La Voz Judía


La Voz Judía
A tener en cuenta
Por el Rabino Daniel Oppenheimer

Los días que estamos atravesando en el calendario hebreo, desde el segundo día de Pesaj hasta la víspera de Shavuot, se conocen como Sfirat HaOmer (la enumeración o cómputo del Omer). ¿Qué es el Omer? Omer, en hebreo, es una medida de volumen mencionada en diversos lugares de la Torá. En el contexto en el que estamos hablando, se refiere a una ofrenda (pública, en representación de todo el pueblo) dedicada el segundo día de Pesaj en forma colectiva y consistía en un volumen de harina de cebada tostada mezclada con aceite como lo indica la Torá. A partir del servicio del Omer en el Bet HaMikdash, los judíos tenían autorizado el consumo de la nueva cosecha de cereal en todo el territorio de Israel. La inhibición del uso de cereal nuevo hasta Pesaj, sigue en vigencia en Israel aún después de la destrucción del Bet HaMikdash. Acerca de si esta ley - de carácter agrícola - tiene aplicación o no fuera de Israel, es materia de discusión entre los Poskim (codificadores) de generaciones anteriores.
La ofrenda de cebada sobre el Mizbeaj (altar) es una excepción. Todos los demás sacrificios salvo uno, son a partir de harina de trigo.
Una vez que se consagró la Minjá (ofrenda) de Omer, se comienza una cuenta diaria, en la cual se computan los días por un lado y las semanas enteras (o con los días complementarios a la última semana completa) por el otro, hasta llegar a concluir siete semanas enteras. Al finalizar el cómputo, se celebra la fiesta de Shavuot que no tiene una fecha establecida en la Torá, sino que depende de la conclusión de la cuenta del Omer.
En Shavuot, se traía una “nueva ofrenda” (también pública) de dos panes de trigo al Bet HaMikdash. (Los agricultores que poseían en sus campos árboles de las “siete especies” por las cuales fue elogiada la tierra de Israel, debían acercar sus Bikurim - los primeros frutos - a partir de Shavuot).
Un aspecto que resalta inmediatamente es el hecho que, con esta cuenta, la Torá establece una correlación entre Pesaj y Shavuot, algo que no ocurre con las demás fiestas, las cuales son independientes una de la otra. La pregunta obvia es: ¿por qué?
A tal fin, y antes de seguir, quiero compartir con Uds. la reflexión que, lo que nosotros habitualmente denominamos “fiesta” - o sea, momento agradable “para pasarla bien” - no concuerda exactamente con lo que la Torá titula fiesta (Jag, Reguel, Zman). En las “fiestas” de la Torá, uno también la debe “pasar bien”, es decir, disfrutar con sus seres queridos y participar a los menesterosos. Sin embargo, los Sabios nos dicen que estas oportunidades son para dedicar “mitad para D”s y mitad para Ustedes”, es decir que lo espiritual debe tener tanto espacio en la celebración, no menos que el goce material que la caracteriza.
Pesaj entonces, aparte de ser una buena oportunidad para demostrar que se pueden cocinar bien los Kneidlaj y que efectivamente serán blanditos, tiene a su vez un abanico de oportunidades espirituales en el que aprendemos acerca del valor de la libertad, de la modestia de la Matzá, de la pugna por no asimilarnos en el exilio y de la esperanza de volver a ser redimidos.
Sin embargo, estas lecciones son moderadas respecto a las enseñanzas de Shavuot. ¿Por qué? La libertad física del dominio de algún autócrata, en tantos casos de la historia, demostró ser un preludio de una próxima caída en algún tipo de esclavitud a manos de otro déspota que en algunas coyunturas fue peor que el anterior...
¿No podía ocurrir lo mismo con la libertad de Pesaj? No. Por el siguiente motivo: La liberación que Moshé prometió a los judíos de Egipto, no era un fin en si mismo. No se reducía a un cese en la edificación forzada de pirámides para el Faraón (para, en su lugar, alzar pirámides propias), sino una vida totalmente distinta en la cual mediante un pacto eterno todos los judíos en conjunto se convertirían en una nación constituida por valores morales como objetivo común y de manera tal que cada persona tuviera un vínculo directo con el Todopoderoso.
El pueblo aceptó la propuesta y siguió tras Moshé al desierto, un lugar naturalmente árido, confiados en que alcanzarían el propósito al que se habían brindado. Sin embargo, aun esta libertad estaba amenazada, si no desde lo externo, al menos desde lo interno. ¡Cuántas veces, las personas se plantean ideales nobles que luego quedan truncados en el camino! Suele suceder que el entusiasmo inicial por una causa digna se acabe, que la gente se vuelva un poco perezosa o que se distraiga con otros temas - y las cosas quedan ahí: en el hermoso proyecto.
La libertad es uno de los conceptos que la gente más confunde con ideas que le son contrapuestas. Muchos suelen llamar “libertad” a una situación en la cual actúan “como quieren” sin que alguien les indique las pautas. En realidad, la mayor parte del tiempo la gente es esclava de una de las siguientes tendencias que lo “obligan” a obrar de una manera determinada (en realidad no están obligados, pero ellos así lo consideran):
1. Los sometimientos más reconocidos como tales, son los vicios. Algunos, como el alcoholismo, la droga y el tabaco, dada la amenaza pública que representan, poseen mayor conciencia en el público. Sin embargo, esto no impide que sea cada vez mayor el número de adictos los distintos abusos.
2. El próximo yugo tirano al cual servimos, lo tiene la pasión, en sus distintas maneras de presentarse. Una de las más afamadas ostentaciones es la “rabia” que tenemos en cuanto las cosas no se dan como uno quisiéramos que fueran. Pocos, muy contados, son los que pueden dominar estas situaciones con tranquilidad. Muchos, casi todos, sucumben descontroladamente ante circunstancias de adversidad confusas. Otra pasión común que domina a los seres humanos es la seducción de los deleites corporales. ¡Cuánta gente sabe que comer en demasía, los perjudica - y no dejan de comer! ¡Cuánta gente sabe que el encanto de determinada persona a quien creen amar es precario - y no dejan de permanecer en aquel mundo de la fantasía que saben es utópico y caprichoso!
3. Una tercer forma de servidumbre se lleva a cabo mediante la presión del entorno. Innumerables conductas humanas podrían considerarse totalmente absurdas y solo se sostienen porque “todos lo hacen”. Esta presión obliga a las personas a auto-destruirse por lograr una ubicación social reconocida, que no le brinda otro beneficio sino el de poseer aquella comparación favorable con los que poseen menos que uno.
4. El soborno. La Torá (y la vida cotidiana lo demuestra) nos indica que el soborno “enceguece al más sabio”. Sus manos están atadas. Tampoco es libre la persona que está sobornada por los goces y placeres de la vida materialista.
¡¿Libres?! ¡¿Quién, entonces?! “No hay persona libre, sino quien se dedica a la Torá” - nos reveló Pirkéi Avot (Cap. 6). Solamente aquel que puede dedicar su vida incondicionalmente - y sin anteponer sus gustos personales - a los ideales que le propone el Creador, Quien está por encima de todos los vicios, pasiones y presiones del ser humano, solamente él es “persona libre”.
Existe una costumbre, según la cual se come un huevo en la noche del Seder inmediatamente después de comer la Matzá y el Maror. Hay varias explicaciones para esta costumbre. Una de ellas, que sostiene lo que acabamos de enunciar, explica que el huevo de ave tiene la particularidad de “nacer” dos veces. Primero, la gallina pone el huevo. Más tarde, este huevo será empollado y saldrá de él un pollito. Del mismo modo, la salida de Egipto fue un primer paso hacia la libertad. Esta, sin embargo, no se consumó hasta que el pueblo declaró unánimemente “Na’asé VeNishmá” frente al Monte Sinaí. (Admu”r MiLublin - El HaMekorot IV)
La ofrenda del Omer (en Pesaj) es de cebada, un alimento que habitualmente se utiliza para los animales, mientras que la de Shavuot es de trigo. La libertad de Pesaj pertenece al orden de lo físico, mientras que la de Shavuot nos acerca a la liberación moral.
Si llegamos a este punto, entonces Shavuot completa la fiesta de Pesaj. La cuenta del Omer une de manera contundente el primer inicio con el alumbramiento total. A tal fin, se requiere una tarea de toma de conciencia diaria (sin asueto de los “fines de semana”), con función cotidiana y etapas semanales, en la cual omitir tan solo un día, vuelve a la misión en incompleta. Esperemos que Shavuot nos encuentre libres y maduros para ratificar el voto de nuestros padres ante Sinaí.

 

Nro 344 - Iyar de 5764 / Abril de 2004

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