo tan amorfo que la han vaciado de toda fuerza vinculante. “En la medida en que un judío toma en serio su responsabilidad y está preocupado respecto a su judaísmo”, escribió Seymour Siegel, un profesor de Teología del Seminario Teológico Judío del Movimiento Conservador, “está haciendo lo correcto a la vista de D”s”.
Yo le propongo a Ud. que encuentre en la Torá algún versículo que diga “Puedes hacer lo que tú quieras, en tanto y en cuanto seas sincero”:
Los judíos conservadores se diferencian hasta en su actitud respecto a los rituales más tradicionales. Más de las tres cuartas partes del judaísmo conservador en los EE.UU. opinan que se puede ser religioso sin observar mitzvot, y el 69% de los convertidos por el Movimiento terminan casándose con no judíos.
Dada la imposibilidad de encontrar ni un punto en común entre la Ortodoxia y la Reforma, la lógica de la decisión de la Corte Suprema podría derivar en que todo certificado de conversión extendido por cualquier otro grupo judío también debería ser reconocido.
El presidente de la Corte, Aharon Barak, obviamente tomó conciencia de esta dificultad y limitó, en consecuencia, las “conversiones” a aquellas comunidades de la diáspora que estuvieran “reconocidas”. Pero, ¿”reconocidas” por quién? Y si se excluye el marco central de las creencias y las prácticas, ¿qué criterios existen para el reconocimiento?.
Es dudoso que Barak excluya, por ejemplo, a los “convertidos” por el Movimiento Reconstruccionista, que tiene un poco más de cuarenta años y que niega la existencia de D”s. Por lógica, no habrá nada que impida a las organizaciones judías establecidas ordenar sus propias conversiones “seculares”, según la propuesta de Iosi Beilin y de otros.
Está claro que para la dirigencia israelí la conversión es, sin lugar a dudas, un modo secular de identificarse con Israel. Por ese motivo es que el diario Haaretz ha denostado a los rabinos por sospechar de “aquellos que desean atar sus vidas al destino de este pais tan difícil”. En otro editorial, Haaretz cita una investigación que prueba que en la historia judía la conversión siempre fue un tema étnico y no religioso, aunque los investigadores no pudieron explicar de qué forma uno puede cambiar su etnicidad. Haaretz y los jueces de la Corte Supema han provocado una conflagración entre Israel y el pueblo judío, un pueblo milenario definido por su inclaudicable aceptación de la misión recibida de D”s.
Con su inexorable marcha hacia el reconocimiento absoluto de cualquier clase de “conversión”, la Corte Suprema está agregando un nuevo escollo al sueño de David Ben Gurión respecto a que la Identidad Judía actuaría como lazo que uniría a los judíos de más de 100 países distintos y que les permitiría situar a Israel como el lugar de la continuidad histórica del pueblo judío.
Como los alumnos de Shammai o de Hillel saben, cuando los judíos no puedan confiar más en la aptitud del otro como posible consorte, entonces dejaremos de ser un pueblo unido por un destino histórico común.

 

Nro 367 Iyar del 5765 / Mayo de 2005

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