En Malí, en pleno corazón de Africa, se lleva a cabo desde hace meses una batalla entre Francia, como representante de Occidente, y grupos fundamentalistas islámicos que han llegado a dominar gran parte del territorio de la ex colonia francesa.
La información proveniente de la zona de combate ha sido escasa , mala, insuficiente y contradictoria pero a no muchos les ha parecido fijar esta guerra como un símbolo de los conflictos que azotan el mundo en forma tan progresiva como silenciosa.
Francia, siempre tan dispuesta a criticar a Israel por las acciones punitivas y preventivas contra el extremismo palestino en Gaza ( por lo menos hasta el operativo Pilar Defensivo ), no ha hesitado en intervenir en un país lejano, a miles y miles de kilómetros de París, Marsella o Niza. Es que el extremismo islámico en Malí amenaza los intereses supremos franceses y de allí la justificación de la intervención armadaq.
Esta bien que Francia frene el integrísmo fuera de su territorio pero no se han visto por allí las organizaciones que enarbolan los derechos humanos ni ha aparecido ninguna comisión investigadora que verifique si la intervención militar francesa fue acorde a la ley. Nadie sabra nunca cuantos rebeldes o civiles han fallecido. Es una zona poco accesible del mundo como para que se la tenga en cuenta.
La comparación resulta entonces inevitable. Si dos o tres palestinos de la Franja de Gaza resultan muertos al intentar infiltrarse en Israel, imaginamos una mayor cantidad de titulares y una cobertura global más intensa que la muerte de 300 africanos desaropados a manos de Francia. Es este un ejemplo de un doble rasero moral contra el estado judío.
Los propios países como Francia o España, amenazados por dentro y por fuera por el integrismo islámico, no dudan en cuestionar y apercibir a Israel que tiene a los extremistas en sus fronteras y no a miles de kilómetros.
¿ Qué son 6.000 civiles franceses en Malí, sin peligro de vida inmediato, frente a 600.000 israelíes que cada vez que llevan a sus hijos a la escuela husmean el cielo en busca de un estela de un misil palestino ?. ¿ Qué haría entonces Francia si los extremistas islámicos en lugar de estar en Malí o Somalía estuviesen en Mónaco, San Marino o Andorra ? ¿ Qué haría Francia si desde Luxenburgo fuera atacada ?. Lo que Francia ha censurado a Israel se lo permite en circunstancias aún hipotéticas. Cabe suponer, por la premura con que se ha actuado en Malí que Mónacco sería borrado del mapa. Algo similar sucedió en 1991 en Belgrado cuando los bombardeos de la Otán encontraron justificación y silencio frente a la masacre de la población serbia. ¿ Por qué los mismos países y actores esgrimen argumentos contra Israel que daña mucho menos a Gaza tanto en lo absoluto como lo relativo ?. Sería algo vano buscar respuestas pero hay que tener en cuenta que los extremistas islámicos en Malí, Argelia, Libia, Somalía, Sudán, Afghanistan, tal como el Hamas en Gaza o el Hizbollah en Líbano, son como un mal para un enfermo; un tumor incontrolable que se expande y no solo en Africa y Asia.
La Yihad internacional no penetra solo en Africa. Lo hace también en Occidente por medio de prédicas y textos de estudio en mezquitas radicalizadas que se amparan en la generosa libertad de cultos de las democracias occidentales. Sigue siendo extraño que se combata en Malí o en otros destinos exóticos lo que en Occidente se elude precisamente en una vano y absurdo intento conciliador con el extremismo islámico. Es un ejercicio más de una extendida hipocresía global. A Francia se le permite defender sus intereses muy lejanos pero a Israel no se le permite defender sus intereses más cercanos ni la vida de sus ciudadanos.
Hay que felicitar a Francia por la decisión valiente de luchar contra un extremismo contagioso y abominable pero hay que recordarle que mientras ellos luchan lejos de sus casas hay en Medio Oriente un pequeño estado que los tiene asentados en algunas de sus fronteras.
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