En Argentina, desde hace unos años, la notoriedad es un objetivo obsesivo para muchas personas que carecen de los méritos reales, propios de la inteligencia o del quehacer en beneficio de sus congéneres. Entonces apelan a cualquier argumento, desde el más descabellado hasta el más repulsivo, con tal de acceder a esa meta.
La actriz y figura de los medios, Moria Casán acuñó una frase antológica para denominar a quienes la buscan a costa de ella, ya sea alabándola o denostándola. La frase en cuestión es: "Se colgó de mis... ", en relación a sus voluminosas implantaciones siliconadas.
El judaísmo es el equivalente político a las mamas de Moria Casán.
Todo mediocre que muere por alcanzar una pizca de notoriedad, se cuelga de las "mamas" del judaísmo. De lo cual se puede deducir que el estar a favor o en contra de los judíos brinda un pasaporte válido para salir del montón.
Por supuesto que para no dejar trasparentar su mediocridad congénita tales aspirantes deben presentar argumentos que la disfracen, aunque racionalmente sean descabellados.
En nuestro país, después de varios intentos con otras afirmaciones tan vacías como el interior de su corteza craneana, un fallido dirigente piquetero - una modalidad que implantaron argentinos que fueron excluidos del sistema laboral de la década del 90 para reclamar medios de subsistencia mínima y que muchos aprovecharon para encaramarse en sus escaños dirigenciales - después de intentar varios métodos, inclusive hasta delictivos como el de copar una comisaría policial y con la vista gorda de una dirigencia política cómplice, decidió convertirse en árbitro del controvertido y desgraciado tema de la voladura de la AMIA. Pero un tema de esa envergadura que lleva muchísimos años de debate infructuoso y que ya ha sido analizado por expertos e ignorantes desde todos los ángulos posibles sin resultado alguno y cuya autoría, la justicia argentina se la adjudica al Irán de los ayatolas, necesitaba de un nuevo argumento explosivo. Total, una teoría descabellada más, solo sería una mancha más para el tigre.
Entonces, éste individuo pergeñó el argumento de que la voladura de la AMIA, fue perpetrada por "la propia derecha judía" y montado en esa afirmación, se lanzó a la arena política sobre la cual ya había fracasado en otros intentos anteriores.
Para poder arribar a éste delirio debió cumplir con ciertos pasos anteriores para "legitimar" su formulación. En primer lugar, adherir a las protestas del gobierno iraní por haber sido acusado de ser responsable del atentado. Luego viajar a ese país y reunirse con sus dirigentes y, finalmente, traer ese argumento en su bagaje.
El incongruente aspirante a dirigente político logró armar un sainete en la Feria del Libro para "oficializar" su delirante conclusión qué, por supuesto, nada tiene que ver con el costado político, derecho o izquierdo que puede tener su "denuncia". Como nada tiene que ver con la pretendida similitud al asesinato de Itzjak Rabín que fue unánimemente condenado por la sociedad judía y no judía de todo el mundo. En su enjuiciamiento no se probó la responsabilidad de derechas o izquierdas israelíes en el crimen.
Este lamentable episodio muestra dos cosas: la primera es, que en Argentina la libertad de expresión funciona y la segunda es que el gobierno, por conveniencias políticas guarda un silencio cómplice ante éstas atrocidades verbales.
Las víctimas de la AMIA, judías y no judías, se merecen otra cosa.
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