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Periódico Judío Independiente
De Rumores y Calumnias
Por Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
“En un mundo donde la información es un arma y donde incluso es el código de la vida, el chisme es como un virus, el peor de todos, ya que destruye el sistema inmunológico de la víctima.” Jacques Attali

Según el Diccionario Etimológico de Joan Corominas, el término rumor deriva del latín, rugido, estruendo. Y, si reflexionamos, lo que va circulando de boca en boca, casi un susurro, finalmente culmina en un estruendo.
Tiene lo que caracteriza a las habladurías, al chisme, pero más prestigio aunque carezca de sujeto. En el “se dice que… “, no hay primera persona, no hay Yo. Eso posibilita que nadie sea responsable del rumor, es decir, de lo dicho.
La película “La duda”, basada en la obra de teatro “Etapa de Duda: Una Parábola”, que sugiero ver, trata de una historia basada en la búsqueda de la verdad, en las fuerzas del cambio, y en las devastadoras consecuencias de una justicia ciega.
Retomando el tema en cuestión, es interesante investigar cómo, en nuestro tiempo, el rumor se inserta en la sociedad, incentivado por los órganos del poder a través del ambiente periodístico. Las habladurías respecto del fiscal Nisman, lo comprueban.
Como sabemos, se trata de un fenómeno social para el que se precisan, al menos dos personas para crearlo y una sola para poder difundirlo. En el caso mencionado, el rumor sirvió para cuestionar la veracidad de lo investigado por el fiscal. Fue muy útil para desviar la atención de la gente de lo que define al poder: corrupción, mentiras y enriquecimiento ilícito.
Se trató de sumar al rumor respecto de la sexualidad de la víctima, sin datos probatorios, un supuesto enriquecimiento ilícito, que también incluyó bastardear a la madre y a su familia, sin prurito alguno. Al circular de persona a persona, por lo general oralmente, sin medios probatorios seguros para demostrarlo, produce, al menos, incertidumbre.
Lo sabemos: el rumor provoca en la gente, un fenómeno misterioso: vuela, corre y se difunde hasta esparcirse en todos los ámbitos. El efecto que tiene sobre los hombres se parece al de la hipnosis: seduce y altera a la vez.
Si llamamos rumor a la información que proviene de "fuentes no oficiales", de origen indefinido, es decir, se desconoce su procedencia, esta vez, el rumor se apoya en fuentes de indudable procedencia. Además, este rumor, tiene la característica de que todo el mundo cree poder reconocerlo aunque nadie es capaz de dar una definición satisfactoria de él. Por otra parte, no hay ningún consenso para delimitar con precisión dónde comienza y donde termina.
“A un asno se lo reconoce por la longitud de las orejas; a un tonto, por la de su lengua” (Dicho idish)
Implicancia del sujeto en la propagación del rumor
S. Freud en su trabajo titulado “De la guerra y la muerte. Temas de actualidad” (1915), sostiene que los pueblos están más o menos representados por los Estados que ellos forman y, estos Estados, por los gobiernos que los rigen y, agrega que el ciudadano particular puede comprobar, no sin horror, algo que en otras ocasiones ya había creído entrever: que el Estado prohibe al individuo acudir, a la injusticia (lo subrayo), no porque quisiera eliminarla, sino porque pretende monopolizarla.
Aunque disguste, Freud da cuenta de que la gente no sólo no se interesa por la justicia sino que clama por la injusticia. Leí varias veces el párrafo hasta que pude entender que si ciertas cosas suceden, esto ocurre porque hay algo en el sujeto humano que lo posibilita: el rechazo, incluso el odio, por el prójimo.
El sujeto no sólo se vale de la astucia permitida sino de la mentira, además de acudir al fraude deliberado contra los que considera, arbitrariamente, enemigos.
Por otra parte, Freud sostiene que el Estado exige de sus ciudadanos la obediencia y el sacrificio más extremos y, al mismo tiempo, les impone una violenta censura en las comunicaciones. ¿Por qué? Porque la censura paraliza, somete intelectualmente al sujeto e inhibe cualquier atisbo de respuesta frente a situaciones desfavorables o cualquier rumor antojadizo.
Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Pero, ¿por qué el individuo acepta someterse a la censura? La acepta porque, por regla general, al individuo le parecen desventajosas tanto la observancia de las normas éticas como la renuncia al ejercicio brutal de la violencia, mientras que, el Estado rara vez se muestra capaz de premiar al individuo por el sacrificio que le ha exigido.
Más adelante, Freud aclara que cada vez que la comunidad suprime el reproche, “cesa también la sofocación de los malos apetitos y los hombres cometen actos de crueldad, de perfidia, de traición y de rudeza que se habían creído incompatibles con su nivel cultural”.
Podemos pensar que lo que describe Freud es, justamente, lo que ocurrió en la Alemania nazi. Sin embrago, puede ocurrir en cualquier país que, al sostenerse entre otras cuestiones por la política del rumor, se aparta de los principios básicos, propios de una convivencia razonable.
Quiero concluir este desarrollo con la idea de que el sujeto, incluso el más preparado, puede quedar un tanto desorientado en un mundo que se le ha hecho ajeno, destruido el patrimonio común, envilecidos los conciudadanos.
La política del rumor
El rumor no sólo se expande en todos los ámbitos sino que seduce, intriga y hasta excita al que lo difunde. Nunca es sin consecuencias y llega a destruir como un arma letal.
Si tiempo atrás se hablaba de la correveidile o del chismoso, ahora podríamos llamar al que traslada un rumor de un extremo al otro, como aquél que sabe ejercer la política del chisme. Bien llamado ejercicio, no sólo para la lengua que no se cansa de repetir la misma gimnasia sino para el portador del rumor que no ceja con sus inventos y mentiras. Y, ya que aludí a las mentiras, les recuerdo un dicho idish que en otras oportunidades mencioné:
“Con mentiras se puede llegar lejos pero no se puede volver”.

En la vida cotidiana, muchas veces somos testigos de cómo, por la vía del rumor, se desacredita a una persona, se la descalifica o se inventan hechos que poco y nada tienen que ver con lo que esa persona es en la vida privada. Se inventan calumnias e injurias con el objetivo de poner en duda la integridad de la víctima, atentando contra su salud y el porvenir de la persona afectada.
Los despechados, los resentidos y los mediocres son piezas fundamentales para propiciar que un rumor se difunda.
Quiero concluir con este dicho idish:

“Los hombres aprenden a hablar muy temprano y aprenden a callarse demasiado tarde.”

Número 593
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