Latinoamérica siempre ha jugado un rol periférico en los conflictos internacionales y la primera y segunda guerra mundial han sido ejemplo de ello.
Con el común denominador de países subdesarrollados, con injusticia distributiva pero con cambios democratizantes en los últimos dos decenios, hoy vemos con alarma como el continente avanza hacia un acelerado proceso de militarización.
Si bien hay preocupación en algunos países por la presencia de tropas norteamericanas en siete bases colombianas y otras en el Caribe, esto no es más que la consecuencia de amenazas regionales directas como lo es el tráfico de droga en aumento, la presencia de las FARC que cuentan desde hace tiempo con el apoyo político ( y quizas militar ) de por lo menos dos países de la región y en especial el futuro despliegue estadounidense es una respuesta tardía a la penetración iraní en la región de la mano de Hugo Chavez y Evo Morales, presencia siniestra que la Argentina sufrió en carne propia y que ahora, bajo facilidades comerciales,aduaneras, migratorias y comunicacionales, se extiende en la región apoyando y sosteniendo el largo brazo armado de Hizbollah en Venezuela y la Triple Frontera. Por ello es que no hay que considerar a la expansión de EE.UU. en Colombia como una amenaza al continente todo sino un recurso para aislar a Irán que ha adquirido una amplia presencia en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua como una consecuencia directa del abandono de la región por parte del ahora ex presidente Bush. Los norteamericanos, que combaten en Afghanistan e Irak, destinos remotos, no necesitan aviones en suelo colombiano para expandirse en la región. Quien llega a miles de kilómetros de su ubicación puede hacerlo con más facilidad en su "patio trasero ". En este contexto políitico de preocupante retórica militarista también Chile y Brasil, que no tienen conflictos abiertos, han entrado en el mismo juego. Chile, como respuesta al temor a los reclamos bolivianos por la salida al mar y Brasil para preservar recursos naturales, forestales, acuíferos y petroleros en sus vastas y porosas fronteras. En este contexto la próxima visita de Ahmadinejhad a Brasil debe ser visto como un hecho grave. Brasil no puede desconcer la participación iraní en los ataques terroristas a su vecina Argentina ni obviar el provocativo nombramiento de un implicado en la causa AMIA, y buscado por Interpol, como lo ha hecho el siniestro regimen iraní. En este contexto es de desear que la errática política exterior argentina manifieste su disconformidad a Brasilia por tan inquietante presencia.
Resulta urgente entonces que Latinoamerica vuelva a ocuparse de sus deudas internas subdesarrollistas antes que abrir las puertas del infierno permitiendo la expansión iraní y la belicosidad del creador del "socialismo " bolivariano que no es más que un atajo a un futuro regimen neo-stalinista y a la formación de dictaduras de izquierda ( hay quienes solo quieren ver las de derecha ).
En este peligroso ambiente es urgente que Argentina, Uruguay, Chile y Brasil vuelvan a tener un rol rector en el continente cerrando el mismo a todo aventurerismo que empujaría a la región a situaciones insostenibles y a conflictos trágicos que volverán a sumir a la región en el atraso.
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