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Periódico Judío Independiente
La Rusia Zarista como fuente inspiradora
El antisemitismo como política de estado

Por Moshé Korin
El creciente aumento de la judeofobia en Europa puede encontrar sus raíces no solo como una protesta social por el avance de la inmigración clandestina o la crisis económica sino que se inspira en la Rusia de los zares como emergente de un totalitarismo que aún no ha encontrado su techo.

Iván IV Vasílievich fue zar de Rusia desde 1547 hasta 1584; quedó en la posteridad con el título de Ivan el terrible. Durante su reinado no dudó en expresar las siguientes palabras al Rey de Polonia sobre su percepción de los judíos a raíz de que éste le pidiera el ingreso de judíos a tierras rusas:
“A propósito de lo que nos escribes para que permitamos que tus judíos entren a nuestras tierras, ya te hemos escrito en varias ocasiones, hablándote de los daños causados por los judíos, que apartaban a nuestras gentes de Cristo, introducían en nuestro Estado drogas envenenadas y perjudicaban grandemente a nuestro pueblo. Deberías avergonzarte, hermano, de escribirnos sobre ellos, sabiendo como sabes sus maldades. También en otros Estados han hecho mucho daño y por eso los han expulsado o condenado a muerte. No podemos permitir que los judíos vengan a nuestro Estado, pues no queremos que se propague el mal; queremos que Dios permita que nuestro pueblo lleve una vida sosegada, sin perturbación alguna. Y más vale, hermano, que no vuelvas a escribirnos sobre los judíos.” (Simón Dubnov - “Historia Universal del Pueblo Judío”)
Todos los posteriores gobernantes rusos del zarismo, se mantuvieron fieles a esta representación antisemita y a las acciones de Estado que de ella emanaban.
Con el tiempo, debido a las conquistas o anexiones de una parte de Ucrania y de los países bálticos, decenas de miles de judíos devinieron súbditos rusos.
La emperatriz Isabel I de Rusia, hija de “Pedro el grande”, que gobernó desde 1741 hasta 1762, al no poder llevar adelante su proyecto de expulsión de los judíos de sus tierras, inauguró la historia de la triste existencia de la “zona de residencia para los judíos” sometidos a vivir allí, bajo una legislación excepcional.
Durante el reinado de Nicolás I, que fue zar de Rusia y rey de Polonia entre 1825 y 1855, recrudecieron las leyes antijudías.
Se censuraron los libros judíos y “las zonas de residencia” fueron obligadas a desplazarse a más de 50 Km. de las fronteras y se acusó a los judíos de practicar contrabando y espionaje .
Además hubo otra medida dictada por Nicolás I que fue aún más cruda para la población judía.
Cuando los judíos devinieron súbditos rusos, lograron liberarse del servicio militar por medio de un impuesto oficial, Nicolás I revocó dicho permiso y declaró que debían servir al ejército ,al igual que todos los demás rusos. Y yendo aún más allá en sus exigencias al pueblo judío, obligó a que los niños judíos varones formaran parte de los “cantonistas”, un cuerpo armado que debía servir por veinticinco años al ejército. La edad de reclutamiento de los pequeños se fijó a los doce años, pero en los hechos eran reclutados a partir de los siete .
El ideólogo demócrata revolucionario Ruso, Alejandro Herzen (1812-1870) escribió en sus memorias el espanto que le produjo el encuentro con una tropa de cantonistas judíos en 1835.
“Los niños fueron llevados al lugar de las prácticas y tuvieron que colocarse en filas de cuatro; -nunca había visto espectáculo tan penoso- ¡pobres, pobres críos! Los niños de doce a trece años aún se sostenían con firmeza; pero los pequeños de ocho a diez…Era un espectáculo indescriptible.
Pálidos, extenuados, encogidos bajo el peso de sus toscos chaquetones militares, miraban aterrados a los brutales soldados que les obligaban a maniobrar.
Sus ojeras, sus labios blanquecinos delataban el cansancio y la fiebre que sufrían. Estos niños enfermos, privados de atenciones y caricias, expuestos al viento glacial del Gran Norte, se encaminaban así hacia sus tumbas…”
Si bien cuando subió al trono Alejandro II en 1885, suprimió esta forma de reclutar judíos, más de sesenta mil niños pasaron por estas horribles experiencias.
De aquel tiempo de Nicolás I queda también la terrible memoria de los centenares de judíos que antes de ser forzados a bautizarse en presencia del zar, acordaron suicidarse colectivamente en el Volga.
Estas diversas formas de política antisemita por parte del Estado Ruso, eran a su vez, reforzadas por la difusión de representaciones culturales antijudías.
Como ejemplo paradigmático de esto (ya adentrados en el 1800) podemos mencionar la imagen que de los judíos poseía el célebre escritor Dostoievski, prejuicio que compartía en las cartas que enviaba a su gran amigo, el influyente político ruso, Konstantín Pobiedonostsev.
Pobiedonostsev era una figura de gran peso e influencia en los gobiernos rusos ya que era procurador del Santo Sínodo y había sido preceptor tanto de Alejandro III como de Nicolás II.
En 1879 el escritor Fiodor Dostoievski viajó a Europa para realizar su cura anual del enfisema que padecía y le escribió a su amigo:
“Todo resulta ajeno, totalmente ajeno –qué insoportable. He de aguantar cinco semanas así. Y fíjate: la mitad literalmente son yids (judíos). También al pasar por Berlín, he notado que Alemania, o al menos Berlín, se está ajudiando.”
Pobiedonostsev no tarda en contestarle con virulencia:
“Lo que me cuentas sobre los jids (judíos), es muy exacto (…) Lo han invadido todo, lo han minado todo, pero es que la mentalidad de este siglo trabaja a favor de ellos. Figuran en la base del movimiento socialdemócrata y del zaricidio, son los dueños de la prensa y controlan el mercado de las finanzas, imponen la esclavitud financiera a las masas populares, determinan los principios de la ciencia contemporánea, que tiende a situarse al margen del cristianismo. (…) Y en nuestro país, nadie se atreve a decir que los judíos lo controlan todo. Si hasta resulta que nuestra prensa se está volviendo judía
El antisemitismo institucionalizado en la Rusia zarista, fue uno de los capítulos más oscuros de la larga historia del antijudaísmo y si bien los pogroms de aquellos tiempos ocupan un lugar destacado en la memoria colectiva de nuestro pueblo, suele descuidarse la heterogeneidad del abanico de prácticas antisemitas que fueron instauradas de diversas maneras desde el Estado ruso. Facilitar y no punir los pogroms, fue tan sólo una de esas prácticas. Es por ello que en las líneas que anteceden quise mostrar otras vetas menos conocidas, pero igual de letales.


Número 547
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