A los 60 años del fusilamiento de los más destacados intelectuales judío-soviéticos bajo falsas acusaciones, el 12 de agosto de 1952, se hace necesario evocar lo sucedido. Los trágicos y sanguinarios acontecimientos de la brutal maquinaria asesina estalinista, que el tiempo condenó al olvido, es hoy un vago recuerdo de lo inexplicable a nivel humano. Toda la intelectualidad judía se identificó y participó en las lides revolucionarias de las dos primeras décadas del siglo pasado. Plenos y dichosos del derrumbe de la dictadura zarista, aspirando a una vida plena en libertad, desterrando de sus vidas los pogromos que los judíos debieron parecer durante todas las generaciones desde que se asentaran en Europa Oriental durante el Medioevo. Las luchas intestinas entre mencheviques y bolcheviques y toda la implementación del nuevo régimen contó con líderes judíos, entre otros León Trotzky, fundador del Ejército Rojo. La dictadura férrea de Stalin enterró esos ideales, reavivando y oficializando el antagonismo ruso contra los intelectuales judíos. David Berguelson, una de las víctimas más conspicuas de estos nefastos asesinatos, describió las persecuciones en la época de los zares, seguramente sin imaginar que se repetirían en la era comunista. En un fragmento del capítulo 16 del 2º Tomo de la novela “Penek” escribe: “Las noticias sobre un pogromo en Kishinev más los intentos de bandas de juliganes (bandidos, pandilleros) de provocar uno en la ciudad, tenían a Perek cada vez más impresionado desde el día anterior; lo llevaron a ensimismarse y habían, de súbito, trastornado ante sus ojos el aspecto de las personas, del mundo, de los no-judíos de la calle Sadova que en esa mañana arrebataban a los vendedores de las esquinas el periódico de los “centuriones” (mimbros de las Centurias Negras, organización paramilitar pogromista de la época zarista) con su llamativo titular: “La ira de todos los pueblos se vuelca con razón contra los judíos”.
En 1948, año en que el pueblo judío renació como Estado Soberano e independiente en Israel, comenzó en la Unión Soviética esta campaña antisemita con el asesinato de Shlomó Mijoelis. Muchos otros intelectuales judíos tuvieron el mismo destino trágico: Salomón Lozovskii, David Berguelson, Itzik Fefer, Peretz Markish, Leib Kvitko, Shmuel Presov, David Hofshtein, Eliahu Spivak, Itzjak Nusnov y Benjamín Zushkin, son algunos de los que fueron fusilados secretamente en los sótanos la cárcel de Lubyanka, en Moscú. El proceso se denominó “El Asunto de Crimea” y fue parte de la campaña contra los “cosmopolitas apátridas”. Sus cuerpos desaparecieron y nunca fueron encontrados.
En 1956 estos hechos salieron a la luz con los “programas de desestalinización” sin que se haya desagraviado la memoria de las víctimas, condenadas al olvido. Vaya este recuerdo, a modo de homenaje.
Mario Czemerinski
Cap. Fed.
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