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Periódico Judío Independiente
Kofi Annán, la ONU y el escándalo de “Petróleo-Por-Alimentos”
Por Julián Schvindlerman
Especial para Comunidades

Cuando a fines de 2002 el Presidente Bush presionó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a adoptar la decimoséptima resolución que instaría a Saddam Hussein a desarmarse por vez final -o a enfrentar la posibilidad de la guerra para efectivizar su cumplimiento- críticos y escépticos en todo el planeta adujeron que intereses económicos animaban la actitud de Norteamérica. La seguridad era una excusa. El 11-S una trampa. La amenaza de Al-Qaeda había sido deliberadamente -imperdonablemente- exagerada y sus vínculos con Iraq inventados. Las armas de destrucción masiva de Saddam eran un pretexto. Su despotismo un artilugio. Sus crímenes algo sobre los que sacar provecho político. En realidad, los ambiciosos neoconservadores tejanos querían explotar materialmente el petróleo de los iraquíes y Bush les daría el país árabe en bandeja de plata.

Pues bien, ahora resulta claro que, en efecto, fuertes intereses económicos estaban en juego…solo que de manera distinta a la que los enemigos de los enemigos del déspota de Bagdad supusieron. El revelador y mayúsculo escándalo del programa “Petróleo-Por-Alimentos” de la ONU ha echado luz a propósito de una trama siniestra y oscura de la relación ONU-Iraq y de la corrupción extravagante que ha ensuciado a opositores a la intervención estadounidense en Iraq, entre los que figuran personajes de Francia, Rusia, y las propias Naciones Unidas.

De tal magnitud fue el escándalo que la noticia finalmente recibió eco en la prensa argentina. Hacía años que había sido denunciada por medios norteamericanos –con The Wall Street Journal a la vanguardia- y meses desde que el diario iraquí Al-Mada publicara una lista de 270 individuos y entidades en unos 50 países presuntamente involucrados en el gran fraude global que resultó ser el citado programa de asistencia humanitaria de la ONU que llegó a generar 65 mil millones de dólares entre 1996 y 2003, período en que estuvo en vigencia.

Los orígenes del programa se remontan a las sanciones que la ONU impuso sobre Iraq luego de su invasión de Kuwait en 1990, según las cuáles Saddam debía retirarse del país invadido y desarmarse. El dictador se negó, la guerra se sucedió, y las sanciones que prohibían a estados-miembro de la ONU comercializar con Iraq permanecieron. Frente a reportes del sufrimiento que tales restricciones ocasionaban al pueblo iraquí, la ONU del entonces secretario-general, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, propuso se permitiera a Saddam exportar acotadas cantidades de petróleo a cambio de medicamentos y alimentos. En 1995, bajo la capitanía de su sucesor en la secretaría general, el egipcio Boutros Boutros-Ghali, la ONU adoptó la resolución 986 que creó el programa “Petróleo-Por-Alimentos”, cuyos detalles fueron negociados por el ghanés Kofi Annán, entonces subsecreatario-general y líder de la primer misión de la ONU enviada a Bagdad a acordar los términos del programa con Saddam Hussein. Para cuando Annán asumió como secretario-general de la ONU, en enero de 1997, el programa “Petróleo-Por-Alimentos” tenía apenas un mes de vida efectiva.

Saddam financiaría todo el programa. La secretaría-general de la ONU gravaría una comisión del 2.2% por cada barril de petróleo que Iraq vendiera, más un 0.8% para financiar las inspecciones de armas en territorio iraquí. En total esto representó cerca de u$s 2 mil millones para la secretaría-general de la ONU. La idea, según explica la columnista Claudia Rosset y cuya investigación publicada en diversos medios es la base de la presente nota, era que “Saddam solvente los costos de su propia obstinación, el efecto fue crear una situación en la que Saddam pagó generosamente, en comisión, a la secretaría de la ONU para supervisar a Saddam. Y cuanto más grande fuera Petróleo-Por-Alimentos, mayores las comisiones recolectadas por la oficina de Annán”.

Inicialmente diseñado para asistir al pueblo iraquí, rápidamente se transformó en un negociado colosal para el liderazgo baathista y sus socios y allegados. El banco elegido para administrar los fondos que surgirían del programa fue un banco francés, el BNP Paribas, el que tenía como uno de sus mayores accionistas al iraquí-británico Nadhmi Auchi, empresarialmente vinculado a Saddam en los años ochenta. La firma auditora fue originalmente Lloyd´s Register de Gran Bretaña, pero en 1998 fue reemplazada por la firma suiza Cotecna Inspections, en la que Kojo Annán (hijo de Kofi) es consultor. Según figura en el Informe Duelfer, una investigación apartidaria norteamericana, entre los beneficiarios del programa se encontraron Charles Pasqua (ex ministro del interior francés), Jean-Bernard Mérimée (ex embajador francés ante la ONU), y Patrick Maugein (titular de la petrolera Soco y cercano a Jacques Chirac), así como compañías estadounidenses tales como Chevron, Mobil y Texaco, entre otras. Según un listado publicado por un diario iraquí con información supuestamente obtenida del ministerio del petróleo de Iraq luego de la caída de Saddam, estarían enredados en el negociado Megawati Sukarnoputri (presidenta de Indonesia), la oficina del presidente ruso, Vladimir Shirinovsky (nacionalista ruso), la Iglesia Ortodoxa Rusa así como petroleras rusas, George Galloway (parlamentario inglés), e incluso empresas relacionadas con Ahmed Idris Nasreddin, quién ahora figura en los propios listados de la ONU como personas asociadas a Al-Qaeda. Pero el nombre más sorprendente en la lista, sea quizás el de Benon Sevan, ¡un oficial de la ONU armenio-chipriota designado en 1997 por el mismísimo Kofi Annán como el titular del programa “Petróleo-Por-Alimentos”!

Rosset señala atinadamente que el hecho de que Saddam hubiera malversado fondos provenientes de asistencia humanitaria para provecho personal es algo criminal pero apenas sorprendente. Más resulta inadmisible que las Naciones Unidas “se hubiera ofrecido de manera voluntaria y hasta entusiasta como el vehículo para un festival de abuso y fraude”. Si algo, este turbio affair nos permite comprender donde pudo haber yacido, aunque sea parcialmente, el interés de algunos gobiernos y de la ONU misma en mantener a Saddam Hussein en el poder…y a los norteamericanos y el acceso a la información, lo más lejos de Bagdad posible.

Noviembre de 2004
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