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Periódico Judío Independiente
El nombre judío
Por Dr. José Milmaniene*
Nos parece muy fecunda la categorización que hace el filósofo Jean-Claude Milner de los judíos en la actualidad, dado que nos permite pensar la relación que cada cual mantiene con el judaísmo en la posmodernidad:
a. Los judíos de afirmación, son aquellos que viven de acuerdo a sus tradiciones y valores ancestrales, los que regulan todas las acciones de la vida cotidiana, tales como la observancia de los rituales y las mitzvot, el cuidado de la kashrut, la celebración de las festividades, la circuncisión. Estos judíos anclan la pertenencia étnica en un axioma crucial: el cumplimiento irrestricto de la Ley revelada en el Sinaí, el estudio de los textos sagrados y su transmisión de generación en generación. Ellos son los que despiertan la mayor cuota de hostilidad antijudía dado que son los que recuerdan la sumisión constituyente del sujeto a la Ley, en especial en una sociedad que ha perdido sus referencias éticas, los valores y los ideales. Además estos judíos- que son los que finalmente preservan con mayor intensidad, la continuidad judía – despiertan la fuerte ambivalencia de todos aquellos judíos que pretenden despojarse de su condición, a la que consideran un obstáculo más que un don.
b. Los judíos de interrogación, son todos aquellos que carecen de algún contenido positivo de su identidad, sin pensamientos, conductas y/o ritos que los singularicen e identifiquen como tales, ante las compactas mayorías. Viven su judaísmo como una pregunta sin respuesta, a la que de cualquier modo desean eludir, dado que prefieren la ignorancia al saber, que siempre interpela y convoca al cuidado del valioso legado del que somos depositarios.
c. Los judíos de negación, son aquellos que postulan un universalismo extremo, que descree de las singularidades y particularismos étnicos y nacionales, y aún carecen de solidaridad con los judíos que son objeto de persecución. Ignoran que al renegar de su judaísmo amputan a la subjetividad de fuertes e insoslayables corrientes emocionales. Actúan como si a ellos mismos no les concerniera el antijudaísmo, y se arrogan por ende el derecho de considerarse en tanto judíos, impunemente antijudíos.
Debemos recordar que en la actualidad vivimos en una sociedad globalizada signada por el hedonismo desaforado del cuerpo y el consumo adictivo, que no puede sino abominar de la Ley que configura el obstáculo al goce. El ataque a la Ley simbólica, que instala el respeto generacional y el cuidado por la alteridad, no puede sino derivar en el antijudaísmo, dado que éste basa su existencia en la fidelidad a la Ley fundacional y en el estudio de las Escrituras, que instalan la transmisión de una praxis narrativa, que ordena preservar la responsabilidad y la hospitalidad, sobre el trasfondo de un permanente y renovado Pacto con la Palabra. No extraña pues que el antijudaísmo mantenga un constante y creciente vigor, dado que los judíos representan el paradigma ejemplar de la custodia del Nombre (Hashem) en tanto referencia simbólica absoluta. El judaísmo sostiene la hegemonía de los nombres, que hablan de toda singularidad subjetiva asentada en el reino de la promesa mesiánica del valor del Verbo, en contraposición absoluta a un orden anómico plagado del culto fetichista de las imágenes, que busca devaluar la Palabra, disolver las categorías éticas en el “todo vale” e indistinguir la dignidad de las jerarquías.
Una sociedad que no permite no gozar, y que tiende a reemplazar la espiritualidad por el culto de las pulsiones y la obscenidad de la pornografía, no puede sino derivar en el racismo y la violencia, tal como aconteció durante la Shoá, y tal como sucede con el resurgimiento de los regionalismos, los nacionalismos xenófobos, y los regímenes fundamentalistas, que siempre sostienen un antijudaísmo visceral.
Interesa reflexionar pues sobre el hecho de que el viejo sueño de liberarse del “yugo” de la Ley, encuentre hoy una fuerte legitimación social, que infiltra también a los judíos mismos, muchos de los cuales ponderan al judaísmo como un obstáculo a las políticas de goce perverso, las que siempre reniegan cínicamente de los valores y los límites que la Ley instaura. Se entiende pues que debamos fortalecer los espacios de los judíos de afirmación – sea cual fueren sus inserciones dentro del amplio y variado espectro comunitario, pero asentados siempre en la fidelidad al nombre judío y a los valores que emanan de la tradición – para así poder preservar el legado ético irrenunciable del cual somos depositarios.

* Médico psiquiatra y psicoanalista. Ex Secretario científico de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Sus últimos libros son “La ética del Sujeto” y “Clínica de la diferencia.


Número 483
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