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Periódico Judío Independiente
Algunas palabras de despedida para Adriana Serebrenik
Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
Si yo no soy para mí mismo, entonces ¿quién lo hará por mí? Y si sólo soy para mí mismo, entonces ¿qué soy yo? Y si no es ahora, ¿cuándo?

Esta frase de Hillel, es, a mi parecer, la que mejor representa a Adriana Serebrenik.
Podemos leer en su bellísima y muy completa página web que Adriana Serebrenik nació en Buenos Aires en 1961, que era Licenciada en Psicología (Universidad de Belgrano, 1983) y Especialista en Orientación Familiar y que, también, tenía una Licenciatura en Ciencias Judaicas (Seminario Rabinico Latinoamericano 1981) además de otros títulos.
Por otra parte, podemos saber que fue Asesora periodística y Consultora para las Editoriales Perfil, Atlántida y Diario Clarín, y para las radios Continental, El mundo y Jai, además de participar como columnista de Psicología y Espiritualidad en el Diario Comunidades. Participó de programas televisivos como Sin vueltas y Causa Común. Fue panelista en diversos congresos y jornadas internacionales y conferencista en Neshei Jabad, en el departamento de cultura de AMIA y en Hebraica Argentina.
Autora del Libro Ahora o Nunca: reflexiones femeninas para vivir en plenitud Editado por Perfil.
Su formación fue tan extensa como intensa, pero ella nunca hizo, en sus notas periodísticas, ostentación de la misma. En verdad, tenía la virtud de transmitir sus conocimientos de un modo tal que daba lugar a quien la leyera o escuchara, de sentirse partícipe de sus enseñanzas.
No nos conocimos personalmente pero sí a través de nuestros escritos. Siempre admiré el modo en que escribía sus notas porque estaba en ellas, hablándonos, conversando como si fuera (y lo era) una más.
Diría que esa era una de sus cualidades más importantes: un modo de transmitir despojado de soberbia intelectual e impregnado de un sentimiento profundamente judío. Para lograrlo, no lo hacía solamente desde su saber, que por cierto lo tenía, sino desde el lugar de quien se interesaba por lograr que el otro fuera un sujeto responsable, es decir, apelaba a la responsabilidad y nunca a la culpa.
Sentirse culpable siempre es posible pero, como judíos, ser responsable convoca a ser dueño de cada acto, de cada gesto, de cada palabra. Quiero agregar que, como la culpa conlleva o trae implícita la noción de castigo, Adriana Serebrenik dirigía sus palabras a un sujeto capaz de asumir su responsabilidad para que, por ejemplo en una pareja o desde el seno de una familia, cada integrante pueda modificar los actos que, sin mala intención, hubieran podido desencadenar algún conflicto que, desde su mirada, siempre serían posibles de ser solucionados.
Adriana Serebrenik sabía (y en eso era sabia) que cuando surge un problema y se lo podía verbalizar, se abría un camino para la solución del mismo y ese camino era, esencialmente, por la vía de la palabra. Vía que permite revitalizar los afectos, volver a inventarlos, recrearlos.
En los talleres de reflexión que ella conducía, ofrecía la oportunidad, inigualable, para conocerse entre todos, intercambiar experiencias de vida y conceptos académicos que favorecen el pensamiento positivo, además de revitalizar el mundo interior.
El pensamiento de Serebrenik se fundamentaba en la tradición y transmisión de los valores judaicos. Ambas palabras tienen la misma etimología; ambas se refieren a trasladar, transportar, transferir ideas, principios, sentimientos, a través de las generaciones y entre los coetáneos. Transmisión oral o escrita que relevan la función de la palabra.
Adriana Serebrenik tomaba en cuenta que ser judío hoy, es a partir de un ayer que no es sin un mañana, es decir, sostenía un modo de pensamiento en la misma línea de aquellos que nos anteceden. Un pensamiento a partir del cual se ha ido logrando la abstracción necesaria no sólo para la ciencia sino también para el arte sino, también, para afianzar los vínculos afectivos.
Es interesante destacar que de los diez mandamientos, la mayoría se sostienen en un no, necesario para que la vida sea posible, sólo dos son afirmativos:
“Recuerda el día sábado para santificarlo” y “Honra a tu padre y a tu madre, para que se alarguen tus días sobre la tierra que el Eterno, tu Dios, da a ti”. Éxodo-20-Jetró.
La transmisión y enseñanza de Adriana Serebenik respeta todos los mandamientos pero releva el hecho de honrar a nuestros padres contribuyendo con su práctica a mejorar los vínculos entre padres e hijos, incluyendo también a los abuelos, diferentes generaciones, en un acto que le devuelve a la familia su lugar constitutivo de la sociedad. Los rescata, con la ternura que la caracterizaba y que hacía posible un entendimiento más íntimo, más profundo.
Para concluir, quiero despedirme de Adriana con un cuento jasídico que me recuerda al modo en que ella supo comunicarse con nosotros: cuando Dios le ordenó construir un arca, se sirvió de la palabra teva que en hebreo significa arca y palabra: será gracias a la construcción de la palabra, que sobrevivirás al diluvio.


Número 480
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