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Especial para Israel en Buenos Aires
El comienzo de un nuevo año se avecina a la vida de la comunidad judía internacional. La noche del lunes todos estaremos brindando juntos por este 5766 y rezando por ser bien inscriptos en el libro de la vida. En estas vísperas del año venidero, todos y cada uno de nosotros se encuentra soñando, proyectando, construyendo su futuro mirando hacia delante –kadima.
Se dice, y muy a menudo es verdad, que en la comunidad judía argentina todos nos conocemos, o tenemos un amigo en común, o un primo o alguien que permite que dos extraños se den cuenta, en pocos minutos de charla, que tenían más en común de lo que hubieran imaginado. Por eso cuando nuestros amigos, nuestros seres queridos, que a su vez son amigos y seres queridos de otra gente, estén deseando un buen año a estos y otros amigos de otros nos estén deseando eso mismo a nosotros, seguramente no quedará un solo judío al que alguien no le augure ser bien inscripto en el libro de la vida, entonces con esos hilos invisibles que nos unen, que nos hacen fuertes, que nos hacen sentir acompañados, podremos saber que vivimos un Shaná tová humetuká beiajad y he ahí la importancia de esto: el beiajad, es decir el estar unidos.
Sin embargo, es importante que podamos paralelamente reflexionar sobre el año que nos deja, evaluar qué hicimos bien y qué hicimos mal, qué sembramos y, por ende, qué merecemos cosechar. Aprender es la palabra, y qué mejor que hacerlo de nosotros mismos, es decir, de nuestra experiencia.
Alguna vez Sócrates experimentó que la conciencia de la ignorancia es el condicional que permite el aprendizaje. Hay tanto de cierto en esto de saber que uno no sabe todo y que la vida es una enseñanza constante. Cómo judíos nos tocó aprender que la justicia puede ser, además de ciega, sorda y muda hasta tal punto que parezca no existir. Pero también le enseñamos al mundo que la seguimos persiguiendo por lo que le hicieron a la Embajada, por los muertos de la AMIA, por los de la Shoá (gracias Simón Wiesenthal Z´´L), por cada nazi que quiera presentarse a elecciones, por cada pintada antisemita, por cada legislador que discrimine a un judío y por cada hecho en el que se intente menoscabar nuestra dignidad. Aprendimos que nada de esto es fácil, pero es, a la vez, fundamental. Es un deber defender nuestro derecho a existir.
Por todo eso, levantemos nuestra copa, brindemos mirándonos a los ojos y antes de probar el dulce sabor del vino miremos para atrás pensando en los aciertos y en los errores y sabiendo que este año tendremos otros nuevos pero que si aprendimos, no serán los mismos que cometimos anteriormente.
Shaná tová humetuká BEIAJAD.
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