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Periódico Judío Independiente
“Quien no te respeta, te insulta” Dicho judío marroquí
Cuando la violencia forma parte de lo cotidiano

Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
En los últimos años, escuchamos hablar, cada vez más, del bullying, palabra que proviene del verbo inglés bully: tiranizar, fanfarronear, intimidar. Este término no es privativo de la violencia escolar, como se supone, sino que bien puede referirse a otros casos de violencia que están casi institucionalizados, como por ejemplo: la intimidación ejercida por algunos médicos sobre sus pacientes.
Me referiré, en primer lugar, a la cuestión del acoso escolar. Los protagonistas del acoso escolar suelen ser tanto varones como niñas, generalmente entrando en la adolescencia, siendo la niñas las que, en mayor porcentaje, ocupan el lugar de víctimas.
Muchas veces, estos chicos fueron bastardeados también por sus padres, escena que repiten, al no poder defenderse, frente al maltrato de sus pares. El miedo es el denominador común. Muchas veces, los estudiantes que sobresalen por ser aplicados o por su belleza física, son objeto de burlas por parte de los matones de turno con el asentimiento de otros compañeros.
Si bien, las malas inclinaciones inherentes al sujeto humano le son desarraigadas por la educación y el medio cultural, sorprende que hoy puedan regocijarse con el mal y con tanta insistencia. Por ejemplo robar, desvalijar y romper el negocio del vecino al cual se le compra, como sucedió recientemente en diversos puntos del país, dan cuenta de ese gusto por dañar, por hacer el mal. No se quedan atrás los quema-coches, que gozan destruyendo, sobre todo, los mejores autos. Cuando la envidia domina la escena, el gusto por dañar supera lo imaginable.
Como escribí en otras notas, el término envidia procede del latín invidia, derivado de invidere, que significa "mirar con malos ojos" (de videre, “ver” - Diccionario etimológico de Joan Corominas). Quien está invadido por este sentimiento, mira con “malos ojos” las cualidades, éxitos o posesiones de los demás, lo cual le lleva a acumular rencor además de una profunda insatisfacción.
Es importante tener en cuenta que el niño se ama primero a sí mismo y sólo después aprende a amar a otros, es decir, a sacrificar para otro algo de su yo. Las mismas personas que ama desde el principio, las ama ante todo porque le hacen falta, es decir, por motivos egoístas. Sólo más tarde la necesidad de amor se hace independiente del egoísmo. De hecho, podríamos decir que el niño ha aprendido a amar en, o desde, el egoísmo.
S Freud, (Psicología de las masas y análisis del Yo) dirige la mirada hacia la brutalidad y crueldad de la guerra y dice que “un puñado de ambiciosos y farsantes inmorales no habrían logrado desencadenar todos esos malos espíritus si los millones de seguidores no fueran sus cómplices”. Incluso, atribuye estos horrores a la envidia originaria.
Los estados totalitarios enarbolan la bandera de la igualdad, nunca la igualdad de posibilidades sino la del rechazo de las diferencias, un rechazo que puede ser tan brutal que llevaría a la eliminación del otro. El fenómeno del bullying se sostiene, justamente, en la igualdad entre los integrantes de la patota, en el rechazo a la alteridad y en la extrema necesidad de un líder, considerado superior a todos y que, como cualquier tirano, sabe cómo mantenerlos unidos.

Bullying laboral y sexual
Como dije en mi nota “El acoso laboral-sexual. Cuándo hay que decir no” (Comunidades Nº 505, 26-07-2011), el acoso psicológico, que también podemos llamar moral, es una acción basada en descalificar, humillar de una manera sostenida en el tiempo, a cualquier persona, con el fin de desestabilizarla psíquicamente. Esta actitud, podemos calificar como una forma de Bullying. También al acoso sexual tiene por objeto el sometimiento de otro a partir de una posición de superioridad.
El acoso, en las formas mencionadas, es un proceso largo por el cual la persona, sea hombre o mujer y, sin darse cuenta de lo que sucede, va perdiendo su autoestima y la confianza respecto de lo propio. El sujeto no se da cuenta de que está siendo humillado y de que se le vulneran sus derechos más fundamentales.
El acosador apela a técnicas bastante sutiles como insinuaciones, miradas, mentiras y no cede hasta doblegar al más frágil, incluso dando vuelta la situación desde un lugar en el que prima la fuerza y el poder. Si el humillado, se pone en una posición defensiva, puede provocar más violencia verbal y, también, física porque, si bien el agresor no pretende destruir a su víctima de inmediato, su propósito es anular la capacidad de defensa y toda muestra de rebeldía.
Podríamos considerar al acosador como un depredador, sin contemplaciones. Por ejemplo, en el campo laboral, avasalla a su víctima cuando está sola o la desacredita en presencia de otras personas. Siente el mismo placer como cuando le asigna tareas inalcanzables por los plazos para concluirlas además de amenazar con la pérdida del trabajo. Como nadie es imprescindible y muchos son los afectados por la desocupación, la víctima se somete sin dudar.
No hay diferencias entre el acoso sexual y el laboral. Ambos se sostienen en la descalificación y humillación del otro.
El ejercicio del bullying por parte de algunos médicos.
No desconozco que se trata de un tema difícil de abordar pero, aún a riesgo de herir susceptibilidades, quiero decir que algunos médicos, erigidos como los nuevos dioses de la humanidad, deciden, a veces arbitrariamente, sobre la vida y la muerte del paciente, que se halla indefenso frente a lo que le sucede a su propio cuerpo.
Muchos pueden considerar que, en un sanatorio, el paciente se encuentra más protegido que en una institución hospitalaria, pero de ninguna manera es así. En un sanatorio, parece ser, se olvida, como en cualquier otra circunstancia, que un paciente es un paciente, y que la paciencia es muchas veces rebalsada por la ineficacia de algunos médicos escudados detrás de su supuesto saber. En esos casos, el paciente puede ser sometido a una suerte de Bullying que lo lleva a sentirse responsable hasta del propio malestar. El médico no sólo no lo contiene sino que lo lleva a culpabilizarse de su propia enfermedad.
Culpabilizar al que sufre, es someterlo a un Bullying que puede ser muy destructivo, porque el que padece una enfermedad, muchas veces no tiene defensas como para resistir.
La relación médico-paciente, debería ser de otra manera. A mi parecer, es vital que el médico hable con el paciente, lo contenga, informe acerca de lo que lo inquieta, lo acompañe.
La palabra clínica, del latín, klínicus, proviene del griego klinikós “que visita al que guarda cama”, kliné, cama y, estar al lado de la cama es, justamente, acompañar al que sufre, al paciente, y alentarlo para que pueda recuperarse.
En mi opinión, es muy importante para la cura, no solo no retacearle información al paciente sino darle herramientas para que pueda recuperase más pronto y de la mejor manera.

Quiero concluir con esta anécdota del Talmud:
Visitar al enfermo: “Uno de los discípulos de rabí Akiva enfermó y el maestro fue a visitarlo. El joven se curó y dijo:
_ Maestro, me has devuelto la vida.
Raví Akiva enseñó entonces:
_ El que no visita a un enfermo, es como si derramara sangre.”



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