El rabino Abraham Itzjak ha-Cohen Kook (1865-1935) fue, sin dudas, uno de los eruditos judíos más influyentes y controversiales del siglo veinte. Si bien para el público general es conocido sólo como la figura principal de la filosofía sionista-religiosa, se suele pasar por alto su original enfoque sobre ciertos problemas contemporáneos que todavía demandan una profunda modernización ideológica de la fe judía.
Su lenguaje poético –abundante en alusiones bíblicas, culturales y literarias– nos dificulta un estudio sistemático de su obra. Por lo tanto, para entenderla en parte, vamos a intentar simplificar algunas ideas que la constituyen.
¿De qué contexto histórico estamos hablando? Comienzos del siglo pasado. Pocos saben hoy que un porcentaje no menor de estudiantes de la venerada yeshivá de Volozhin –la Harvard de la vida judía– se volvieron bundistas, bolcheviques y mencheviques en esa época. Algunos de ellos tuvieron incluso un rol protagónico en el desarrollo de la revolución comunista. Sólo alrededor del 3% de la judería de Europa Oriental consistía en estudiantes de yeshivá. La gran mayoría había sido educada en el jeider, la precaria escuela de los shtetlaj; no estaban intelectualmente preparados para defender al judaísmo -y mucho menos su propia identidad- en la era del Iluminismo. De tal manera, aquellos egresados de Volozhin que se volcaron al comunismo pertenecían a la élite intelectual de la sociedad judía de entonces, lo cual explica por qué el resto se asimiló en masa.
Era común en ciertos círculos escuchar que estos jóvenes eran “ovejas descarriadas”; el problema estaba en ellos: no habían entendido completamente las enseñanzas de sus maestros y/o tenían problemas de carácter. Por lo tanto, la misión era influirlos mediante la profundización en nuestras fuentes para que pudiesen volver a la observancia del judaísmo. Así es como el judaísmo ortodoxo clásico vio y ve la cuestión.
Fue en esa época de asimilación masiva que el Rav Kook propuso un enfoque totalmente diferente. Según él, la razón por la cual los jóvenes judíos rechazaban la Torá no radicaba sólo en errores conceptuales de parte de los “descarriados”, sino fundamentalmente en defectos del mundo religioso tal como existía en ese momento. Con el fin de lograr el retorno al judaísmo de aquellos que habían huido, era inútil convencerlos de que volviesen al mismo judaísmo que habían rechazado; era necesaria una revolución interna. De esa manera volverían gradualmente, por voluntad propia, a un judaísmo renovado. Las circunstancias sociales e históricas eran una señal de que había llegado el momento de corregir estos defectos de manera urgente.
Basado en conceptos esotéricos, el Rav Kook mantenía que, si un gran número de judíos se precipitó a una ideología bajo la bandera de la moralidad y la virtud, esto significaba que, a pesar de las diferencias fundamentales con respecto al judaísmo –e incluso hostilidad hacia el mismo–, tanto el iluminismo como el comunismo debían contener una “chispa de luz divina”; es decir, un conocimiento innato e inconsciente de Di-s. La aparición antirreligiosa de esta ideología no sería más que su “cáscara”, una manifestación superficial alimentada por este conocimiento profundo. Es esta chispa –sostenía el Rav Kook- y no la cáscara lo que atraía a las almas de aquellos que “cruzaban la vereda” del judaísmo hacia otros movimientos. Las almas judías, como un todo, son atraídas hacia el bien y se dirigen al mismo de manera innata. Más aún, este movimiento espontáneo de masas, surgido por una necesidad de cambios radicales a nivel moral, social y político, era en sí mismo un indicador de la madurez de esta “chispa”, una señal de que la mayoría del pueblo no encontraba dentro del judaísmo una intención concreta de mejorar la sociedad y entendía que era el momento de actuar.
Más adelante trataremos de modo más específico la propuesta del Rav Kook para abordar aquellas circunstancias, las repercusiones que tuvo en su momento y los desafíos actuales del sionismo-religioso en su búsqueda de consolidación.
|
|
|
|
|
|
|
|
