“Lo más fácil es morir por un ideal, con un punto final en una tumba de flores. Lo verdaderamente difícil es vivir con y para un ideal, día tras día, año tras año, una vida entera”.
Janusz Korczak
Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
Años atrás, con motivo de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, describí que los acontecimientos marcados por su muerte más la expresión popular desbordada por el llanto, lo ubicaba en el lugar del padre. Esto me incitó a compartir con ustedes una reflexión sobre la cuestión de qué es un padre, porque el líder no lo representa, salvo que la figura del propio padre haya caído tanto que un ex presidente, en este caso su recuerdo, pueda ocupar ese lugar.
También, me hice la pregunta de si es posible que la juventud pueda añorar tiempos que no han vivido pero que le fueron transmitidos por sus padres, familiares cercanos y los medios de comunicación: la radio, la televisión, el cine.
Lo no vivido, ¿puede tomar la forma del anhelo de lo por vivir?
Todos sabemos que el discurso totalitario despierta, en muchos, la tranquilidad de que Otro, un Otro con mayúsculas, proveerá de todo aquello que debe proveer un padre. Este discurso, que no es otro que el discurso del Bien para los seguidores del líder, jefe o el amo, según las épocas, puede conducir a lo peor: a la muerte por un Ideal.
Después de la avalancha de información, de imágenes cargadas de dolor y gritos desafiantes, al no haber otra cosa que lo actual, es difícil, aunque no imposible, darle un lugar a la reflexión.
Lo actual, tiene el efecto de borrar el tiempo con la consecuencia de no poder establecer una relación entre el ayer y el hoy; tampoco de anticipar el futuro.
El pueblo judío ha conocido la muerte violenta y ha sido víctima de asesinatos en masa tan sólo por ser judíos, pese a ello, cultural y espiritualmente los judíos están absolutamente despreocupados por la muerte y el más allá.
En el Éxodo de Egipto, los judíos se apartaron, en pos de la libertad, de una civilización tan obsesionada con la muerte que le dedicó toda su energía y recursos materiales a los preparativos para el más allá. Liberados de la esclavitud por Moisés, el pueblo judío entendió que apostar por la vida es el principio esencial de la Creación.
El pensamiento judío respecto de la muerte nos enseña que se trata de un problema que debe ser resuelto por y para los vivientes. En el luto, es esencial no pesar por los difuntos, porque es más importante la compasión por los parientes y amigos del que murió, para que no padezcan no sólo la pérdida del ser querido, sino la pérdida de ser queridos por el que falleció.
La ley judía prescribe que en todos los rezos dichos en un funeral, se realce la vida, para alentar a los familiares del muerto a pronunciarse por la vida.
Incluso desde los tiempos bíblicos, el pensamiento judío se diferenció de la bella muerte, ensalzada en la Ilíada. La muerte de un héroe no era observada como un logro glorioso porque el ideal era que el hombre "durmiera con sus padres" y que transmitiera la riqueza de su vida y fortaleza a aquellos que vienen tras él.
Acerca del duelo
En la Síntesis del Shuljan Aruj, Quinta Parte, donde se refiere a “Nuestros deberes frente a la familia”, encontramos una explicación acerca del duelo y de la actitud a asumir, según los preceptos judíos, en esa situación de pérdida de un ser querido.
Es importante considerar lo que pone en juego, lo que mueve en una persona, la pérdida de un ser querido. Esa pérdida descubre que no sólo se pierde a alguien valioso para nuestros afectos sino que descubre que se trata, también, de la pérdida de ser querido, acariciado, cuidado, por esa persona.
Sigmund Freud dice que el duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada y, que a partir de no tenerla, manifiesta la pérdida del interés por el mundo exterior - en todo lo que no recuerde al muerto -, la pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor - en reemplazo, se diría, del llorado -, el distanciamiento respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto. Esta inhibición, este angostamiento del yo, expresan una entrega incondicional al duelo que nada deja para otros propósitos y otros intereses.
El duelo es como un agujero en lo real que moviliza todo el orden simbólico. Quiero decir, se trata de transitarlo, no de negarlo, además de evitar ensalzar la figura del muerto, que suele suceder cuando muere el líder.
Cuando el muerto no termina de morir
Como consecuencia del culto a los muertos, en Latinoamérica, pareciera que basta morirse para aparecer no sólo como un virtuoso sino casi como un santo. Y si se ha sido un hombre público, aún más. Es como si la muerte, sustrajera al olvido los errores cometidos. Insisto, pese al daño causado, una vez muerto, se convierte en el paradigma para ser imitado por las multitudes.
Esto, se vio claramente cuando murió el presidente Chávez. Y digo presidente porque aún muerto continuaba siendo El Presidente. Los medios de comunicación, propiedad del gobierno, no descansaban ni un momento de él: todo el día estaba en pantalla, en la radio o en los diarios. El presidente muerto nunca terminaba de morir. Yo soy hijo de Chávez, Chávez, el comandante supremo de la revolución, son las consignas enarboladas hoy en día. Podemos inferir que, una vez más, hablamos del rey Sol. Para la conciencia común, como escribió Jaques Lacan, es decir para el pueblo, el heliocentrismo, es esencial: todo gira alrededor de un hombre, vivo o muerto no hace a la cuestión, porque lo encarna el líder quien, a su vez, es el símbolo de la revolución.
Y, ya que tanto se habla de la revolución, quiero hacer un comentario respecto de la palabra. Desde el punto de vista jurídico designa a los actos destinados a resistir y cambiar un orden vigente, pero, para la astronomía, la revolución no es ni más ni menos que retornar al punto de partida.
Etimológicamente, la palabra revolución deriva de “volver” y, a su vez, del latín revolutio, regreso. Entonces, podemos formularnos la siguiente pregunta: ¿Hacia dónde “regresan” las revoluciones? ¿Regresan al punto de partida? ¿Con más pobreza, hambre y desolación?
La muerte como carril
En el seminario “La ética del psicoanálisis”, Lacan afirma que “la ciencia moderna sólo ha podido desarrollarse, sólo ha podido concebirse a partir de la ideología bíblica y judaica a la cual debía sentirse más próxima que de la filosofía antigua, de la perspectiva aristotélica”. ¿Por qué? Porque el pensamiento judío, pone la muerte en su lugar. La muerte como carril, para que la vida sea posible, aquí, ahora y siempre. No más allá.
Por otra parte, Lacan, en su seminario: "Los no incautos yerran ", dice que, para todo lo que tiene que ver con la vida y al mismo tiempo con la muerte, hay una imaginación que muchos no pueden soportar y es que la vida no es más que un viaje, para agregar más adelante "Todos los hombres son mortales". Es decir "viajeros".
El pensamiento judío es materialista en el sentido en que pone el cuerpo (la materia) en su lugar, en que la vida es en la tierra y que la era mesiánica no será en ningún más allá.
Es en la tierra, en un paraíso terrenal a crear, donde se cumplirán las profecías de Isaías: “De las espadas forjarán arados, / de las lanzas, podaderas. / No alzará la espada pueblo contra pueblo, / no se adiestrarán para la guerra”.
Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
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