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Periódico Judío Independiente
La hipocondría y el entorno familiar
Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
"No le temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda"
Woody Allen
Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
Eran las elecciones en la ciudad y, cuando salíamos de votar en la escuela cercana a mi domicilio, se me acercó un vecino de mi edificio para preguntarme sobre qué lecturas podía leer para informarse mejor respecto de la hipocondría. Al verlo tan afectado por el tema, le pregunté si era por algún motivo especial y me dijo que él mismo era el motivo de su preocupación, porque no soportaba más ir de un médico a otro, que nadie le dijera nada que lo tranquilizara de verdad, además de vivir pensando que en cualquier momento se iba a morir.
No es tan desacertado su pensamiento, le dije, porque en cualquier momento nos podemos morir.
Como no esperaba esa respuesta, sonrió apenas, pero insistió en que el tema lo preocupaba muchísimo además del desequilibrio interior que lo acompañaba.
Le sugerí que buscara la etimología de la palabra o el significado y, después, conversamos. ¿Por qué mi sugerencia? Porque la etimología iba a acercarlo más a lo imaginario del tema, además de alejarlo, aunque sea un poco, de las consultas médicas.
Según el diccionario etimológico de Joan Corominas, el término hipocondría deriva de hipocondrio, región del cuerpo situada debajo de las costillas falsas. En el Diccionario UTEHA, deriva del latín hipochondriu y éste del griego hipochondryón, de hypó, debajo y chóndrion cartílago, regiones laterales superiores del abdomen.
Vivimos en un momento donde hay fármacos hasta para el dolor de una pestaña, incluso para un cambio de estado de animo hay un antidepresivo indicado para evitar el sufrimiento psíquico. Como verán, hay muchas soluciones posibles al malestar, pero, como no es posible huir de uno mismo, el hipocondríaco se dice: "todo eso no me es suficiente, no me sirve".
(“De ti mismo no es posible escaparte”, Dicho idish.)
Como dije en una nota anterior (Comunidades Nº 530 12/09/2012), la persona busca en las consultas médicas, las respuestas a su órgano supuestamente enfermo como un intento de evitar las preguntas sobre el miedo y la angustia que lo ahogan. Sin embargo, la huida no es un remedio contra el peligro interno.
Los estados hipocondríacos siempre han sido un problema embarazoso.
Se encuentran en las neurosis, como ser en la histeria, en la neurosis obsesiva, en cuadros depresivos y neurasténicos así como en la esquizofrenia, y las psicosis orgánicas. Algunos estados hipocondríacos son de corta duración, pero otros, al ser realmente crónicos, afectan mucho al que lo padece, tanto como a su familia, que vive aterrorizada.
Es interesante señalar que hay relativamente poca literatura psicoanalítica al respecto. Freud, en 1911 y 1914, ha considerado la hipocondría como un cuadro narcisístico, en algunos casos íntimamente relacionado con la paranoia. Pero, a mi parecer, la definición de hipocondría como un estado de enamoramiento de la enfermedad, es la más acertada respecto del tema.
Según mi experiencia, el hipocondríaco es una especie de Narciso que, al amar hasta en el más mínimo detalle la enfermedad que imaginariamente tiene, corre el riesgo de crear síntomas que pueden ser fatales. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.
Neurosis de angustia e hipocondría
La neurosis de angustia aparece en dos formas: como un estado permanente o como un ataque de angustia. Ambas se combinan fácilmente, no hay ataque de angustia sin síntomas permanentes.
El ataque de angustia es más propio de las formas conectadas con la histeria, vale decir, es más frecuente en mujeres, y los síntomas permanentes son más comunes entre varones neurasténicos.
Los síntomas permanentes son, en primer lugar, la angustia referida al cuerpo que es la hipocondría; en segundo lugar, la angustia que paraliza: agorafobia, claustrofobia, vértigo en altura, y, finalmente la angustia referida a tomar decisiones y a la memoria como la compulsión de cavilar.
La hipocondría se exterioriza, al igual que la enfermedad orgánica, en sensaciones corporales penosas y dolorosas, y coincide también con ella por su efecto sobre la distribución de la libido. El hipocondríaco, al retirar el interés y la libido, está de manera particularmente nítida de los objetos del mundo exterior, los concentra sobre el órgano que le atarea.
Ahora bien, hay una diferencia patente entre hipocondría y enfermedad orgánica: en el segundo caso las sensaciones penosas tienen su fundamento en alteraciones [orgánicas] comprobables, en la hipocondría, no.
“El enfermo imaginario”
Última comedia de Jean-Baptiste Poquelin, conocido como Moliére, gran dramaturgo francés en la que narra las vicisitudes de un sujeto que engaña hasta a los médicos, al hacerles creer que tenía diversas enfermedades.
Sin apelar a ese extremo, hay muchísima gente que sufre de hipocondría, pacientes, que verdaderamente padecen y esperan, pacientemente, que el médico, algún médico, descubra qué tiene, qué es lo que lo hace padecer. Insisto: cualquier molestia orgánica o dolor ocasional es suficiente para que el sujeto hipocondríaco tenga la certeza de padecer una enfermedad terminal con la amenaza de una muerte cercana. Este temor continúa afligiéndolo aunque ningún examen dé cuenta de alguna anormalidad.

En verdad, la hipocondría es un trastorno psicológico que dificulta la vida social y laboral del paciente, afecta profundamente su vida afectiva, perturba su entorno social y obstaculiza cualquier otra actividad que habitualmente realiza.

Si el paciente busca un apoyo psicológico adecuado, psicoanalítico en mi opinión, es un trastorno que puede mejorar, sobre todo, trabajando esa penosa combinación entre el miedo a enfermarse y el enamoramiento de la enfermedad.

Sabemos que Internet, es una fuente inagotable de información a la que mucha gente suele acudir para interiorizarse y “engolosinarse”, con largas y poco reveladoras descripciones del mundo de las enfermedades. Si consideramos, cuán sugestionable es la gente en general, el hipocondríaco lo es aún más.

Quiero concluir con este pensamiento de Woody Allen, quien, pese a ser un infatigable hipocondríaco, abre un camino de esperanza a los que padecen esta dolencia, víctimas de un futuro supuestamente lleno de nubes y malos presagios:

Dijo Woody Allen:

“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”

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