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Periódico Judío Independiente
Un conflicto que esta lejos de su solución
Genealogía de la próxima batalla

Por Alejandro Wenger
Tal vez, los historiadores del futuro señalen que la primera gran guerra del Siglo XXI se inició en Buenos Aires, en una tarde apacible de 1992, el día que fue destruida la Embajada de Israel. Tal vez recuerden el hecho que nadie parecía darse cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que fue demasiado tarde: cuando intentaron destruir sin éxito al World Trade Center en 1993, ni al bombardear la AMIA en 1994, o cuando atentaron en Kenya y Tanzania en 1998, o al empezar la Segunda Intifada, a fines de 2000, con su secuela de masacres en shoppings y micros escolares. Para entonces, a la guerra terrorista de bombas y atentados, se había sumado la guerra de guerrillas en Cachemira, Mindanao, Chechenia, Argelia y Somalía. Así, de manera perezosa e imperceptible, la peste de la Jihad se había expandido por los cinco continentes como una gran mancha de aceite, aún antes de que la hoja del almanaque diera vuelta el milenio.

Hasta que un día, en septiembre de 2001, decidieron atacar al corazón de Occidente.

La Segunda Guerra del Líbano en perspectiva.

A fines de 1994 tuvo lugar, en Buenos Aires, un seminario internacional sobre terrorismo. Un disertante, de origen norteamericano, fue interrogado por el público acerca de si existía el peligro de una guerra abierta entre el mundo islámico y el occidental. "La guerra ya empezó", fue la respuesta del americano.

Sin embargo, el público occidental no se percató de ello hasta aquel 11 de septiembre. Las batallas que siguieron son más conocidas, y pueden agruparse, a grandes rasgos, en dos frentes: el Frente Occidental, en el que se lleva a cabo la lucha antiterrorista de las agencias de seguridad europeas, americanas y aliadas- y el Frente Asiático, en donde se desarrollan las principales acciones militares contras las fuerzas del imperialismo islámico.

El conflicto entre árabes y judíos, que comenzó en 1920, es ciertamente anterior a todo esto, pero la dinámica regional siempre terminó por arrastrarlo como un tronco al que lleva la corriente. Y así como en el pasado fue parte de la Guerra Fría, hoy lo es en la lucha de civilizaciones planteada por el integrismo -imperialismo- islámico en su intento por implantar un califato mundial.

Se puede decir que Yasser Arafat -que era marxista- involucró al fundamentalismo en el enfrentamiento árabe-israelí el día en que decidió ayudar a Hamas y Jihad Islámica a producir atentados contra Israel, cuando arreciaba la Segunda Intifada (2000-2003). Pero la definitiva muestra de la internacionalización del conflicto tuvo lugar el año pasado cuando, en un esfuerzo coordinado, Hamas en el sur y Hezbollah en el norte desataron la ofensiva terrorista que luego sería llamada "Segunda Guerra del Líbano", con los resultados conocidos. Podría haberse llamado "Primera Guerra de Irán", ya que no caben dudas que fue un conflicto operado por Teherán con mando a distancia, y fue un ensayo de lo que aún está por venir. Hoy por hoy, el conflicto árabe-israelí pasó a estar indisolublemente enmarcado por otro, el islámico-occidental, de mayor alcance y envergadura.

A comienzos de 2006, el historiador británico Niall Ferguson, que dicta cátedra en la Universidad de Harvard (EE.UU.), escribió un artículo -extensamente reproducido-, en el que profetizaba una gran guerra asiática, de varios años de duración, que se iniciaba con un enfrentamiento entre Israel e Irán. Este enfrentamiento tendría lugar en 2007. ¿Hay que imaginar entonces un escenario bélico similar al de, digamos, la Segunda Guerra Mundial?. La respuesta es no. Probablemente seamos testigos de algo muy distinto.

La próxima batalla.

Lo que veremos será una serie discontinua y caótica de eventos armados de alta intensidad -bélicos, terroristas, o ambos-, separados por treguas más o menos largas. Puesto que los contendientes no responden a polos únicos de poder, habrá también alianzas inestables que pueden invertirse con facilidad. Ya hemos visto algo de todo esto: los chiítas de Irán tienen grandes diferencias con los sunnitas de Al Qaeda, y ambos con los laicos socialistas del Partido Baath, que domina en Siria y dominó en Irak. Pero ocasionalmente colaboran entre sí: Irán y Siria están aliados contra Israel y los Estados Unidos; los chiítas de Hezbollah apoyan a los sunnitas de Hamas, quienes a su vez expulsaron por la fuerza a los socialistas de Al Fatah de la Franja de Gaza; pero los chiítas iraquíes combaten contra los sunnitas de su propio país (algo que también ocurrió en Afganistán, cuando cayeron talibanes en 2002).

En la autonomía palestina, la lucha entre Hamas y Al Fatah no es más que una burda lucha por el poder, y no sería de extrañar que Abu Mazen e Ismail Haniye (que lideran a los palestinos de Cisjordania y de Gaza, respectivamente), terminen negociando y poniéndose de acuerdo; después de todo, ambas organizaciones realizaron en el pasado horribles atentados contra Israel, en proporciones similares. Y no es que estos vaivenes sean exclusivos del mundo islámico; a modo de ejemplo, cabe citar que la Alemania de Schroeder y la Francia de Chirac mantuvieron una relación más que tensa con los Estados Unidos cuando este país decidió enfrentar a Saddam Hussein en 2003, pero la actitud de estos mismos países podría ser distinta bajo los gobiernos de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy.

Y a propósito de Irán y Siria, parece ser que la próxima batalla los tendrá como protagonistas. Al menos, eso es lo que creen ciertos medios árabes. En efecto: la visita del Ministro de Turismo de Israel (el general retirado y ex Ministro de Defensa, Shaul Mofaz), ocurrida a fines de mayo, fue vinculada en círculos árabes con el que creen será un inevitable ataque norteamericano a Irán; los árabes son escépticos respecto a las sanciones que pueda aplicar la ONU (se descuenta el veto chino y ruso), y creen que los potenciales candidatos a reemplazar a George W. Bush en la Casa Blanca a partir del 2009 no ven con buenos ojos que el actual presidente les deje como herencia el problema de un Irán atómico. El correlato de este ataque será una ofensiva de Hamas y Hezbollah contra Israel, con el apoyo activo de Siria e Irán -que ya tienen muy avanzada su integración militar a nivel de armamento, comando y tácticas-.

Israel deberá confrontar con todos ellos.


Conclusión.

Los episodios de Gaza, así como la renovada violencia en Líbano, parecen confirmar estas fatalistas predicciones, y podrían no ser más que los primeros movimientos de lo que está por venir. En Israel, el reemplazo en el Ministerio de Defensa del inoperante Amir Peretz por el veterano Ehud Barak parecen, al menos, estar a tono con la circunstancia.

Por supuesto, aún no está dicha la última palabra, y la vía diplomática -al menos respecto de la amenaza nuclear iraní- todavía no está agotada. A veces los milagros ocurren...

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