“El mundo se sostiene en tres cosas: en la justicia, en la verdad, en la paz. Pero estas tres cosas son una y la misma. Porque si hay verdad, hay justicia, y si hay justicia, hay paz”. Talmud
Como escribí en otras oportunidades, para el psicoanálisis, las cuestiones sociales y políticas no son el decorado sobre el cual se desarrolla la escena del mundo sino que son el tejido, el entramado de la red entre los sujetos.
Los grupos afectados por el fanatismo político, también el religioso, tienen un discurso que le otorga a la palabra una consistencia absoluta. Sin embargo, la palabra insiste pero no consiste. Esta pretendida consistencia, crea la ficción de una verdad absoluta que subyuga y tranquiliza a la sociedad aunque el discurso que sostiene al líder autoritario, al conjugar el Bien con la Verdad, incita a recurrir a cualquier método en procura de la eliminación de los que disientan con esta suprema verdad.
Apoyados en la mayoría, bajo la suposición de que la mayoría es la poseedora de la Verdad, recurren a lo que la misma democracia les ha provisto para desarticularla, por ejemplo: modificar la Constitución, en beneficio propio. Para lograrlo, tener una presencia casi absoluta en ambas cámaras, es fundamental.
En realidad, se trata de una clase política experta en negociar, hasta en la última instancia, para su propio “Bien”, nunca el del país. El mismo gobernante, luego de haber jurado su lealtad a la Constitución, es el que paulatinamente, va a impulsar las modificaciones necesarias para lograr el máximo poder, en pos de perpetuarse en el mismo.
Cuando el deseo de eternizarse en el poder es la aspiración máxima del gobernante, sabemos que apelará a todos los recursos posibles para “retener” el poder. El doble discurso, es esencial para su propósito.
El ocultamiento de las verdaderas intenciones
El doble discurso es la discordancia entre lo que se dice y lo que se hace, por eso, lo podemos pensar como una de las maneras de esquivar u ocultar el motivo real de cualquier decisión.
Se trata del “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago” además de que lleva implícita una doble norma para juzgar. Por otra parte, el que sostiene esta posición, transmite su mensaje de un modo tan coherente, que hasta los de su alrededor, se convierten en cómplices de la mentira.
Desde hace muchos años, escuchamos hablar de que estamos en crisis. Es cierto, sobre todo la crisis de valores que empuja el doble discurso.
Pero ¿qué significa la palabra crisis, cuál es su etimología? Crisis deriva del griego, Krisis, y significa rotura pero, en la misma raíz, krinei encontramos crítica y criterio, que es la capacidad de pensar, disentir, crecer. Esto es lo que los políticos autoritarios, suelen combatir.
Pese al abuso del término, crisis hubo siempre, en todas las épocas, tan sólo porque hay historia, y, al haberla, hay hombres, movimiento, cambios que, inevitablemente algo destruyen y, cuando algo se rompe, se reconstruye.
En contraposición, el doble discurso, malicioso y autoritario, conduce a la destrucción de los lazos sociales, afecta los lazos de filiación, convierte en enemigos los que antes eran amigos y arma un caldo de cultivo en el que la reconciliación, es difícil que pueda darse. Es la lógica de que todos son adversarios salvo los que acepten someterse al arbitrio del gobernante, muchas veces un dictador oculto tras un ropaje de inocencia.
En tanto el revanchismo y la intolerancia avanzan y se reflejan peligrosamente en todos los estamentos sociales, la gente se escuda detrás del “Ya lo sé, pero aún así“, hago muy poco para contrarrestarlos. Con este razonamiento, avalan lo que va aconteciendo, y aprueban, desde la ignorancia, todo lo que se haga en pos de contrarrestar la fuerza de la Ley hasta socavar la misma Constitución.
La frase “Ya lo sé... pero aun así”, según el psicoanalista francés Maud Mannoni define la estructura de la “creencia”. Mannoni la toma de un artículo que S. Freud dedica en 1927 al fetichismo en el que utiliza una palabra que suele traducirse como renegación o, en mi opinión, el desmentido perverso. Se trata de una situación simultánea en donde lo repudiado es la evidencia de la realidad y lo conservado la creencia que, sin embargo, no puede dejar de abandonar.
Muchos saben que hay corrupción, que los mismos políticos caen en la tentación, pero no sólo no la denuncian sino que se inclinan por el desmentido perverso, vuelven a votar a los mismos corruptos.
El neurótico se extraña, se aparta de la realidad efectiva porque la encuentra, en su totalidad o en algunas de sus partes, insoportable. Por eso acepta no solo que el gobernante quiera “Eternizarse en el poder”, tema que desarrollé para otra nota de Comunidades, sino también que el Estado y sus instituciones estén a las órdenes del líder.
“El Estado soy yo”, diría el rey de Francia Louis XIV. Y esto es lo que induce al uso indiscriminado de la cadena nacional pese a que, por ley explícita, en el nuestro como en la mayoría de los países democráticos, debería hacerse uso sólo en situaciones de emergencia o para anuncios de suma importancia para el conjunto de la población.
La gente lo sabe pero, aún así los dejan practicar el doble discurso. Aparecen como respetando la Ley pero, al mismo tiempo, promueven el doblez moral que caracteriza a ciertos políticos.
Quiero concluir con este sutil cuento Jasídico:
“Una hermosa joven le pidió su bendición al rabino, que puso sus manos por encima de su cabeza, sin tocarla y la bendijo.
_ ¿Por qué no me pones las manos en la cabeza? Una bendición a distancia no es igual – se quejó la joven.
_ Cuando enciendes las velas para recibir el Shabat, ¿rezas tu plegaria con las manos sobre la llama? – preguntó el rabino.
_ Claro que no, ¡me quemaría! - contestó la muchacha.
_ Lo mismo me pasaría a mí, si te tocara – dijo el rabino, sonriendo”.
Susana Grimberg. Psicoanalista y Escritora.
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