La Voz Judía


La Voz Judía
El príncipe perdido
De Majmud Menaeh a Yehuda Alkabetz

Por Aharon Granot

La extraña historia de un remanente perdido, descendiente del Gran Gaón y Cabalista, Shlomo HaLevi Alkabetz, y el reencuentro con su ilustre linaje y su condición espiritual judía
El sol se estaba poniendo, y el Monte Merón tapaba los últimos rayos de luz. Los dos estábamos parados con reverencia al lado de la tumba de Rav Shlomo HaLevi Alkabetz en Safed. Uno de los cabalistas más grandes de todos los tiempos, conocido por su poema “Leja Dodi”. Iehuda se acercó a la tumba, y mi corazón casi dejó de latir. En su mano tenía un libro escrito por Rav Shlomo Alkabetz. Su cuerpo temblaba con emoción, y de sus ojos brotaron las lágrimas, al igual que de los míos. Sólo pocos de los visitantes de las tumbas sagradas levantaron sus ojos de los libros para ver esta escena conmovedora. Nadie aparte de mi sabía que clase de drama que estaba a punto de completarse al lado de la tumba del rabino. Trozos enmarañados de la historia finalmente se unieron, junto con los desarrollos y conflictos extraños de una vida que terminaron de la mejor manera. Los remanentes perdidos de una familia judía, que durante años estuvo dispersa, estaban ahora cambiando de curso y cayendo en su lugar. El joven que estaba parado llorando y rezando al lado de la tumba sagrada por todos aquellos que lo habían ayudado a llegar a este momento glorioso, era Iehuda Alkabetz, un descendiente directo de Rabi Shlomo. En pocas semanas se casaría y quería visitar la tumba de su ilustre ancestro para agradecer a Rabi Shlomo por cuidarlo mientras hizo su largo viaje de regreso a su verdadera familia. No hubiese sido una historia tan impresionante, si el nombre original de Iehuda no hubiera sido.. Majmud Menaeh.
El joven tenía en sus manos varias notas, con los nombres de la gente por quien debía rezar. Un año y medio antes, las únicas palabras que sabía decir al rezar eran “Allah Hu akbar.”
Unas horas antes, había descubierto otro hecho sobre si mismo que lo hizo temblar. Fue en la oficina del Rabinato de Jerusalém, donde Iehuda fue a registrar su próximo matrimonio. Le dijo a la empleada su fecha de nacimiento según el calendario secular, y cuando ella lo ingresó en la computadora para descubrir cuál fue la fecha hebrea, todos los presentes en la habitación se asombraron. Iehuda Alkabetz nació el seis de Sivan, en Shavuot, el festivo de los converos y de la entrega de la Torá. Sin saber su propio nacimiento, Iehuda había planeado su casamiento para el mes de Sivan. Y eso no es todo... A Iehuda siempre le gusta recordar que mucho antes de saber de su relación con Rabi Shlomo Alkabetz, había leído una historia, en el proceso de su búsqueda de identidad. Fue la primera vez que se exponía a la literatura judía, en un libro escrito de manera simple, sobre la vida de Rabi Iosef Caro. La historia describía cómo Rabi Caro y Rabi Alkabetz estudiaban juntos, y en el contexto de esta amistad, un Maguid se les reveló y les dijo que emigren a Eretz Israel. El resultado de este evento fue la reconstrucción del barrio judío de Safed. Iehuda leyó este cuento sobre el hombre sagrado cuya vida llevó a su propio nacimiento, durante su iniciación en el judaísmo, cerca de la época de Shavuot.
Un pariente cercano suyo es consejero personal de Yasser Arafat. Pero este descendiente de Rabi Shlomo Alkabetz fue conmigo a visitar la tumba de su abuelo en Safed. Luego nos disfrazamos y discretamente ingresamos al pueblo árabe en la Galilea donde él nació. Caminamos por las calles donde solía jugar cuando niño, y luego nos detuvimos para visitar la primera sinagoga que fue construido en la ciudad de Carmiel - la misma sinagoga donde Iehuda comenzó su retorno al judaísmo.
Nació como Majmud Menaeh en un pueblo árabe, donde vivió durante su infancia. Su madre era judía israelí casada con un árabe. Siempre supo que su madre era judía. “No comprendíamos el significado de tener una madre judía. Era lo mismo que me digan, este aparato es una cámara. Pero, ¿qué es una cámara exactamente y cómo usarla? Cuando mi hermano cumplió los trece años, mi madre le compró todo tipo de regalos especiales y caros. Cuando le preguntamos por qué estaba celebrando tanto, ella sólo respondió, ´De donde vengo, cuando una persona llega a los trece años, se hace responsable de sus actos.´ No teníamos idea del significado de la frase ´de donde vengo´, ya que no teníamos mucha idea del mundo fuera de nuestro pequeño pueblo. Hasta ese momento, decir que mamá era judía era sólo decir que venía de otra ciudad. Siempre imaginé que si pudiera viajar a Carmiel, encontraría a mis parientes, porque Carmiel era una ciudad judía y mamá también era judía,” explica Iehuda Alkabetz.
A los quince años de edad se fue de su casa y se mudó a Tel Aviv, aunque no fue por motivos religiosos. Era conocido por su habilidad y talento de manejar trabajadores, cosa que hizo buena impresión sobre sus jefes, y pasó a ser el director de una obra en construcción en Tel Aviv. Ahí, lejos de casa, pasó por un momento difícil emocionalmente cuando comenzó a preguntarse por su identidad. Decidió buscar al hermano de su madre, y comenzó a investigar sus raíces judías. Al final, fue sólo capaz de contactar a una de las hermanas de su madre. “Era judío que había sido criado con valores musulmanes, y la palabra ´musulmán´ aparecía en mi documento de identidad,” no cuenta. “Llamé a mi tía,” y le conté que quería visitarla. Mi tía me explicó que no era un buen momento para ir, porque al día siguiente era Iom Kipur, y en ese festivo no se puede entretener a los invitados.” Iehuda decidió ayunar aquel Iom Kipur. “No comprendía en aquel entonces, pero mi alma estaba sedienta de Torá.” Llegó a la casa de su tía el día de Iom Kipur, realizó todo el ayuno y }se sintió muy bien después. “Me sentí limpio y purificado,” recuerda. Decidí que a partir de ahí siempre ayunaría en Iom Kipur.”
Aquel año Itzjak Rabin fue asesinado. Iehuda, que aun se llamaba Majmud a los 19 años, regresó a su pueblo. Encontró trabajo en Haifa como personal de mantenimiento. Todos los viernes iba a rezar a la mezquita. Viajaba entre Haifa, Tel Aviv y su pueblo - pasando tiempo en mezquitas, estudiando el Koran con los imams (líderes espirituales musulmanes) y alternadamente teniendo un creciente interés en su parte judía. Mientras tanto, con el dinero que había ganado, estaba ocupado construyendo una casa en su pueblo, junto con los otros miembros de su familia. “Pensé que podría conocer una de las chicas ´judías´ del pueblo, y comenzar una familia,” explica Iehuda. “Quería que mi hogar esté decorado con símbolos judíos.” Un día Iehuda fue a la ciudad judía de Carmiel. “Vi el edificio del Consejo Religioso, y pedí ver al rabino,” dice Iehuda. Me presentaron al rabino, y le dije que mi madre es judía y que quería rezar en una sinagoga en Iom Kipur. Le pregunté cuándo era Iom Kipur. No sabía que estábamos en medio de los Diez Días de Arrepentimiento, y que Iom Kipur estaba cerca. Decidí ayunar aquel Iom Kipur, como lo había hecho en el pasado, y también ir a rezar a Carmiel en una sinagoga ,” cuenta.
La mañana del Iom Tov, Iehuda despertó temprano y viajó a Carmiel a la sinagoga , donde fue recibido con mucho entusiasmo. “Al salir del pueblo caminando,” recuerda, “la gente me ofreció llevarme. Les agradecí y les dije que prefería hacer ejercicio, cuando en realidad estaba preocupándome por no profanar la santidad del festivo.” Al final del día, Iehuda / Majmud regresó a su pueblo, y siguió su rutina diaria, incluyendo la visita regular a la mezquita. El Iom Kipur siguiente, Iehuda se fue a Carmiel atravesando las montañas, una caminata larga en especial. “No quería ir por los caminos, para que no tenga que mentir en Iom Kipur si alguien se ofreciera a llevarme.” Para romper el ayuno, Iehuda se invitó a si mismo a la casa del rabino local. “No quería que mi primer comida después de ayuno fuera treif,” recuerda.
Más tarde, como resultado de una discusión familiar (que no tenía nada que ver con religión), Majmud dejó la casa de sus padres y se fue a vivir a Kiriat Shmona. No fue una “mudanza” sino un “escape”. Dejó atrás todas sus posesiones, incluyendo sus documentos personales, sus libros y su música, los recuerdos de la infancia - o se llevó nada. En Kiriat Shmona alquiló un departamento y se mantuvo a si mismo haciendo arreglos en casas. No tenía más acento, y adoptó un nombre que alguien le había puesto en Tel Aviv, “Udi” - que había comenzado como “Jamudi” - y que fue evolucionando a “Iehuda”. “Comenzó con un amigo en el trabajo,” dice, “que no quería llamarme Majmud. Entonces el nombre progresó de Jamudi a Udi y luego a Iehuda.”
Uno de sus trabajos le tocaron en la casa de una familia religiosa en Kiriat Shemona y el dueño de la casa comenzó a discutir sobre Torá y miztvot con Iehuda. El hombre no sabía que su trabajador venía originalmente de un pueblo árabe. Cuando el empleador se enteró del origen de Iehuda, se apresuró en organizarle una cita con Rabi Eliahu Levi. Rabi Levi es el director de la organización Tiferet Kiriat Shemona, que publica información sobre la Torá en ciudades en vías de desarrollo, e intentar devolver a los judíos a sus raíces. Después de que los dos se conocieron y hablaron, Iehuda comenzó a tomar clases de Torá. Los estudiantes de ieshiva lo visitaron y le enseñaron cómo ponerse los tefilin. Gracias a sus esfuerzos, Iehuda tomó total conciencia de su judaísmo.
Un día, Rabi Iehuda Iosefi llegó a Kiriat Shemoa para dar una charla a los residentes de esta ciudad norteña. Rabi Levi invitó a Iehuda para que asista a la clase. “Al principio dije que no por falta de tiempo,” recuerda Iehuda. “Rabi Levi fue muy insistente, ya que Rabi Iosefi era un buen orador, y vino personalmente a mi casa para llevarme.” Iehuda fue a la charla conmovedora. “Fue una de las charlas más poderosas que jamás escuché,” dice Iehuda. “En aquel entonces tenía el cabello largo, y cuando Rabi Iosefi habló, sentía como si todas sus palabras me hablaban a mi. Cuando terminó de hablar, caminé hacia el frente de la sala y le pedí a D-os que Rabi Levi me llame a recibir la bendición de Rabi iosefi. Mi plegaria fue escuchada, y Rabi Iosefi me preguntó cómo me estaba yendo. Después de un fútil intento de responder, sin saber por qué estaba sucediendo, de pronto apoyé mi cabeza sobre el hombro del rabino y comencé a llorar. Fue la expresión de mi tormento espiritual, que no podía expresarse en palabras. Las lágrimas eran mis palabras,” dice. “Esto ocurrió un domingo, y el fin de semana que vino después, Arajim, una organización que enseña los valores del judaísmo ortodoxo a los que recién vuelven a la religión, estaba planeando un seminario en Netania. Rabi Iosefi me abrazó con afecto, y me pidió que vaya al seminario. Le dije que era imposible por mi trabajo, que no me daba tiempo. Me pidió que haga el esfuerzo. Me fui a casa, sin poder creer que pudiera cumplir con su pedido.”
Iehuda no sabe cómo sucedió. Pero aquella misma semana de pronto recibió vacaciones del trabajo, y simultáneamente le pidieron hacer una renovación en Netania. De todos los lugares posibles, Netania... Iehuda viajó a Netania, realizó el trabajo, y el fin de semana apareció en el hotel de Netania donde se llevaría a cabo el seminario. Entró al hotel y presentó su documento de identidad. El rabi en el escritorio de recepción le dijo, ´lo lamento, pero ya tenemos suficientes empleados.´ Iehuda le dijo que venía a participar del seminario, a pesar del hecho de que en su documento de identidad aun aparecía un nombre árabe. El empleado levantó la mirada del documento, escrutinió a Iehuda de pies a cabeza, y dijo, ´el seminario es sólo para judíos.´ Iehuda tuvo que explicarle que Rabi Iosefi lo había invitado, y entonces lo dejaron pasar.
Durante el seminario, Iehuda bebió con sed cada palabra de Torá que escuchaba. Aquel Shabat, por primera vez en su vida, a los 24 años, Iehuda subió ante la Torá. “No sabía cómo decir las bendiciones, entonces el rabi las dijo conmigo, palabra por palabra. Fue una experiencia extremadamente emotiva, y al aceptar los preceptos de la Torá, sentí como si estuviéramos en el Monte Sinai.” Al bajar de la bima, todas las dudas de Iehuda dejaron de existir. Sabía que pertenecía a la nación judía, y en aquel momento se comprometió a observar la Torá.
Más tarde esa misma mañana, el resto de los participantes del seminario le pidieron a Iehuda que exponga sus razones para elegir la Torá. Con un lenguaje descriptivo y elocuente Iehuda describió ante su audiencia cada uno de los pasos den su regreso, hasta ese momento. Se escucharon suspiros de admiración y llantos emotivos a lo largo de toda la historia de su retorno a la religión de sus antepasados. En aquel entonces, aun no había descubierto al estimado ancestro que tenía. En el mismo seminario estaban los estudiantes de la ieshiva de Ashrei Ish de Bait Vagan. Se acercaron a Iehuda y le preguntaron si estaba dispuesto a pasar el Shabat con ellos en Jerusalém. El respondió que sería un sueño hecho realidad. Entonces, Iehuda observó el Shabat por primera vez en la ieshiva de Ashrei Ish. Fue invitado a comer en la casa de la familia Lazer, conocida por su hospitalidad en Bait Vagan, y ahí se enteró de que es descendiente directo de Rabi Shlomo Alkabetz. “Mi madre siempre nos dijo que teníamos un gran rabino en nuestra familia. También recuerdo vagamente a los hermanos de mi madre hablando de un ancestro enterrado en Safed, pero nunca relacioné una cosa con la otra. Después de haber escuchado el nombre de soltera de mi madre, los Lazer me preguntaron si era pariente de Rabi Shlomo Alkabetz. Les dije lo poco que sabía.
“¿Sabes quién es?” preguntaron los anfitriones excitados. “Es el rabino famoso que escribió Leja Dodi,” le informaron. Ahora era el turno de Iehuda de asombrarse.
“Durante todo el Shabat canté Leja Dodi, con nostalgia. De pronto tenía tanto significado para mi,” explica Iehuda. La familia estaba contagiada de pasión, y comenzaron a cantar alrededor de la mesa. “De pronto las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, al igual que por las de ellos. Tenía 24 años, sin identidad, sin saber a dónde pertenecí. Finalmente, supe quién era.” Iehuda se contactó de inmediato con la familia de su madre para asegurarse de que no era todo un sueño, y para descubrir que el ancestro del que todos hablaban era el mismo que había escrito Leja Dodi. La respuesta dejó todo bien claro. En manos de su familia había un documento antiguo registrando la genealogía de la familia hasta el famoso Rabi Alkabetz.
Lleno de emoción, Iehuda volvió a Kiriat Shemona y se presentó ante el rabino de la ciudad, Rabi Tzefania Drori, quien ayudó a Iehuda a completar el último tramo de su viaje hacia el judaísmo. Realizó Hakazat HaDam, una ceremonia de circuncisión simbólica y recibió su nuevo nombre - Iehuda. Rabi Drori entonces le recomendó que ingrese en una ieshiva para completar los vacíos de conocimiento acerca del judaísmo. “En aquel momento me ofrecieron dos trabajos lucrativos. Un empleador me ofreció un muy buen sueldo, y el otro prometió pagar mis estudios en el Tejnion. Le pregunté a Rabi Iosefi qué trabajo aceptar, y a cambio él me persuadió de comenzar a estudiar Torá en serio.” Iehuda Alkabetz se fue de Kiriat Shemona e ingresó en una ieshiva.
El casamiento entre R´ Iehuda Alkabetz y Ada Tzarfati fue muy emocionante, no sólo por la fiesta en si, sino por el homenaje que se rindió a cada uno de los individuos que ayudó a Iehuda a llegar a ese momento. Después del evento alegre, cuando las festividades terminaron y los invitados se fueron a sus hogares, un grupo intimo de allegados permaneció en el salón: Rabi Iosef Tzvi Porat, la familia Lazer , Rabi Eliahu Levi, Rabi Amram Ivgi y yo, el autor de éste artículo. Reb Iehuda Alkabetz se fue a vivir a Beitar. Ahí ingresó a una ieshiva y viajó periódicamente por el ´país a contar su increíble historia y fortalecer otros judíos en su observancia de la Torá. Siguió pidiéndonos ayuda, de la manera que cualquier otra persona se dirige hacia sus padres. Mientras tanto, la pequeña Sara llegó a la familia, la primer hija de Iehuda y Ada Alkabetz, y parecía que la vida de Iehuda estaba empezando a marchar tranquilamente.
Entonces como salida de la nada, Iehuda recibió una propuesta. Uno de los diarios ortodoxos populares pidió entrevistarlo y publicar su historia. Iehuda aceptó, bajo la condición que el diario no publique su nombre original ni su nombre adoptado, ni tampoco dónde vive o vivió en el pasado. La razón era obvia: su padre, un importante traficante de drogas, estaba esperando la posibilidad de asesinar a su hijo por haber deshonrado su nombre. Cualquier dato sobre el paradero de Iehuda podría llevar a su puerta al asesino a sueldo que había contratado su padre. El diario no mantuvo su promesa y en una pequeña introducción al artículo, aparecían el nombre y el domicilio en Beitar de Iehuda. Con una orden de juez Iehuda logró detener la publicación de la historia a tiempo, y el diario tuvo que reescribirla usando nombres y lugares inventados. Desafortunadamente, era demasiado tarde. El padre de Iehuda que lo estaba buscando, ya lo había ubicado en el circuito de sus charlas alrededor del país.
El detalle que faltaba, el domicilio permanente de Iehuda, apareció en la introducción del artículo de prensa. Era sólo cuestión de tiempo hasta que el padre asesino lo alcance. Un cartel de advertencia apreció cuando el padre fue entrevistado en un programa de televisión que ayuda a reunir parientes separados. El padre pedía ayuda a los televidentes para encontrar a su “hijo perdido, ”que estaba viviendo en Beitar, y con quien deseaba reencontrarse. La revista Mishpaja envió algunos de sus más distinguidos agentes para verificar lo que el padre quería exactamente. Descubrieron que no quería ver a su hijo en persona, sino ver su cuerpo muerto y mutilado. En una consulta de emergencia con el gran Rabino Jaim Kanievsky se decidió que Iehuda y su familia se vayan de Israel de inmediato, y se escapen a otro país. Con mucho dolor, el autor de este artículo ayudó a Iehuda y su familia a empacar y entraron al mismo auto que los había llevado al casamiento de Iehuda. Los llevé al aeropuerto y de ahí viajaron en su viaje hacia el exilio, lejos de todo lo que amaban.
Fue Rabi Tzvi Iosef Porat quien arregló las cosas para que una familia fuera de Israel se encuentre con ellos y los ayude. Rabi Porat también organizó un lugar para Iehuda en una ieshiva, y se aseguró de que tenga medios económicos para él y su familia. A pesar de la transición suave de una vida a otra, y a pesar de que Reb Iehuda puede sentarse y estudiar Torá sin problemas ni preocupaciones, siempre repite las mismas palabras, cada vez que hablamos por teléfono. Yo, junto con sus rabinos y amigos cercanos mantenemos un contacto fluido con Iehuda. Cada semana recibe una llamada de Israel, y cada semana nos cuenta que lo que más quiere es regresar a Eretz Israel, su hogar. Es una vergüenza que la historia del regreso de Iehuda al judaísmo se cierre de esta manera triste. Ojalá que Iehuda pueda recibir las buenas noticias de que un día podrá retornar a su hogar para siempre.

Extraido de la Revista Mishpajá en inglés

 

Nro 345 - Iyar del 5764 / Mayo de 2004

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