El rabino Irving Greenberg es presidente de la “Jewish Life Network” y presidente fundador de CLAL – Centro Nacional Judío para Estudio y Liderazgo. Ha redactado numerosos libros, - como “The Jewish Way: Living the Holidays” - y artículos de esclarecimiento sobre judaísmo.
Esta nota ha sido traducida al español por el director de OJI, Pedro Olschansky.
Janucá marca la fragilidad de la redención histórica y la ambigüedad de sus mensajeros y líderes. La salvación no procede de un grupo o llega de manos de líderes de pureza angelical, sino que viene de una mezcla de interés egocéntrico, ideas, clase social y conflictos sociales, además de errores gubernamentales y equivocaciones humanas.
No deberíamos permitir sentirnos abrumados por causa de todas las flaquezas y defectos demasiado humanos cometidos por los dirigentes y organizaciones judías. Las falencias deberían ser enfrentadas y condignamente tratadas, pero la validez esencial de la causa no queda destruida por estas imperfecciones.
No faltan los que insisten en estructuras religiosas perfectas o en la obtención de victorias absolutas, por lo que se desilusionan con las victorias evasivas logradas por Israel o por la comunidad judía. Están los que se sienten abatidos porque las victorias militares de 1967 y 1973 no resultaron definitivas. Janucá demuestra que el espíritu puede sobrevivir.
La lección que nos ha venido de los macabeos consiste en que esa autoridad sobre la ley judía fluye directamente de la Comunidad de Israel (que está de pie ante Dios y Sus Mandamientos) y no necesariamente de las reglamentaciones oficiales. Aquellos que perseveran en la tarea histórica vivirán para celebrar la eclosión de la victoria. Los que insistan en la perfección previa, o en que no hay que rendirle absolutamente nada al ámbito del mal, precisamente están posibilitando el triunfo del mal, lo que es el condigno castigo a la mentalidad unidireccional.
Esto confirma lo que sostuvo el eminente rabí Israel Salanter, de que un buen judío debe estar investido de toda cualidad humana y también de lo contrario. Cuando estalló la revuelta hasmonea, arraigó una convicción sobre que el martirio era la única opción para desanimar al enemigo y defender la fe judía. Pero otros sostuvieron la opinión contraria: de que la insistencia en el martirio significaba otorgar a los malvados el control del mundo cotidiano. Algunos utilizaron los conceptos de resurrección y de inmortalidad – dos de las mayores enseñanzas del judaísmo y de todas las otras religiones – como drogas hipnóticas, aliviando el dolor provocado por el martirio pero también despojaron al movimiento de los jasidim, o píos, de su responsabilidad histórica; en tanto que una nueva, modesta, aunque vital redención, estaba siendo lograda en las colinas de Judea. Y para otros distintos, los conceptos de resurrección y de inmortalidad alimentaron las quemantes urgencias morales que los acicatearon a cometer acciones intrépidas de valentía y liberación.
La batalla de Janucá está siendo peleada de nuevo.
La manera judía requiere de toda cualidad humana y de toda destreza conocida por la humanidad. La cultura del pasado exigía arrojo y disposición al sufrimiento, toleraba sufrir impotencia y persecución aunque sin interiorizarlas. La cultura del presente requiere responsabilidad activa, capacidad de maniobra, buena acogida y poder, aunque sin convertirlos en atributos absolutos. La batalla de Janucá está siendo peleada de nuevo, pero no en términos militares sino a través de la creación de vínculos familiares, capacidad de disputar con calidad educativa, poder de comunicar valores y mensajes, mantener y profundizar lealtades. Solamente puede ser ganada mediante soluciones parciales, persistencia visionaria y sueños realistas.
Pesimistas y asimilacionistas más de una vez quisieron persuadir a los judíos que ya no queda más aceite para mantener ardiendo las Luminarias. En tanto Janucá sea estudiada y recordada, los judíos no nos rendiremos a las oscuridad. La respuesta apropiada, tal como nos enseña Janucá, no es maldecir a las tinieblas, sino encender una luz.
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