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Periódico Judío Independiente
Barack Obama y el voto judío
Por Julián Schvindlerman - Colaborador de Comunidades

Según una encuesta reciente del Pew Research Center, que ha entrevistado a más de 24.000 personas en 24 países, el candidato presidencial demócrata Barack Obama goza de mayor confianza mundial que su contrincante republicano John McCain. De todos los países encuestados en varios continentes, el republicano se impuso al demócrata solamente en Jordania, y por un margen estrechísimo. Esto trae a la memoria aquella famosa frase de Fontanarrosa “El mundo ha vivido equivocado”.

Equivocado o no, así son las cosas. Pero, como preguntaría una típica bobe, ¿es ello bueno para los judíos? A juzgar por las preferencias de aquellos judíos que votarán en estas elecciones, parece que Obama es ciertamente muy bueno para ellos. Conforme a una encuesta de Gallup del mes pasado, el 61% de los judíos estadounidenses está a favor de Obama y solo el 32% de ellos está a favor de McCain. El dato no es llamativo a la luz de los patrones de votación de los judíos norteamericanos, quienes en los últimos cuatro ciclos electorales han votado por el Partido Demócrata con apoyo del 78%. Pero es un dato curioso al contrastarlo con la baja simpatía existente hacia Israel entre los votantes demócratas en oposición a la alta consideración que tiene el estado judío entre los votantes republicanos. Según una encuesta realizada por los reconocidos expertos en opinión pública Stanley Greenberg (demócrata) y Neil Newhouse (republicano) para The Israel Project, entre quienes votan a McCain, el 78% se expresó a favor de Israel y apenas el 4% a favor de los palestinos. Entre quienes votan por Obama, los guarismos se ubican, respectivamente, en 46% y 14%. El pro-israelismo se mantiene, aunque las cifras y la brecha entre ellas son apreciablemente menores. En lo relativo al status de Jerusalem, el 72% de los republicanos se manifestó en pos de una capital indivisa, y el 18% por una compartida. Entre los demócratas, el 47% se manifestó a favor de una capital compartida, y el 30% en pos de una indivisa. Asimismo, el 48% de los demócratas se expresó a favor de la noción de que Israel debe suministrar asistencia humanitaria a Gaza, y el 37% opinó lo opuesto. Entre los republicanos, el 58% dijo que Israel no estaba obligada a ayudar a Gaza, mientras que un 34% opinó que sí lo estaba. Aún en aquellos temas en que ambos votantes parecen estar de acuerdo, el apoyo a Israel continúa siendo más fuerte entre los republicanos. Israel tiene derecho a emplear puestos militares en cruces fronterizos para el 87% de los republicanos y el 72% de los demócratas. Pero es en el área de la lucha contra el terrorismo donde más claramente se ven las diferencias entre unos y otros simpatizantes. En tanto que el 38% de quienes votan a McCain ubicó al terrorismo como un asunto prioritario, solamente el 6% de los seguidores de Obama lo hizo.

Estos resultados imponen un obvio interrogante: si es entre los republicanos donde encontramos mayor identificación con las realidades de Israel, ¿cómo entender entonces el voto judío, asumiendo que el lazo diáspora-Israel es aún vigente? La pauta quizás esté en el último dato arriba presentado. A los demócratas les importa muy poco el terrorismo (6%) y mucho más les preocupan temas sociales, económicos, religiosos, culturales y otras cuestiones en las que la ideología demócrata atrae más a la comunidad judía en virtud de su mayor apertura. En su conjunto, la comunidad judía norteamericana es liberal (lo que aquí llamamos “progresista”) y aún cuando a sus miembros les preocupe la relación de su país con el estado judío, su cosmovisión ideológica colorea su preferencia política. Esto se sostiene a pesar de la consistente trayectoria pública pro-israelí de McCain y de la zigzagueante retórica de Obama así como de sus inquietantes asociaciones políticas y controvertidas relaciones personales.

Desde una óptica judía, Obama -tan solo por ser lo que es, negro y medio musulmán- genera escepticismo. No por prejuicio, sino por precedente. Existen millones de musulmanes que odian a los judíos, muchos de ellos forman parte de movimientos dedicados al hostigamiento terrorista de Israel, estados musulmanes apadrinan a estos grupos, y el único país del globo que está llamando abiertamente a la obliteración del estado judío es una nación islámica. La comunidad negra en Estados Unidos no ha sido tradicionalmente simpatizante ni de Israel ni de los judíos. Honrosas excepciones al margen, este es el caso. Y en particular, los vínculos personales de Barack Obama han despertado fundadas aprehensiones. Durante veinte años, Obama asistió a la Iglesia de la Comunidad de la Trinidad Unida cuyo pastor, Jeremiah Wright Jr., congració con un premio a la trayectoria al judeófobo Louis Farrakhan; con quién además viajó a Libia a visitar a Qaddafi. El propio pastor sermoneó contra Israel y los judíos, y también contra Estados Unidos al que acusó de promover el SIDA entre los negros y planear los ataques del 11 de septiembre de 2001. También pidió a Ds que destruya su nación. ¿La reacción de Obama? Primero negó que hubiera un problema, luego desmintió las declaraciones incendiarias del pastor, posteriormente criticó algunas de las frases sin cuestionar al propio Wright, más tarde repudió al reverendo y a sus dichos, y finalmente abandonó la iglesia. Obama se fue ajustando a la indignación popular; no censuró al reverendo a partir de sus convicciones. Aún cuando el candidato demócrata no comulgue con estas nociones extremas, él mismo ha reconocido en sus libros que Wright ha sido un guía espiritual y modelo para él.

En el plano político, sus pasados y actuales asesores de política exterior tienen un largo historial pro-palestino. Un consultor ocasional, según la propia admisión, es Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter (hoy plenamente al servicio de la causa anti-israelí) que defendió un libro sobre la influencia negativa del “lobby judío”, está a favor de la idea de dialogar con Hamas, y acusó a Israel de matar civiles rehenes durante la última guerra en El Líbano. Recientemente, Obama designó a Daniel Kurtzer como asesor para el Medio Oriente. Ex embajador de Clinton ante Israel, es conocido por sus inclinaciones izquierdistas y por favorecer la presión estadounidense sobre Jerusalem. Cuestionó a Clinton por haber culpado a Arafat por el fracaso del encuentro de Camp David en el año 2000. Un asesor hasta hace poco tiempo atrás fue Robert Malley, diplomático de la era Carter y a su vez asesor especial en asuntos árabes e israelíes del ex presidente Bill Clinton, firme defensor de los palestinos, y co-autor de un manifiesto anti-israelí junto con Hussein Agha, ex asesor de Yasser Arafat. Otra ex asesora es Samantha Power, quién acusó a Israel de cometer un genocidio contra los palestinos. También está Susan Rice, asesora internacional de John Kerry, quién sugirió en el 2004 que Jimmy Carter y James Baker (ex secretario de estado republicano famoso por su anti-israelismo) fuesen designados negociadores del conflicto palestino-israelí. Dada la escasa experiencia internacional de Obama, necesariamente deberá depender del criterio de sus asesores.

Además debemos lidiar con las cambiantes declaraciones y posiciones del mismo Obama. Él se manifestó a favor de entablar diálogo con Irán y Siria. Durante su reciente discurso ante el AIPAC, tuvo palabras duras contra Hamas e Irán, a punto tal que el régimen iraní las consideró “inaceptables” y Hamas retiró su previo apoyo a Obama (¡eso solo ya era atemorizante!). Poco tiempo atrás, fue uno de los 22 senadores que se opuso a la designación de las Guardias Revolucionarias Iraníes como una organización terrorista. Ha tenido expresiones públicas pro-israelíes, tales como las vertidas durante una entrevista con el Atlantic Monthly: “la idea de un estado judío seguro es fundamentalmente una idea justa, y una idea necesaria, dada no solamente la historia mundial sino la existencia activa del antisemitismo, [y] la vulnerabilidad potencial que el pueblo judío aún podría experimentar”. Pero sus retracciones le han quitado credibilidad a su postura. Su declaración de que “nadie ha sufrido más que el pueblo palestino” fue posteriormente explicada sobre la base de que en realidad había querido decir que “nadie ha sufrido más que el pueblo palestino del fracaso del liderazgo palestino en reconocer a Israel, renunciar a la violencia, y ponerse serio respecto de negociar la paz y la seguridad para la región”. Ante una audiencia de unas 7000 personas en la conferencia de AIPAC dijo que “Jerusalem permanecerá la capital de Israel, y debe permanecer unida”. Al día siguiente, sus asesores debieron aclarar que “Jerusalem es un tema de estatus final, lo que significa que debe ser negociado entre las partes”. Estas idas y venidas se han dado también en otras áreas, dejando al público norteamericano preguntándose quién es realmente Barack Obama y que es lo que de veras piensa.

La mayoría de los demócratas lo aman, los judíos estadounidenses lo apoyan, y los pueblos del mundo lo prefieren. Aún así, a la luz de su historia la pregunta de la bobe sigue vigente. Y la respuesta a ella sigue siendo incierta.





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