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Periódico Judío Independiente
Obra Teatral de Juan Freund y Dirección de Daniel Marcove:
Bienvenido Sr. Mayer

Por Moshé Korin
La labor de Juan Freund como director y puestista tiene en su haber más de una veintena de obras. Guardo particularmente en mi recuerdo “Krinsky” de Jorge Goldenmberg y “Ana Frank vive” de A. Grasso. Ambas han dejado en mí la e marca del deleite de presenciar una gran obra exquisitamente dirigida. Hoy, por vez primera, disfruto de su rol como escritor, aunque sé que esta no es su primera obra, sino que en su autoría se cuentan otras tales como “Al fondo a la izquierda” -Premio Municipal 1973-, “Irrespetuosamente...Boris Vian”, “Eche veinte centavos en la ranura”, “Residuos” -Premio especial de Green Peace- y “Vamo y vamo”.

En el programa nos cuenta cómo ha comenzado a gestarse esta obra:

“Una mañana me miré al espejo y descubrí que mi rostro tenía un tinte ligeramente borra-vino. Al día siguiente el color se había tornado ocre. Tres días más tarde...era definitivamente sepia.
Había llegado, sin duda, el momento de comenzar este viaje, el de mi vida, sin retorno.
Peregrinaje al encuentro de la memoria de los míos, de mis padres, viaje que quiero contar a mis hijos.”


El autor nos lleva a recorrer la subjetividad de aquél que decide emprender el arduo, pero necesario viaje a la memoria. Nos hace sentir la urgencia subjetiva de quien busca un pasado que se le ha escurrido de ente las manos. Nos muestra cómo se aventura a deambular por el tiempo. Cómo un sobreviviente al emprender el viaje de la memoria se enfrenta con callejones ennegrecidos, con voces fantasmáticas y sin embargo, su paso, aunque dolorido, no flaquea, porque necesita recordar qué ha sido aquel pasado.

En busca de la memoria perdida.

Una tenue luz azul ilumina apenas la oscuridad de la sala. Un joven que cojea es el primer personaje que vemos, aquel que nos introduce en la obra. Sus movimientos no son coordinados, su rostro refleja la extrema inocencia, tan extraña para el común de los mortales, que ha sido mal llamada “debilidad mental”. Se acerca a la pared lateral, abre una compuerta y una fuerte blanca luz alumbra por detrás una figura que, ubicándose frente a nosotros, comienza a hablarnos.

El hombre entra con paso lento, nos mira, nos relata y nos invita a un peregrinar que intenta encontrar su memoria. Su aire nos es familiar, su modo de hablar, su mirada dulce evoca algo de nuestros padres. La caracterización del personaje ha logrado hacernos recordar, comenzamos el viaje por la memoria del Sr. Mayer, mas también, aún sin darnos cuenta, por la nuestra.

El Sr. Peter Mayer nos cuenta que es argentino nacido a orillas del río Rhin frente al “Cerro Dragón”, Alemania; que no sin dificultades ha decidido retornar a la Alemania que había dejado atrás hace más de 60 años. Hoy, ya con el cabello blanco, desanda los pasos que lo han llevado al otro lado del mundo y vuelve a buscar su memoria perdida en un pequeño pueblo alemán.

“Ya estoy aquí” es la última frase que dirige al público: comienza el viaje en busca de los recuerdos.

Intentando recobrar el pasado que ha llevado a sus padres a los campos de concentración, Mayer se encuentra con el presente alemán.Un presente festivo que a través de un flamante intendente decide nombrarlo ciudadano ilustre del pueblo. Un presente que a las preguntas del Sr. Mayer balbucea justificaciones, a veces irónicas, otras casi pudorosas.

Vuelven a su memoria aquéllos que ya no están: sus padres, su hijo Daniel -desaparecido por la dictadura militar, quien es portavoz eterno para Mayer de la crudeza de la crítica-, su entrañable amigo Hetmudt y su padre Fritz, el fotógafo del pueblo.

El personaje de Fritz es el interlocutor de Mayer. Aquel padre que ha perdido su vida intentando proteger a su hijo oligofrénico de las garras nazis que proclamaban la “raza pura”. Aquel padre del único niño que jugaba con el pequeño Mayer, del único que lo defendía de los ataques antisemitas de los otros.

Aquel que había sido el fotógrafo del pueblo se le presenta hoy con ropaje fantasmagórico, como quien podrá guiarlo a sus perdidas fotos sepia, quien podrá alumbrar su oscuro pasado desvanecido en su memoria.

Helmudt, el hijo de Fritz, es su alter ego, es el niño que no ha podido escapar del horror nazi. Por ello es quien abre la puerta al comienzo de la obra, para que Mayer entre, porque aquel pequeño ausente simboliza los ausentes que son la razón de buscar la memoria, de contar la historia.

Dirección y puesta en escena

Un estilo minimalista caracteriza la dirección y puesta en escena de esta obra. Daniel Marcove -director y puestista de la presente obra y quisiera agregar, excelente actor de muchas obras- ha logrado con los mínimos elementos un perfecto vaivén entre el pasado y el presente, apoyado en la buena calidad de los actores que confieren la fuerza expresiva capaz de modular la escena sin necesidad de que materialmente cambie.

El director compone con el vestuario, el decorado, las luces y las actuaciones, un tramado que posee mucho de fotografía añeja, pero también de paisajes actuales.

Más tarde, tres personajes sentados entre el público son iluminados mientras dirigen sus voces anónimas a Mayer. El director ha hecho uso de simples recursos creando un mágico efecto: nosotros, el público, formamos parte de la escena. Somos interpelados, no sólo miramos, sino mas bien, silenciosos acompañamos la búsqueda de memoria. Una memoria que nos involucra.

Marcove logró elegir muy buenos talentos, tanto el músico Sergio Vainikoff, el escenógrafo y vestuarista Alberto Bellatti, así como la iluminación y movimiento a cargo de Miguel Morales y Laura Wigutow respectivamente, quienes conforman un equipo armónico. Destacar a uno más que a otro sería casi una injusticia para con la convincente labor que entre todos han logrado.

La actuación

“Creemos que la única manera de honrar la memoria es entroncando el presente con el pasado, para intentar el futuro de un hombre más libre y más feliz. (...) El teatro es nuestra manera de expresarlo.”


Son éstas las palabras del Grupo de actores de “Bienvenido Sr. Mayer”. La implicación que en ellas se verbaliza es constantemente percibida en la obra. Además de la calidad profesional, la afectación que surge de la temática les confiere una potencia expresiva, que como eco ineludible resuena emotivamente en los espectadores.

Los actores, de los cuales muchos doblan personajes, entre todos producen una exquisita armonía que logran transmitir. Ellos son: Roberto Ponce, Isaac Fain, Isabel Caban, Melisa Freund, Betty Dimov, Esther Fleischman, Julio Marticorena, Pablo Sórensen, Sammy Lerner, Eduardo Wigutow, Daniel Toppino, Arnoldo Schmidt, Horacio Minujen.

Esta obra teatral se representa en el teatro IFT todos los sábados y domingos y esta auspiciada por el Departamento de Cultura de AMIA.

Abril de 2005
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