Y cuando las fuerzas parecen no dar más, allí nace el impulso. Y cuando la voluntad parece decir no doy más, allí nace la esperanza...
Entre el impulso y la esperanza nace el nuevo sentido de un año, que más allá de la monotonía del calendario, nos invita a encontrar el sentido allí donde todo parece perdido, y nos lleva de la mano hacia un camino –mil veces recorrido en el ida y vuelta de los días-, que siempre demarcará la sorpresa de lo nuevo, de lo intacto...
Cuando suenan las eternas melodías, envejecidas por el paso de los siglos, despierta un joven corazón ante las puertas de un Cielo nuevo, que espera, como siempre espera el Cielo, de un nuevo matiz entre los rostros apergaminados de las personas –esos “viejos” conocidos- que transcurren por las hojas de un almanaque, del cual caerán inevitablemente una a una, desde un ‘primero’ inmaculado hasta un ‘treinta y uno’ demasiado pisoteado...
No así en el otro calendario, llamado ‘luaj’...Sugestivo nombre de pizarra, que huele a escuela y a horas; a niños y maestros jugando al aprender y a notas que califican como siempre el saber de unos y el desconocer de otros...
Pero este ‘luaj’ es la pizarra de otra escuela: la escuela de la vida, donde todos seremos aprendices y todos maestros a la vez; donde el juego de la vida abre una y otra vez la imaginación fértil y nos sumerge en los sueños nunca perdidos entre los amaneceres de cada despertar.
“Cotbem al luaj libeja” insinuaba el sabio rey en sus proverbios. ‘Escríbelos sobre la pizarra de tu corazón’, decía Shelomó a su hijo, en cada refraneo proverbial de sus consejos.
Porque cada experiencia debe ser escrita y porque cada letra grabada en el fuego del diario vivir, merece refulgir de entre las oscuras monotonías que se abren paso a cada día.
Nosotros como pueblo judío sabemos de eso. Sabemos de letras descendidas de un fuego blanco sobre fuego negro y que pasaron a inspirar la acción cotidiana, el pensamiento diario, la intención horaria...Y como aprehendimos la lección de aquel día, entonces hoy, al conjugar el ingreso del nuevo año, los días nunca parecen ser los mismos ni tampoco nuestras vidas...
Llega Rosh HaShaná y volvemos a escribir la historia. Con presencias impensadas y con ausencias significativas. Y cada año ‘debe inaugurar una nueva vida’, sentenciaban nuestros sabios. Y porque en eso de iniciar de nuevo la cuenta de la vida, se necesita ante todo de sabiduría.
Todo vuelve a estar en blanco, aunque repleto de memorias que recorren la trama de nuestras hojas-calendarios, para inscribir en el tramo que se inicia los aspectos y las formas que darán nuestras alegrías y tristezas al recorrido de los días; pero se llenarán de logros –contados en poesía-, porque el valor del vivir, más allá de incalculable se nos torna desafío, al comienzo mismo del tiempo, al inicio mismo de la vida.
Quiera D’s permitirnos describir la historia; Quiera El bendecirnos con la sabiduría del vivir los días, al amparo de los queridos y de los tiempos ganados, al olvido, a la indiferencia, a los odios y a la inquina; Quiera El, indicarnos el camino del árbol de la vida, para que los días se llenen de impulsos y las horas de esperanzas contenidas...
Quiera El que el nuevo año, nos devuelva la fuerza de voluntad, para que seamos dueños de la voluntad y de nuestras fuerzas.
Quiera El que las hojas, que desciendan desde lo Alto, sean lo suficientemente amplias para no quedar al margen de nuestro propio relato...
Por un año donde crear nos de fuerza de creer, y entre ambos, capacidad de crecer.
¡¡Shaná Toba uMetuká!!
Rab Dr. Mordejai Maarabi
(X) El autor de la nota es desde hace un año Gran Rabino de la comunidad de Uruguay
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