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Periódico Judío Independiente
Las raíces judeofóbicas del pensador socialista
LA IDENTIDAD “JUDIA” DE KARL MARX

Por Susana Grimberg
(Primera Parte)

La judeofobia propiciada desde los movimientos de izquierda (incluso los integrantes de origen judío), en Europa aunque no solo en ella, hace necesaria una nueva lectura de algunos textos de Karl Marx. Sus aportes, importantes para la clase trabajadora además de reveladores acerca de los mecanismos del capitalismo, son decididamente ofensivos para con el pueblo judío.

En “El pueblo judío en la historia” (1843), tras reflexiones supuestamente filosóficas, el rechazo de Marx a su origen, su antijudaísmo, retorna de una manera tal que no hay alternativas de supervivencia para el que nació judío y también para el que decida serlo.

Marx plantea que “el fundamento secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés egoísta. El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Y afirma que la “emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, es la autoemancipación de nuestra época”.

A raíz del tribunal de La Haya sobre la construcción del muro que separa a palestinos de israelíes, en algunas cartas de lectores de la BBC, se observa la coincidencia con esta idea, fundada en la ignorancia. Un señor de Buenos Aires (firma como Norberto) sostiene que “Israel ha logrado en EEUU lo que trató de hacer en Alemania a mediados del siglo XIX. Con otra bandera, los judíos ejercen la presión económica, política y militar. Son como un virus que se instala en un organismo y explota todos los recursos a su favor. Por eso los judíos nunca se integrarán verdaderamente al mundo, nunca reconocerán un tribunal internacional y por supuesto seguirán hablando y haciendo películas de antisemitismo”.

Este señor y otros que piensan como él, ignoran que en el mundo hay alrededor de 13 millones de judíos, 1800 millones de cristianos y 1300 millones de musulmanes y, que pese a esa insignificante cifra, los judíos siguen aportando a la humanidad Premios Nobeles de literatura, medicina, física, química, etc que tanto han contribuido a un mejor estar de la humanidad. Ignora también ese lector que gracias al Dr. Salk y, más tarde al Dr. Sabin, investigadores de origen judío y que nunca renegaron de su origen, la poliomielitis fue derrotada por la vacuna por él descubierta.

Si para Marx, la emancipación de la humanidad será posible sólo con la disolución del judaísmo, el exterminio de los judíos es la consecuencia pues, al ser un virus, no puede haber otra meta que la de eliminarlos. Tanto Marx, como ese lector, coinciden con lo postulado por Hitler: el exterminio como la solución final al problema judío. Esto no deja de ser una paradoja pues, como los primeros cristianos, la mayoría de los primeros adeptos y líderes marxistas, fueron judíos. Eduard Bernstein, Rosa Luxemburgo, Otto Bauer, León Bronstein (Trotsky), Yuri Martov, Georg Luckas, entre otros.

Karl Marx nació en la ciudad renana de Tréveris, el 5 de mayo de 1818 y fue bautizado en la religión luterana recién en 1824, a los seis años de edad cuando ya estaba en edad escolar. Su padre Hirshel, luego Heinrich Marx, se convirtió al protestantismo en 1817. La madre, Henriette Presborck, en 1825. Como para la ley hebrea, es judío el hijo de madre judía, Karl Marx no sólo nació judío sino que lo fue, de acuerdo al derecho judaico, durante los primeros seis años de su vida. Además, aunque no hayan evidencias al respecto, es posible que Karl Marx hubiera sido circuncidado.

Como los hechos que contribuyen al armado de “la novela familiar” de cada sujeto, tienen importancia en el desarrollo posterior de la personalidad, considero que la ruptura de su núcleo familiar primario con el resto de la familia ampliada, no debió haber sido total, teniendo en cuenta que la conversión de Hirschel Marx fue debida a razones puramente pragmáticas (Marx insiste en el judío práctico) para conservar su puesto en el foro pues en la Treveris de aquellos días, los abogados que no fueran cristianos, no podían ejercer la profesión.

Pese a que Hirschel Marx no fuera un judío observante, envió apelaciones a Berlín apoyadas por prestigiosos juristas cristianos, tratando de obtener una dispensa especial para permanecer judío.

En una ciudad predominantemente católica, con un padre protestante y una madre que no podía asistir a la sinagoga donde oficiaba su tío paterno, la propia identidad, la ambigüedad religiosa (¿judío o cristiano?), puede haber influido en el rechazo de Marx hacia su pueblo de origen, de cuyo credo llegó a decir que le "repugnaba". El judaísmo le "pesaba como un mal sueño" y proyecta su aversión, a todo lo judío y a todos los judíos, señalándolos como los culpables de las adversidades del mundo moderno. A su vez, la confesión elegida, el luteranismo, se oponía abiertamente a la religión judía pues, mientras que para la religión judía el hombre es la máxima creación divina, Lutero dice a sus fieles seguidores en uno de sus sermones: "Ustedes son el desecho que cae al mundo por el ano del Diablo".

Freud explicó que el antisemitismo era un desplazamiento sobre los judíos de un odio al cristianismo: "Los pueblos que hoy en día se entregan al antisemitismo sólo tardíamente se han vuelto cristianos, y a menudo fueron obligados a ello mediante una coacción sangrienta. Se podría decir que todos están «mal bautizados»; bajo una tenue capa de cristianismo, siguen siendo lo que eran sus antepasados, con su pasión por un politeísmo bárbaro. No han superado su aversión a la nueva religión, sino que la han desplazado sobre la fuente de la que les ha llegado el cristianismo... Su antisemitismo es en el fondo anticristianismo, y no es sorprendente que, en la revolución nacionalsocialista alemana, esta relación íntima de las dos religiones monoteístas encuentre una expresión tan clara en el tratamiento hostil del que una y otra son objeto."

Marx tiene 25 años cuando escribe "El pueblo judío en la historia”. En este texto, debate con su ex maestro Bruno Bauer quien en el ensayo teológico titulado "La cuestión judía", niega a los judíos sus derechos de emancipación cívica en un Estado cristiano. Marx critica el enfoque exclusivamente religioso de Bauer planteando que no se trata de analizar al "judío sabático", sino al "de todos los días", al judío de la "necesidad práctica".

Marx identifica al judaísmo con el dinero y al pueblo judío con la burguesía a la que exige destruir para "autoemancipación de nuestra época". Sin ninguna demostración lógica establece el aserto dogmático del cual ha derivado esta terrible ecuación: judaísmo = dinero = egoísmo = burguesía. La burguesía debe ser suprimida, ergo hay que suprimir al judaísmo.

Años más tarde, en la sección segunda de “El Capital”, Capítulo IV, “La transformación del dinero en capital”, Marx hace el siguiente comentario: “El capitalista sabe que todas las mercancías, por zaparrastrosas que parezcan o mal que huelan, en la fe y la verdad son dinero, judíos interiormente circuncidados, y por añadidura medios prodigiosos para hacer del dinero más dinero”.

Al sostener la existencia de una esencia judía incambiable y maligna, Marx induce a la eliminación de los hombres concretos que son portadores del judaísmo; o, en el mejor de los casos, a la erradicación del judaísmo en ellos.

S. Freud, en “El malestar en la cultura”, escribe: “¿Acaso Dios no nos creó a imagen de su propia perfección? Pues por eso nadie quiere que se le recuerde cuán difícil resulta conciliar la existencia del mal -innegable, pese a todas las protestas de la Christian Science- con la omnipotencia y la soberana bondad de Dios. El Diablo aun sería el mejor subterfugio para disculpar a Dios, pues desempeñaría la misma función económica de descarga que el judío cumple en el mundo de los ideales arios”. En este párrafo textual de Freud podría cambiarse la figura del “judío en el mundo de los ideales arios” por la del judío en el mundo de los ideales de Marx.


Susana Grimberg: La autora de esta nota es psicóloga y escritora .Es autora de varios libros y ha publicado ensayos en diversas revistas de actualidad.

Junio de 2005
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