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Festejando Iom Haatzmaut
Lo que América Latina puede aprender de Israel

Por Carlos Alberto Montaner (*)
Con motivo del 60º aniversario de la creación del Estado de Israel, escribí y divulgué en varios diarios un artículo titulado El tigre semita. La afirmación básica, sustentada por varios datos elocuentes, era muy clara: la experiencia social y política más exitosa del siglo XX ha sido el nacimiento y posterior desarrollo del Estado de Israel, acontecimiento ocurrido en medio de las mayores vicisitudes concebibles. Se hablaba de los tigres de Asia (Hong-Kong, Corea del Sur, Taiwán y Singapur), y hasta del tigre celta, Irlanda, pero nadie mencionaba el sorprendente caso de Israel.
Un amigo latinoamericano que había leído la columna en El País de Montevideo, admirador, como yo, de la experiencia israelí, me llamó para felicitarme, pero también para hacerme una pregunta no exenta de cierta melancólica humildad: "¿Hay alguna lección que podamos aprender de Israel?". A mi amigo, como me sucede a mí, le resulta desconsolador que América Latina sea la porción más tenazmente pobre e inestable de eso a lo que llamamos "el mundo occidental".
Le dije que pensaría sobre ello.
Pobreza y estabilidad: la lección posible
¿Qué puede aprender del pequeño Israel una porción del Nuevo Mundo, América Latina, de 17.700.000 kilómetros cuadrados, fragmentada en una veintena de países muy diferentes entre sí y con casi quinientos millones de habitantes, de los que al menos un ochenta y cinco por ciento se declara cristianos?
A primera vista, son dos realidades absolutamente diferentes: Israel, un Estado fuertemente influido por el judaísmo, es un diminuto país de apenas 20.770 kilómetros cuadrados, algo más reducido que El Salvador –la nación más pequeña de América Latina–, dotado con una población que excede ligeramente los siete millones de habitantes –también semejante, por cierto, a la del citado país centroamericano–.Pero antes de entrar en el tema hay que precisar qué es exactamente lo que América Latina pudiera aprender de Israel o de cualquier país exitoso que consiga explicárselo. Primero, cómo Israel, en apenas sesenta años, pese a los inmensos inconvenientes que ha debido afrontar, ha conseguido forjar una nación democrática y estable; y, segundo, cómo, en medio de frecuentes guerras y constantes sobresaltos, ha logrado un alto nivel de desarrollo científico y técnico y que predominen las clases medias, hasta alcanzar un ingreso per cápita de 26.600 dólares, medido en capacidad de compra o purchasing power parity.
Como nota de comparación, anotemos que en América Latina el país con el per cápita más alto es Chile, con 14.300 dólares, y el que exhibe el más bajo es Nicaragua, con apenas 2.800. Entre estas dos cifras, la gama de ingresos varía notablemente, pero el promedio general debe situarse en torno a los 7.500.
Otro dato que conviene retener es el de la distribución de esos ingresos: si el índice o coeficiente Gini, efectivamente, determina el nivel de equidad en la distribución de la riqueza, Israel es un país mucho más justo que toda América Latina. El Índice Gini de Israel es 0,38, mientras que en América Latina casi todos los países se acercan a o exceden del 0,50. Como es sabido, en este tipo de medición, mientras las sociedades más se acercan a cero, más igualitariamente repartida está la riqueza, y mientras más se aproximen a uno, mayor será la desigualdad.
Naturalmente, eso no quiere decir que en Israel no exista pobreza. De acuerdo con la información del World Fact Book que publica anualmente la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos –de donde he obtenido la mayor parte de estos datos–, el 21,6 % de los israelíes se sitúa bajo los niveles de pobreza. Sólo que en Israel clasifican como pobre a todo aquel que recibe menos de 7,30 dólares al día, algo muy diferente a lo que ocurre en América Latina.
En América Latina, de acuerdo con la Cepal, el 44,2% de la población es pobre. Eso significa que aproximadamente 224 millones de latinoamericanos lo es. Pero allí el umbral de pobreza es sólo de dos dólares al día. Sin embargo, de esa inmensa población de personas sin recursos, gentes que sobreviven milagrosamente, el 19,4%, más de 90 millones, son indigentes que reciben menos de un dólar al día. Lo que nos lleva de la mano a afirmar algo bastante obvio: ser un pobre latinoamericano es infinitamente más grave que ser un pobre en Israel, donde prácticamente la totalidad de la población tiene acceso a educación, cuidados de salud, agua potable y electricidad, y donde es difícil encontrar familias que, literalmente, pasen hambre

(*)Escritor, periodista y analista político de origen cubano residente en Madrid desde 1970.
Ha sido profesor universitario en diversas instituciones académicas.
Es columnista habitual de varios diarios de América Latina, España y Estados Unidos.
Es reconocido como uno de los analistas más influyentes de habla hispana. El próximo 14-05, día de la Independencia de Israel, dictará una conferencia en la comunidad AMIJAI.
El pasado 9 -01 participó en una conferencia en el
Conrad Hotel de Punta del Este junto con el Dr. Marcos Aguinis sobre el tema:
Latinoamérica y el Conflicto en el Medio Oriente. Estos son algunos puntos centrlales de su ponencia.


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