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Periódico Judío Independiente
Buenos Aires – México - New York
Por el mundo con el ídish

Por Abraham Lichtenbaum
Otra vez fines de junio, y otra vez el maestro de ídish preparó sus valijas, los libros, las fotocopias y las grabaciones para seguir admirando las paradojas del mundo judío.

La primera parada fue México donde, recomendado por el Jazan Leibele Jinich de la comunidad Bet- El de DF, di una conferencia en la Universidad Iberoamericana. Pero lo más interesante fue tomar contacto por primera vez con la pujante comunidad judía de DF. Es pujante no porque tenga mucho dinero, sino por su inversión en educación. Inversión que en nuestro medio suele a veces interpretarse como gasto.

La primera paradoja incomprensible: La ídishe shul, baluarte de la enseñanza del ídish en México, ha dejado de enseñar ídish pero la Universidad Iberoamericana, jesuita, con una coordinadora dinámica de estudios judaicos, la Dra. Shulamit Goldsmit, lo introdujo en la universidad. Los alumnos de la escuela secundaria de la ídishe acuden a ella a estudiar ídish después de hora.

Todavía me duelen dos cosas: los pies de recorrer el mundo precolombino; y el alma de cómo dejamos pasar oportunidades en nuestro país. Por otro lado, me siento reconfortado de alma, espíritu y – seguramente no en último término - del estómago por las dos clases de comida mexicana: la nueva y la precolombina que me sirviera Vicky Shussheim, nieta del periodista de la Idishe tsaitung y hermana de mi amigo Jorge.

Mi entrada a EE.UU. fue un buen augurio para esta temporada del curso de verano.

Cuando me acerqué al mostrador de migraciones, me esperaba un hombre bajito, rubio, de cara seria, casi diría severa. Me estudió de arriba abajo, analizò mi pasaporte de adelante y atrás, me miró de nuevo y preguntó a qué venía a EE.UU. “A enseñar ídish”, le contesté. Mientras se le iluminaba la cara con una sonrisa de oreja a oreja pude leer su identificaciòn en la solapa con el nombre “Rubin”. Luego me extendió el pasaporte y agregó: “Qué bueno! Bienvenido, zay guesunt!”

En Nueva York uno no se cansa de caminar y mirar, y mucho menos – obviamente - de hablar del judío de New York. Los esfuerzos de transmitir el ídish a las jóvenes generaciones encuentran este año el lugar ideal en la Universidad de Nueva York (NYU). Las condiciones son un poco mejores que las del año pasado en la Universidad de Columbia y todos se sienten más a gusto. Los alumnos – ¡y los profesores visitantes del extranjero! - obtienen buenas viviendas en esta ciudad de tantas dificultades para encontrar un lugar.

El primer paseo con los estudiantes fue al viejo cementerio de Mount Carmel. Yo lo defino como ir de keyver oves (visitar las tumbas de nuestros antepasados) de la literatura ídish: Sholem Aleijem, Opatoshu, Vinchevsky, Mani Leyb, Leyvik, Reyzen, A. Lutsky, Boreysho, Níger y muchísimos otros. Leímos un fragmento de una de sus obras y este fue el mejor homenaje a su memoria.

Una sorpresa fue para mí la tumba de Vladimir Medem, ideólogo y leader del “Bund”, en cuyo nombre se había levantado el famoso sanatorio donde el “Bund” recogía a lo niños de la calle y donde los hijos de los obreros pasaban sus vacaciones y se reponían de las carencias cotidianas. Junto a su tumba descansan decenas de revolucionarios, anarquistas y “bundistas” y fueron objeto del comentario de los docentes ante los alumnos que, en su gran mayoría, y en especial los principiantes, ignoraban por completo este capítulo de la historia judía.

Son 53 los alumnos, y estoy seguro que ellos continuarán con la lengua, la literatura y la cultura cuando mi generación haya desaparecido.

Pero ahora otra paradoja: 3 alumnos llaman la atención: una china, una japonesa y un afro-americano. ¡ Ustedes vieran como hablan ídish!

Seguramente se preguntarán por qué y para qué. Yo jamás pregunto por qué alguien estudia ídish. No es importante la respuesta. Es muy importante el hecho. Seguramente hay quien recoja lo que otro arroja por la borda o deja abandonado junto a los libros del zeide en algún tacho de basura. Quizás haya motivaciones inconscientes, pago de culpas ajenas, o lo que sea. Pero una cosa es cierta, y aquí va otra de las paradojas: quizás en la próxima generación sea un afro-americano, una china o una japonesa los que entonen y expliquen la canción del “Himno de los partisanos” en su lengua original, junto a las decenas de jóvenes judíos que aceptaron el desafío de estudiar la herencia de 1000 años de vida judía en Europa y en los países de inmigración judía.

Julio de 2005
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