Soy sobreviviente de la Shoà y miembro fundador del Museo del Holocausto de Buenos Aires.
Me dirijo a usted por un tema muy concreto que hoy nos aqueja a los sobrevivientes del Holocausto Nazi..
En estos momentos teniendo 83 años me preocupa mucho la situación de nuestros hijos que han sufrido psíquicamente las secuelas que sus padres han pasado durante la Segunda Guerra Mundial.
A medida que pasa el tiempo, nosotros, los sobrevivientes, cada dìa somos menos. Es la ley de la vida.
Mi lucha por sobrevivir comenzó en 1939 cuando los nazis invadieron Polonia. Vivì en Varsovia, con toda mi familia, que se componía de 4 hermanos, mis queridos padres, y demàs familiares: 80 de ellos fueron exterminados y solo yo y mi madre pudimos sobrevivir a esa barbarie nazi.
Estuve en el Ghetto de Varsovia hasta la Solución Final.De allì me deportaron a los campos se exterminio de Majdanek (Lublin),Birkenau, Auschwitz, hice la Marcha de la Muerte, y después fui llevada a Ravensbrück, Rejlin, Malajov y Resov.
Toda mi juventud trabajé como esclava para el régimen nazi. Con mis 30 kilos, con piojos y sarna, salì de las filas para refugiarme bajo el excremento de las vacas de un establo. Está demás relatar el sufrimiento que yo pasé.
Espero que pueda Ud. entender la necesidad de que mi pedido pueda realizarse.
Nuestros hijos, han sufrido y sufren hasta el dìa de hoy psíquicamente, están enfermos y con muchos problemas económicos.
Sería justo que ellos puedan percibir nuestras rentas de indemnización cuando nosotros ya no estemos vivos.
Considero que las secuelas y heridas de la barbarie nazi también fueron transmitidas a esa generación cuyos padres fueron sometidos a maltratos inhumanos en todos los aspectos y fueron privados de todos sus bienes familiares.
Por consiguiente, esta generación ha recibido las secuelas y el dolor que sus padres le transmitieron, la herencia que el holocausto nazi ha provocado en la vida de personas, trabajadores capaces y profesionales destacados en todas las àreas que fueron casi exterminados del planeta.
La deuda aùn no ha sido saldada, y nunca lo serà. Todavìa existen responsables ante esta generación.
Nosotros y nuestros hijos hemos pagado demasiado alto el precio por sobrevivir, y aùn hoy seguimos cargando con esa mochila.
Desvastados y quebrados en el alma cada uno de los sobrevivientes intentamos reanudar nuestras vidas en tierras muy lejana. El trabajo forzado continuó por muchìsimos años más hasta poder sentirnos nuevamente personas, hasta poder de alguna forma reconstruir una nueva familia un nuevo hogar. Las cicatrices fueron heredadas por nuestros hijos.
Formar un nuevo hogar, una nueva familia, un nuevo trabajo y recuperar mínimamente un estándar digno de vida, no ha sido una tarea fácil, y es la estabilidad y un futuro digno lo que queremos asegurarles.
Sr. Embajador, le pido por favor que lea atentamente esta carta y si està a su alcance darme una audiencia y hablar todo esto en persona, estarè esperando su respuesta.
Eugenia Unger
Cap. Fed
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