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Periódico Judío Independiente
SUCOT : Una porción de Cielo
Por Rabino Mordejai Maarabi, Uruguay


Los días ‘que conmueven’ llegaron a su fin. Los “Iamím Noraím” merecen, a nuestro humilde entender, una redenominación. Muy poco tienen de ‘terribles’ tal como las traducciones habituales lo definen. Nos acercan la dimensión de la finitud en cuanto a los días de la vida, es cierto, pero también, revelan lo majestuoso del vivir –del desafío de poder cambiar si lo queremos- el rumbo de nuestros días.

Y por ello, nos conmueven. Para movilizar lo que podemos, y trasladar, de las palabras a los hechos, todo aquello que hemos comprometido a nuestra existencia. Son días felices, únicos y emblemáticamente significativos. Los hemos vivido ya, y ojalá lo hayamos percibido.

Los días que siguen nos invitan a reunirnos. A pactar un encuentro con los nuestros y con El Creador. Él y nosotros debemos ser uno en los días que llegan. “Jag ha-Sucot taasé lejá” ordena la Torá. ‘La Fiesta de Sucot te harás para ti’. Comienza una nueva etapa. Y ese comienzo tiene sabor a uno. Empezando por uno mismo. ‘Harás para ti’ sugiere la Torá, como invitando al ser singular a no perder de vista su lugar, su honorabilidad, su fuerza conectiva con el prójimo y con D’s. Los días pasados fueron plural, los días por venir, se expresan en singular. Porque el resultado de la conmoción que inició el año, es poder dar con el individuo, recuperar su identidad, proveerle de palabra y animarle en su sentimiento.

Es así que la construcción de nuestra frágil Sucá a la salida de Iom Kipur, nos viene a insinuar la ardua tarea del edificarnos. Del erigir la estructura del nuevo ser que nos propusimos –si así nos lo propusimos-, alcanzar en este nuevo año. Una Sucá cuyo techo sea abierto al cielo… Y si la Sucá es el cuerpo, ese techo será nuestra cabeza. Poder visualizar el cielo, estar conectado a él, desinhibirnos de todo cuanto pensamos que no somos y concedernos un ratito –“taasé lejá” explicaron los sabios- ‘te harás para ti’; “ve-lo min ha-asui” –pero no de lo que ya está hecho-…

Dejar lugar a que nuestros pensamientos puedan considerar al cielo como alternativa…Idea original que regala la Sucá, la cual es definida precisamente por su techo –“Sejaj”-. Y a partir de esa condición basal, luego debo ver mi interior –tal como el de la Sucá-: aquella que se define como apta es cuando “tzilatá merubá me-jamatá”, es decir, ‘cuando la sombra que hay dentro de ella es mayor que la luz del sol’. ¿Se prefiere la oscuridad a la claridad en este diseño de la personalidad?

No. ‘Tzel’ en hebreo literal es sombra. Pero cuando alcanzamos la definición espiritual, ‘tzel’ representa la protección, el estar cobijado, lo seguro…En el hombre que puede mirar al cielo y estar conectado con Él, se llama Fe.

“Jamatá” –la luz que calienta, amén de iluminar-, representa el fragor de la vida. El esfuerzo del mundo material, que nunca falta en el recorrido de los días. Ni puede ni debe postergarse. Nuestra Sucá debe tener ese calor. Pero no debe superar al ‘tzel’…

Y un tercer elemento a considerar. Tres paredes propias harán de la nuestra, una Sucá apta para ser habitada. Si pensamos por un instante en la proyección del pedido de nuestra Halajá, probablemente podamos apreciar que ese individuo del cual hablamos debe reafirmar su condición individual, necesita afirmarse sobre –al menos- tres pilares.

Los “Iamim Noraím” nos regalaron que: “Teshuvá, Tefilá y Tzedaká” son los ejes funcionales del quehacer de esos diez días primeros, aunque también del año entrante.

El retorno sincero, la plegaria del corazón y la obra justa en lo social, son los argumentos que exponemos para lograr nuestro pasaporte a una vida con sentido.

Al llegar Sucot, se nos pide que tres paredes al menos, sostengan nuestro edificio. Un trípode existencial. De acuerdo a nuestra Torá, tres aspectos conforman la esencialidad humana: su ‘Rosh’, su ‘Áin’ y su ‘Leb’. La cabeza, el ojo y el corazón conforman una tríada singular. Y cuando el ‘rosh’ puede imaginar y pensar en el Cielo, entonces los ojos podrán mirar objetivos claros. Y el corazón, impulsará a la acción justa y bondadosa…

Sucot arriba en la plenitud del ciclo lunar. Una luna llena se dibujará en la antesala de la Festividad para insinuarnos que los tiempos de la vida –así como los ciclos de la luna- no son todos iguales. Los habrá casi imperceptibles –como en su renovación-, donde sentiremos que la ausencia es parte de nuestra existencia. Pero habrá otros tiempos donde ‘se crece’ –como en su cuarto- y otros de plenitud, tal como lo indica su color blanco refulgente por las noches de luna llena.

“Am Israel domím la iareaj” decían los sabios. Tenemos, como pueblo judío cierta semejanza con la luna. Yo me animaría a decir, que todos los humanos tenemos cierta similitud. Por lo cíclico, por lo colorido y por la ausencia de color total…

Sucot decíamos arriba en tiempos de luna llena. Y la acompañaremos en ese recorrido durante 8 días, hasta percibir como su redondez va cediendo a la par de su color y su contorno. Porque Sucot, la fiesta de la Vida, nos traerá cada uno y uno de los aspectos de nuestro diario hacer y crear.

El tiempo de Sucot se avecina. Nuevos preparativos -¡la vida entera es preparativos!- para asomarnos a la dimensión de una nueva fiesta. Y tal vez por ello, debamos dejar nuestros hogares por estos 7 días. Para poder hacer más perceptible el cielo. Aún en los días nublados. Aún con lluvias o fríos (como siempre nos ocurre en pleno octubre, ¿verdad?). Para ver la inclemencia…

Y a partir de allí, comprender lo que pedimos a D’s los días pasados. Le pedimos comprensión, le rogamos una vida significativa. Le imploramos por buena salud. En síntesis, le suplicamos algo de ‘Clemencia’…

Sucot es el refugio vital para todo aquel que ha pedido por la vida los días pasados. Asómese, le ruego, a alguna Sucá. Nada mágico hay en ella. Pero sí algo inusual. Uno se ve a sí mismo. Se refleja a sí mismo. Contempla el pasado, vive su presente y eleva los ojos hacia el futuro. Conjugando los tiempos todos, la alegría nunca falta. Y las ausencias, se tornan presencias. Porque Sucot, aparte de usted, de mí, de los nuestros, tiene invitados especiales: los invitados celestiales quienes junto a los padres de Israel, vienen a acogerse a la sombra de la Sucá.

Es por ello que en los días de Sucot por venir, estamos invitados a ver el cielo e invitarlo por un ratito, a la tierra. Lograr visualizar por entre las paredes de nuestra Sucá vital, a esos invitados honorables –“Ushpizín”- que descienden hacia nosotros, para conmover nuestro corazón y regalarnos horas de intimidad con nuestra identidad.

Días de Sucot, donde la mente de cada iehudí esté puesta en lo fundamental, y esté dispuesta a señalar con signos claros y contundentes, el devenir de los días futuros. Porque Sucot, es tiempo de Paz. Shalom, que habla de integridad y completitud. Porque en estos días llegaremos definitivamente a diseñar como verdaderamente queremos ser en el año que ha comenzado.

¡¡Jag Ha-Sucot Sameaj y Moadím leSimjá!!



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