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Periódico Judío Independiente
La “Guelila” que volvió a casa
Por Moshé Korin


Una historia de la vida real, fascinante y hondamente emotiva, que comenzó en una aldea de Alemania hace más de noventa años, llegó a su culminación en la ciudad de Haifa. Es la historia de una “guelilá” que reencontró su hogar.

Durante mi última visita a Israel en Junio de 2008, participé de una convención de las distintas Asociaciones de Amigos de la Universidad de Haifa. En dicho encuentro participaron delegados de distintos países, como así también, de varias localidades de Israel.

En un intervalo del Congreso, tomando café, alrededor de una mesa, un representante de la filial de Haifa, Amós Bar Abi, entre charla y charla, nos relató un interesante hecho que su padre, Shlomó, solía contárselo con emoción y suspenso, y de esa forma él nos lo transmitió.

Para quien no lo sepa, una “guelilá” es la faja de tela usada para envolver apretadamente el Rollo de la Torá cuando se termina su lectura cotidiana y se aprestan a volver a guardarlo en el Arca. Entre muchas familias judías de Alemania, había una costumbre de hacer una “guelilá” con el pañal llevado por un varoncito en la ceremonia de circuncisión. Bellamente bordada y decorada, la “guelilá” era obsequiada festivamente a la sinagoga.


En Alemania y en E.E.U.U


Cuando nació un niño en la familia Zirndorf, en la aldea de Waibstadt, Baviera al este de Heiderlberg, en el año 1915, los orgullosos padres cumplieron esa vieja costumbre. La “guelilá” fue inscripta con la fecha y ostentó el deseo, bordado con coloridas letras, de que el recién nacido Moshé, hijo de Eliezer y Rajel Zirndorf, sea criado en una vida acorde con los mandamientos de la Torá, celebre un feliz matrimonio y sea autor de buenos hechos, amen.

La pequeña comunidad judía se fue desintegrando gradualmente y las familias se dispersaron. Los Rollos de la Torá y otros elementos de culto fueron transferidos a la casa de oraciones de la cercana Neckarbischofsheim. Y en aquella infame Noche de Cristal del 9 de noviembre de 1938, dicha sinagoga junto con centenares de otras en toda Alemania, fue quemada hasta los cimientos.

Unos pocos vecinos, por tanta barbarie trataron de rescatar algunas de esas pertenencias y secretamente la entregaron a los refugiados judíos, que las llevaron consigo a Holanda. La guelilá era una mera una faja de género, pero quedó preservada.

Objetos Históricos


Después de la Segunda Guerra Mundial, en otro continente, el Dr. Kart Darmstander comenzó a reunir recuerdos históricos para su exhibición en el Centro Comunitario Judío en la ciudad de Washington, y alguien le envió “la guelilá” de que hablamos, a modo de curiosidad.
Fue lavada y planchada y puesta en una vitrina, como recordatorio de una comunidad y de una familia que ya no existían.

Algunos años más tarde el Doctor Darmstader leyó que la familia Jesselson, de Nueva York, había posibilitado la construcción e inauguración de una hermosa sinagoga en el recinto del “Tejnión” Politécnico de Haifa, en Israel.

Le pareció entonces, que sería una justicia histórica enviar a “la guelilá,” para ser usada en una Torá de esa institución de altos estudios.

La señora Jesselson era oriunda de Neckarbishchofsheim, de modo que pareció haberse completado el círculo del destino.

De esa forma “la guelilá” llegó a las manos de Shlomó Bar Abi, responsable de la sinagoga del Tejnión. Pero él no se sentía tranquilo y satisfecho. Quizás – estuviera viviendo en Israel- sobreviviente de la familia Zirndorf. De modo que se aboquó a una búsqueda que duró algunos años. Y como suele suceder, la respuesta la encontró cerca de nuestra propia casa.

Cierto día, cuando el auto de su padre estaba siendo revisado en el “Taller Mecánico Martín”, se puso a conversar con el señor Martín y se enteró que él había venido de Alemania, incluso antes de la fundación del Estado de Israel. Nunca había escuchado Shlomó el apellido de ese competente mecánico, quien atendía a la mayoría de las unidades del Tejnión, pero cuando se enteró del mismo, un escalofrío le recorrió su cuerpo.

Su voz tembló cuando repitió –“¿Zirndorf? ¿De Waibstadt?”
Martín no era solamente miembro de esa familia. ¡Era el mismísimo Moshé, hijo de Eliezer, cuyo nombre ostentaba la “guelila”! Ambos debían ser reunidos de nuevo.

Al otro día, durante el servicio religioso en la sinagoga “Ohel Aharón”, en el recinto del Tejnión de Haifa, Martín Moshé Zirndorf tomó en sus manos la faja de lino que cubrió su cuerpo en el octavo día después de su nacimiento, la cual - igual que él - sobrevivió el Holocausto y ahora había sido restaurada por su santa función, en la misma sinagoga donde por ese entonces, Moshé solía orar, situada en el libre e independiente Estado Judío de Israel.

La “guelilá” ciertamente había vuelto a casa ¡Extraños e insondables son los caminos del Señor! ¡Casi increíble, pero real!


Número 445
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