Corría el 15 de Septiembre de 1935 y en la sociedad más “culta y refinada” se instauraban las leyes de Núremberg.
Las mismas establecían que los Judíos éramos una sub-especie humana, la lacra de la humanidad, los culpables de todos los
males. Una raza inferior que debía ser apartada, identificada y luego exterminada. El pecado, haber nacido o tener algún rastro
de sangre Judía, haber aportado parte de las mentes mas brillantes y sensibles de la historia de la humanidad. La reacción del mundo a esta aberración, ninguna. Un silencio cómplice.
Noviembre de 2012, el estado Judío continúa defendiéndose de la barbarie que pretende destruirlo desde su mismo establecimiento. Su pecado el haber nacido, sobrevivido y existir. Aportar parte de las mentes más brillantes y avances más significativos a la humanidad. Tener Standard de moral inigualable. La reacción del mundo a su aberrante difamación, ninguna. Un
silencio cómplice.
Queridos hermanos Judíos es hora de admitirlo y se que es doloroso, así como el amor es irracional el odio antisemita lo
es. Está en un misterioso ADN de está especie animal. Es una pulsión de odio que no responde a razonamientos, a datos de la
lógica o realidad. No importa lo que hagamos o no hagamos, cuanto te parezcas o no a tus victimarios ellos buscarán los
rastros en tu sangre y sabrán que eres culpable.
En estos días he visto como nuevamente mis hermanos se vieron azorados por como los medios de comunicación del mundo, los
estadistas y países nos dejan solos. Como no ven ni quieren ver los datos racionales de la realidad e incluso los tergiversan
perversamente. Los hechos son tan claros que solo un mundo muy enfermo no los puede ver.
Hermanos de destino, no somos nosotros las víctimas las que debemos extirpar el monstruo del antisemitismo de la humanidad.
Es la humanidad (si algo como eso existe), que debe extirpar (si puede), su ADN antisemita. Es como pedirle a la mujer golpeada,violada y maltratada que cure a su verdugo. Esa es parte de la perversión del verdugo y sus cómplices.
El antisemitismo no es un problema de los judíos, es un problema de los no judíos. Los judíos somos las víctimas y hacemos lo que podemos para sobrevivir y sostenernos frente a un odio tan violento e irracional.
Tengamos claro que el violador es sutil y sofisticado, un psicópata de libro, tiene gran capacidad de disfrazarse, de
seducirnos, de buscar muy buenas excusas para justificar su accionar, que a veces nos sonríe, nos da una caricia en la
frente, nos hace creer que nos quiere, que no va repetir sus tropelías o que si nos portamos bien nos dejará de violar y
golpear. En el miedo e incapacidad de la víctima de defenderse contra tanta maldad irracional, se dan todos los fenómenos que
conocemos. Las víctimas que comienzan a buscar en si mismas que es lo que tienen de malas para que el otro las odie tanto, que se autoodian, las que quieren operarse para que el violador tal vez las confunda y no las reconozca, las que se enamoran de su
verdugo y se transforman en socias de la perversión pensando que de esta manera nos las golpeará, las que claman para que los
vecinos y la “policía” reaccionen, las que se anestesian y alienan para no sentir que las están violando y una serie de otras alternativas. Lo doloroso es que en el fondo sabe que ninguna logrará sacarla
del círculo perverso del victimario.
Es verdad, Ud. tiene razón, no todo el mundo es antisemita, hay muchos que individualmente nos manifiestan su cariño,
comprensión, reconocimiento e incluso admiración. El tema es que esos muchos son anónimos que conforman masas anónimas
preocupados de su diario subsistir y seguirán siendo anónimos. Tienen bastante con sus problemas como para ocuparse de los
problemas ajenos. Muchos se solidarizan con la mujer violada. El tema es como dijo Martín Luther King, el problema no es el accionar de los malos sino el silencio de los buenos. Si los buenos no se unen y salen a confrontar a sus malos, terminan siendo cómplices por inacción, comodidad o lo que fuera.
En 1935 nos impusieron como raza inferior sub-humana utilizar un brazalete con un Maguén David amarillo en nuestro brazo y el
mundo no se escandalizó. Hoy nuestros hermanos con orgullo y una ética única en los registros de la historia humana, portan
brazaletes en sus uniformes con una bandera que nos recuerda el cielo, nuestras utopías de un mundo mejor y reparado al amparo
de los preceptos de una Torah que santifica la vida. El mundo se escandaliza, como es posible que hayamos cambiado de
brazalete y que también con éste les estemos recordando sus miserias. Gracias a D.s hemos cambiado el brazalete, hoy nuestro
destino está en nuestras manos y no en las del monstruo asesino y sus cómplices.
Miguel Steuermann
Cap. Fed.
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