Comunidades


Periódico Judío Independiente
Inseguridad y asimilación en tiempos de crisis
Por Denise Duek, especial para Comunidades
Muchos problemas desvelan a los judíos argentinos. La inseguridad por un lado y la asimilación por el otro parecen encontrar puntos de coincidencia.

Es sin duda la inseguridad también desvela a los judíos que viven en la Argentina. Existe un abismo con aquel país en el que décadas atrás los adolescentes se reunían en las calles a jugar y por las noches regresaban de sus actividades sociales sin temor alguno. Hoy el escenario refleja un clima de tensión y absoluto estrés en donde las familias viven atemorizadas.
Por otro lado, frente a la ascendente y alarmante asimilación, resulta fundamental el mensaje de continuidad que debe brindarse en los hogares, así como el rol de los organismos e instituciones judías. Cuatro personas de diferentes edades colaboraron con su testimonio con el objeto de poder comprender qué les inquieta como judíos.
Nicolás Panczuch, un comerciante de 37 años y jefe de una familia compuesta por su esposa y tres hijos, intenta tomar los recaudos necesarios para que la inseguridad no se adueñe de sus ocupaciones. A sus niños les enseña que no deben hablar con extraños y tampoco aceptar algo de quien no conocen. En una sociedad donde peligra el respeto, él asiente que los judíos tienen la oportunidad de hallar contención en las sinagogas, centros de estudios o clubes de la colectividad. ‘’Sin duda creo que los preceptos judaicos son necesarios; personalmente me gustaría que mis hijos crezcan inmersos en nuestra religión’’, añade Nicolás.
Para Alicia Gutman, una contadora de 43 años y madre de mellizos de 18, la problemática que más la asusta es la asimilación. Su objetivo es educar a sus hijos para que en un futuro formen una familia judía. Ella se presenta amablemente a la charla y aduce que, si bien tiene bastante diálogo con ellos, es clave el entorno en el que se vinculan. Lamenta no haber tenido la posibilidad de haber afrontado la cuota de un colegio judío y alude que, por vergüenza, en aquel momento no se animó a solicitar una beca. Recién hace un año y gracias a la insistencia de una amiga decidió asociarse a un club de la colectividad. ‘’Recuerdo que al principio mis chicos no querían ir, pero de a poco fueron encontrando actividades que les gustaron y eso los llevó a conocer nuevos amigos’’, rememora esta mujer que enviudó hace tiempo y hoy intenta construir una nueva relación.
Respecto a la constante inseguridad en la que vivimos, Alicia reconoce que por las noches concilia el sueño recién cuando sus hijos regresan y que les pide que le envíen un mensaje de texto o la llamen si demorarán más de lo habitual. ‘’Les pregunto con quién salen, a dónde van, y aunque, me tilden de idishe mame, les hago comprender que en la época en la que nos toca vivir debemos cuidarnos entre todos’’, agrega con una cálida sonrisa.
Carla Klaperman, de 39 años, y su esposo Fernando, de 41, ajustan su economía para que sus tres hijos de 9,5 y 3 años continúen creciendo en un núcleo judío. ‘’Cuando mi marido fue despedido de su empleo lo primero que hicimos fue comenzar a recortar gastos, y nos mudamos a un departamento más pequeño. Fueron tiempos complicados ya que mis niños eran muy pequeños y las cuentas a pagar cada vez eran mayores‘’, relata. Y aduce que para ellos fue y aún es una prioridad ofrecerles una educación judía. ‘‘Fuimos a hablar al colegio y les contamos la situación que estábamos atravesando. La institución se comportó de manera ejemplar y nos aseveró que nuestros chicos no quedarían fuera de la escuela’’, explica con orgullo.
Por aquel entonces Fernando, que todavía no había vendido su auto, decidió usarlo como remis. Los primeros meses eran pocos los viajes que le surgían, pero las recomendaciones y la tranquilidad de que una persona de confianza trasladara a jóvenes y adultos se convirtió en una ventaja para los Klaperman. Con tenacidad el hombre obtuvo una sólida cantidad de pasajeros que rondan todas las edades, entre ellos compañeros de sus hijos, a quienes todas las mañanas lleva y trae del colegio. Como tantos argentinos, esta familia se esmera y busca oportunidades para mejorar sus condiciones económicas. Carla empezó a cocinar y a entregar pedidos a domicilio, ingreso que le permite abonar las cuotas escolares retrasadas.
Nicolás, Alicia y Carla coinciden en que la destacada tarea que llevan a cabo las sinagogas mediante cursos, debates sobre Torá y viajes para jóvenes son positivos, pero que es crucial generar diálogo entre padres e hijos, creando así un vínculo de confianza.
Alberto Cohen, 62 años, hace diez meses retornó al país junto a su esposa y sus dos hijas de 30 y 28. Esta familia vivió durante una década en Barcelona, pero la crisis económica que España presenta los incentivó a volver a la Argentina. Detalla que la falta de empleo de sus descendientes fue la oportunidad para regresar a su país natal.
Con cierta incertidumbre, Cohen acentúa el nivel delictivo que hay en Buenos Aires. Sin embargo reencontrarse con sus amistades del templo, del que era asiduo, le obsequian a él y a su esposa la certeza de haber tomado la decisión correcta. Gracias a la ayuda de sus familiares, hoy sus hijas trabajan y se han podido independizar.
‘’No estimo que la comunidad judía de Argentina se haya debilitado, pero sí me parece necesario que se proponga un espacio para los mayores de treinta años, ya que al haberse alargado los tiempos muchos de ellos se sienten solos y no encuentran un marco que los contenga’’, añade Alberto.
Panczuch comenta que para observar una comunidad que perdure en el tiempo es indispensable una buena dirigencia política, con mentes nuevas que se involucren en la problemática judía. Con firmeza presume que la inflación a mediano y largo plazo genera un daño en la economía y que la primera medida que el gobierno debería tomar para disminuirla es aceptarla.
Ninguno de ellos menciona sentirse discriminado como judío. Carla remarca que hoy los ortodoxos caminan por las calles de Bs As sin ser burlados como lo eran años atrás. ‘’En ese sentido noto que hemos evolucionado como sociedad, pero aún queda una importante función por realizar tanto desde el lado del gobierno como desde el de los ciudadanos’’, acota.
Cohen, quien se crió en una casa donde el Shabat era esperado y celebrado por su familia. Recuerda que sus amigos religiosos eran señalados por los vecinos y en varias oportunidades cuestionados por sus vestimentas. ‘’Hoy no sucede eso, cada cual puede elegir de qué manera llevar la religión sin ser catalogado como un sujeto extraño. Hay menor ignorancia cultural y los judíos somos respetados y reconocidos más que antes’’, sostiene el hombre.
Ser padres es un trabajo diario que requiere de un enorme aprendizaje. Son ellos quienes poseen la responsabilidad de transmitir los valores, preceptos judaicos y darle forma al camino que sus hijos comenzarán a transitar.
La asimilación es nombrada recurrentemente por los entrevistados. Si bien concuerdan en que son muchos los jóvenes judíos que están en pareja con personas de otra religión, confían en que la labor de las comunidades y la educación de cada familia logre dar vuelta el panorama. Con edades y vivencias distintas tienen la convicción de que lo único que fortalecerá a la colectividad judía argentina es la unión y el mensaje generacional.


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